Capitulo 109

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La noticia de nuestra separación cae sobre todos como un jarro de agua fría. Mi familia no lo entiende, la suya tampoco y mis amigas no dan crédito a lo que ocurre. ¿Cómo se lo he podido ocultar? La prensa es otro cantar.
Por decir, se dice de todo. Pero todo es mentira. Yo lo sé y espero que ella lo sepa también. Los periodistas se instalan a las puertas de mi casa y no se mueven, pero lo que más me agobia es cuando me cuentan que también lo están haciendo en la casa de Freen y en el hospital.

Pasa un día, dos, tres, cinco, nueve, catorce, diecisiete y veinte y no la veo ni sé nada de ella.
Veinte terribles, largos y crueles días con sus respectivas noches. La tristeza que me embarga es infinita, pero intento no dejarme vencer por ella. Cada rincón de esta enorme casa es de las dos. Mire a donde mire la veo. La siento. A veces incluso me parece oír su voz cuando me llamaba desde el piso de arriba. Duermo con su ropa sobre la cama. Conserva su olor y la necesito para conciliar el sueño.

Escucho una y otra vez nuestras canciones, que bailábamos a la luz de las velas, enamoradas y felices, y canto nuestra canción, mientras grito desesperada cómo se supone que voy a vivir ahora sin ella. Veo nuestros vídeos, miro nuestras fotos, lloro sola, me visto con sus camisetas y me torturo todos los días pensando lo mal que lo he hecho. Siento haber perdido el bebé, pero sin lugar a dudas, más siento haberla perdido a ella. Nunca me perdonaré haberle amargado la vida y la existencia.
No haber sido buena para ella. Esas palabras se han quedado grabadas en mi roto corazón y soy incapaz de digerirlas. En esos días, si no fuera por mis amigas no sé qué sería de mí. Orm me acuna, Nam me consuela e Irin me mima. Cada una a su manera intenta que tire para adelante y al final Irin, la que está más libre de todas, se muda a mi casa para tenerme más cerca. No debo quedarme anclada en el pasado o nunca me recuperaré. Si alguien me puede enseñar a ser fuerte, sin duda es ella.

Lingling me llama un día emocionada. He sido nominada a los American Music Awards en la categoría de mejor artista extranjera. Cuando me lo dice, me sorprendo y alegro. Pienso en Freen. Me encantaría darle la noticia, pero no tiene sentido. A ella no le importaría.

Dos meses despues, Song nos cita a las dos en un despacho de abogados. Ya tiene los papeles del divorcio preparados. Con la angustia en el rostro, acepto y voy. Temblando, llego sola. Pregunto por Song Chankimha y me acompañan a una sala. Al entrar me encuentro a Freen y a su abuela, junto con un empleado del despacho.

Por fin veo a Freen, después de tantos días. Tiene ojeras, está más delgada y su gesto es serio. Demasiado serio. Song, al verme, me abraza con semblante triste y, tras darme un beso, murmura:

-Estás demasiado delgada. Sonrío.
No puedo dejar de mirar a mi amor.
Quiero abrazarla. Necesito hacerlo, pero no debo. Está claro que ella no me aceptaría.
-¿Nos sentamos? Pregunta Song. Lo hago y Freen toma asiento frente a mí.
Song comienza a hablar y a explicar los términos del divorcio. Miro a Freen con disimulo. Ya tiene la ceja curada. No me mira. Está atenta a lo que dice su abuela. Por favor, que me mire. Sé que si lo hace, todo esto puede acabar. Sé que me quiere y yo la quiero a ella. ¿Qué estamos haciendo? No sé cuánto tiempo paso sumida en mis pensamientos, pero de pronto veo que Song le pone a su nieta unos papeles delante y dice:

-Rebecca pasa a ser la propietaria de la casa donde vive y tú de la que ya tenías. Las cuentas del banco ya están separadas y como ninguna quiere nada de la otra y no hay hijos, sólo tienen que firmar debajo de donde están sus nombres.
El corazón me late a toda marcha. Freen se saca del bolsillo interior de la chaqueta el lápiz que yo le regalé en nuestro viaje a Nueva York. Vaya... Quién me iba a decir a mí que le estaba regalando el lapiz con el que firmaría nuestro divorcio.

JUEGOS DE SEDUCCIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora