Capitulo 80

341 52 1
                                    


Tras darme una ducha, me miro al espejo. Mi aspecto no es el mejor, pero da igual, no tengo otro. Tomo un taxi hasta el muelle. En la primera tienda que encuentro al llegar, me compro una gorra azul. Me cubro el pelo con ella y camino hasta el lugar de encuentro, mientras me cruzo con personas felices que comen algodón de azúcar. Al llegar no veo a Orm, por lo que la espero en un lateral. Necesito ver si viene sola. Diez minutos después, mi estupenda cuñada hace su aparición con unos bonitos zapatos de tacón. Siempre desprende un glamur increíble. La observo durante varios minutos y cuando me aseguro de que está sola, me acerco a ella y digo:
—Vamos a comer algo. Cuando me mira, lo primero que hace es darme un abrazo fuerte.
Eso me reconforta, pero cuando se separa de mí, murmura:
—Becky, qué mala pinta tienes. Resoplo e, intentando sonreír, contesto:
—Gracias. Yo también te echaba de menos.

Trata de llevarme a un buen restaurante, pero me niego. No quiero tentar a la suerte y la obligo a acompañarme al bar donde trabaja Irin. Esta tiene turno de mañana y nos colocará en un sitio discreto. Cuando entramos, Orm se horroriza. Sin duda, no es el tipo de sitio al que ella suele ir. Sólo hay que ver cómo lo mira todo. De pronto, Irin nos ve y, dejando un trapo que lleva en las manos, dice, acercándose:

—Pero, cielo, ¿qué haces aquí?
—Irin, te presento a mi cuñada Orm. 
Ambas se miran, pero no se acercan la una a la otra.
—He quedado con ella para comer y he pensado que aquí…
—Por supuesto. Acompañenme, les pondré en una mesita muy linda que hay al fondo del local. Orm, boquiabierta al ver sus largas uñas con corazones de colores, me pregunta, mientras caminamos tras ella:
—¿La conoces?
—Sí.
—¿Es de fiar, con esas horribles uñas?
—Sí. Afirmo.
Nos sentamos al fondo del local y pedimos algo de comer. El teléfono suena.
Es Freen, le quito el sonido. Orm me mira y me dice en voz baja:
—Yo nunca le he hecho eso a Lingling.
—Pues quizá deberías hacérselo alguna vez. Respondo.
Ella asiente. Me quito la gorra, descubriéndome el pelo.
—Tienes una ojeras terribles. No te has maquillado, ¿verdad?
—Pues no. No tengo ganas.
—Vale, lo comprendo. No te pongas así.
Al ver cómo me mira, sonrío y, tranquilizándome, añado en tono más amistoso:
—Necesito comprarme algo de ropa. Sólo tengo la que llevo puesta y…
—Ahora mismo nos vamos. La miro sin dar crédito. El teléfono sigue vibrando y siseo mientras me levanto:

—Creo que no ha sido buena idea quedar contigo. Adiós. Orm me agarra la mano y, sin soltarme, murmura:

—Siéntate, Rebecca… siéntate. Durante un par de horas, hablamos. Le cuento lo ocurrido y Orm me escucha y creo que me entiende. Lloro. Llora. Río. Ríe. Me enfado. Se enfada. Sin duda alguna se ha metido en mi piel y me lo confirma cuando dice:
—Por mí, Freen ni ninguna Chankimha no sabrán que he estado contigo.
—¿Lo juras? Mi cuñada asiente y, bajando la voz, dice, mientras enlaza el dedo meñique con el mío:
—Te lo juro por mis cosméticos importados. Ambas sonreímos.  Me vuelvo a poner la gorra y poniendome después le digo vamos.

Me compro un par de camisetas y un par de vaqueros, que pago en efectivo, y luego nos vamos. Ya es tarde y decido regresar a la hostal. Irin nos deja solas para darnos intimidad y Orm me pregunta, mirándola:
—¿Estarás bien con ella?
—Sí, tranquila. Ya has visto que es un encanto. Finalmente, asiente y, abrazándome, dice:
—Te quiero, Becky. Confía en mí, por favor. Sólo necesito que me des una oportunidad para demostrarte que puedes hacerlo. Asiento con la cabeza. La oportunidad la tiene.
—Y ahora, escúchame, por favor te lo pido. Deberías regresar con Freen, ella…
—No, Orm. No quiero verla. Todavía no.
—Pero, Bec.. Y mirando a irin dice:
- No puedes seguir durmiendo en cualquier lado. ¿Y si te da por ponerte uñas de corazones, como a ella? Me río sin poderlo remediar y respondo:
—No te preocupes, nunca me han gustado las uñas largas y es poco probable que me las ponga. Levanto una mano y, tras parar un taxi, digo besándola:

—Vamos, vuelve a casa. Si no lo haces, Lingling se extrañará. Ella asiente.
—Sólo dime que me llamarás si necesitas cualquier cosa. Divertida, enlazo su meñique con el mío y contesto:
—Te lo juro por mi contraseña del Facebook. Ambas nos reímos y nos besamos y cuando veo que su taxi se aleja, me vuelvo hacia Irin y digo:
—Ya podemos regresar a casa.

Cuando llegamos, me despido de ella y me voy directa a la ducha. Mientras el agua cae sobre mi cuerpo, cierro los ojos e imagino a Freen aquí conmigo, abrazándome y besándome en el cuello mientras me dice sus maravillosas palabras de amor. Cuánto la echo de menos… La extraño tanto que hasta me duele. Cuando termino de ducharme, me pongo una bata que me ha dejado Valeria, vuelvo a la habitación y oigo que suena el teléfono. Miro la pantalla, es Richie.

JUEGOS DE SEDUCCIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora