A la mañana siguiente, cuando me despierto, estoy sola en la cama. Me incorporo con cuidado y veo que estoy infinitamente mejor. Me toco la cabeza y veo que el chichón ha bajado, aunque sigue allí. Pongo los pies en el suelo y al hacerlo me viene a la mente lo que le hice a la abuela de Freen y las duras palabras que le dedique. Dios mío.... ¿cómo pude decirle eso? Tras pensar en mi mal comportamiento, decido pedirle perdón. Mis padres gastaron mucho en llevarnos al colegio como para que yo sea tan maleducada. Me avergüenzo de mí. Cuando salgo de la habitación, todo como siempre está en silencio.
Bajo la escalera acobardada con lo que me voy a encontrar y oigo a Freen hablar en la puerta de la casa entre los barrotes y, sorprendida, veo que está hablando con Faye y con Lingling. Sin dejarme ver, las escucho. Ríen. Parece ser cierto que han enterrado el hacha de guerra y eso me llena de felicidad. Cuando éstas se alejan, bajo los escalones y miro en el salón. No hay nadie. Respiro aliviada. No quiero ver a la vieja. No sabría qué decirle.
Camino hacia la cocina cuando oigo unos pasos. Los reconozco. Cuento hasta cinco y finalmente me doy la vuelta. La vieja está a escasos metros de mí, con su habitual gesto de Soy una diva genial. Su mirada como siempre es rigida. Me pone los pelos de punta y resoplo. Estoy por desistir pero no, yo no soy así, y finalmente digo:—Buenos días. Sin mover ni un músculo, ella sigue mirándome. Me preparo para su habitual exabrupto mañanero, y a pesar de las dulces palabritas que le dediqué, me sorprende respondiéndome:
—Buenos días. La miro alucinada. Por el amor de Dios, ¡me ha deseado buenos días! Esto es lo más amable que me ha dicho desde que llegué aquí.
De repente, mi estómago da un rugido tan fuerte que me sobresalto. Dios, ¡qué hambre tengo! La abuela de Freen, al oírlo, se sorprende tanto como yo y, levantando una ceja, me sugiere:
—Ve a la cocina y desayuna. Asiento. Voy a darme la vuelta, pero antes de hacerlo, digo:—Quería pedirle disculpas por lo que le hice… De verdad, señora, siento haberle hecho ese gesto tan feo y dicho las terribles palabras que le dije. Bebí más de la cuenta y…
—Sí. Ya me dijeron que tomaste, ¿no? Asiento. Para qué negarlo, me puse ciega, y añado:—De verdad que lo siento. Yo no soy tan maleducada. Es más, si mi madre se enterase de lo que le dije, le aseguro que me lavaba la boca con un estropajo. Nunca le ha gustado que sus hijos digan palabrotas y yo creo que me excedí con usted. Su mirada imperturbable me traspasa y entonces dice:
—Estás disculpada, siempre y cuando tú me disculpes a mí también.
Ahí va, mi madreeeeeeeeeee… ¿Estaré aún durmiendo? Pero al ser consciente de que no, sin dudarlo contesto:
—Por supuesto, señora, está usted disculpada. Nos miramos las dos de pie en medio del pasillo y yo no sé qué decir. Esa conversación se me hace difícil. En ese momento, ella carraspea y dice:
—Me llamo Song Chankimha. Eso de señora me incomoda. Me ha dedicado varias frases amables en apenas unos minutos. ¿Tendrá fiebre? Nos miramos. Nos retamos sin hablar y, sin quitarle ojo, me la juego y respondo:
—La llamaré Song siempre y cuando usted me llame Rebecca.En ese instante, mi estómago vuelve a rugir. Por Dios, qué oportuno. Ella me mira, frunce el cejo y yo me preparo para su inminente ataque. Pero antes de darse la vuelta con su bastón, dice:
—Ve a desayunar, Rebecca. Luego hablaremos. La veo alejarse y estoy alucinada. ¿Qué ha pasado aquí? ¿Hemos mantenido una conversación?
Cuando estoy terminando de comer. Faye entra en la cocina y, mirándome, sonríe y, dice:
—¿Cómo tienes el chichón? Llevándome la mano a la cabeza, me lo toco y contesto:
—Bien. Sobrevivo. Me mira divertida. Yo bebo un trago de mi café con leche y entonces pregunta:—¿Al menos lo pasaste bien conmigo?
—Sí, mucho. Fue divertido y espero volver a repetirlo, pero sin ron.
—¿Estás más tranquila?
—Sí. Faye sonríe y en ese instante se abre la puerta y entran Lingling y Freen. Mi chica también sonríe y el corazón se me acelera. Lingling se acerca a mí con gesto risueño y, tras darme dos besos en las mejillas, saluda:—Hola, fiestera. Ya me han dicho que el ron te gusta mucho. Sonrío.
Freen me besa en los labios y responde por mí:
—Creo que Rebecca va a estar un buen tiempo sin probarlo. Eso me hace reír.
Lingling toma una magdalena y dice:
—Me han dicho de que estás librando tu propia batalla contra la vieja cascarrabias, ¿no? Sonrío al oírla y, sin saber por qué, respondo:—No llames así a tu abuela, ¡pobrecita! Freen me mira, sorprendida por mis palabras y pregunta:
—¿Qué me he perdido? Encogiéndome de hombros, yo sonrío pero no cuento nada.
Seguro que cuando me vuelva a cruzar con ella, me vuelve a llamar de todo menos Rebecca. En ese instante, entra una joven de mi edad, rubia con unos tacones de infarto, una minifalda y dice:
— P'mor… ya estoy aquí. Lingling sonríe, la coge de la mano y me la presenta:
— Rebecca, ella es mi mujer, Orm. Orm, ella es Rebecca, la prometida de Freen. La saludo encantada..Esa tarde a la hora de la cena entramos en el salón, Song ya está sentada a la mesa y nos mira con actitud intimidatoria. Desde luego, si hubiera sido actriz, como mala y villana ¡no habría tenido precio! Miro a Orm y veo que ella no la mira. Está intimidada y, cuando nos vamos a sentar, me agarra y murmura:
—¡No te sientes ahí!
—¿Por qué? Pregunto en el mismo tono. Orm mira para ver si alguien nos oye y susurra:
—Éste era el sitio de Luisa, la madre de las chicas.Me quedo anonadada. ¿Todos estos días me he estado sentando donde no debía? ¿He estado desafiando a Song todos los días sin saberlo? Eso me disgusta sobremanera.
¿Por qué Freen no me ha dicho nada? Una vez lo sé, me busco otro sitio, pero cuando voy a sentarme al otro lado de la mesa, Song me mira y pregunta:—Rebecca, ¿por qué te sientas ahí? ¡me ha llamado por mi nombre! Todos me miran, yo me rasco la cabeza y, encogiéndome de hombros, me invento:
—Creía que lingling se sentaría y…
—Éste es tu sitio. Dice ella
—Ven. Siéntate.De nuevo todos me miran y Freen, extrañada, frunce el cejo, mientras me percato de que se ha dado cuenta de que me ha llamado por mi nombre.
Sin decir nada, me vuelvo a sentar en el mismo sitio donde me he sentado todos estos días y sonrío como una tonta. Minutos después, para variar comemos en silencio y, para asombro de todos, Song no dice ni mu. Yo miro a Freen ella me guiña un ojo y, contenta, como y callo hasta que la matriarca me mira y me pregunta:—¿Te gusta la comida, Rebecca? Yo le sonrío y respondo con amabilidad:
—Sí. La carne está muy rica, ¿qué es? P'Susie responde rápidamente:
—Filete de res pequeño. Aquí se llama bistéc encebollado.
—Para mi familia siempre lo mejor. Afirma Song. Y luego añade:
—Rebecca, después de comer, quisiera hablar contigo.¿Que?... ¿Qué tiene que hablar conmigo? Pero sin temor, cruzo una mirada con Faye, que me guiña un ojo y asiento.
—De acuerdo, Song.Busco la protección de Freen. La necesito a mi lado para hablar con su abuela y ella, al leer la desesperación en mi mirada, se ofrece:
—Yo la acompañaré.
Song asiente sin decir nada y sigue comiendo. P'Susie sonríe y me pregunta por la comida de mi pais. Yo respondo encantada, mientras los demás también preguntan.
Por primera vez, charlamos alrededor de la mesa mientras comemos y algunas risas suenan en la estancia y veo a Song sonreír. No dice nada, pero al menos sonríe.
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JUEGOS DE SEDUCCION
RomansRebecca trabaja de cantante en los hoteles de inglaterra. Está soltera y vive rodeada de su familia. Su vida es plácida y, en cierto modo, acomodada. Pero a Rebecca le gusta experimentar cosas nuevas, y decide adentrarse en el mundo de los intercamb...