Caputulo 9

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Pasan los días y tras servir y recoger mesas durante horas, salgo a tomar el aire a cubierta para despejarme unos minutos. Estoy apoyada en una barandilla, pensando, cómo no, en Freen.
El barco tiene servicio veinticuatro horas para los clientes de la zona vip. El teléfono suena varias veces para hacer pedidos. Por lo general, piden champán o bebidas e incluso algo de comida rápida. Una de las llamadas proviene de la habitación 21. Sé que es la habitación de Faye y, por lo que parece, ¡ha ligado! Ha pedido tres sándwiches de pollo con patatas fritas, tres CocaColas y tres whiskies con hielo. ¡Vaya con Faye, tiene fiestecita! ¿Con quién estará?
Cuando el cocinero prepara los sándwiches, yo lo coloco todo en una mesita con ruedas y me encamino hacia la habitación. Cuando llamo, Faye abre a los dos segundos sin camisa y yo, muy profesional, le digo:

—Su pedido, señorita. Ella sonríe y contesta:
— Rebecca, que soy yo… No me llames señorita.
—Lo sé. Sólo hago mi trabajo.
Ambas sonreímos.

Empujo la mesita y miro con curiosidad, pero no veo a nadie. Sin embargo, oigo el sonido del agua en el cuarto de baño. Vaya… vaya… así que una duchita.

—¿Todo bien, Rebecca? —me pregunta Faye con una sonrisa.

Le devuelvo la sonrisa y, con complicidad, respondo, incorporándome:
—Sí, pero estoy segura de que no tan bien como tú. Ambas sonreímos. A buen entendedor, pocas palabras.

Le doy la hoja del pedido para que la firme.

—Dame un segundo. Voy a buscar un lapiz.

Faye se acerca a una chaqueta y mete la mano en un bolsillo. En ese momento, algo me llama la atención. En una de las mesillas veo una chapa identificativa. ¿Vayaaaaaaaaaaaaaa, Quién será su ligue? La curiosidad me corroe. Con disimulo, doy un paso hacia la mesilla, pero la chapa está boca abajo. De reojo veo que Faye acaba de encontrar el bolígrafo y se dirige hacia una mesa para apoyarse y firmar. Cojo la chapa y le doy la vuelta: Freen Chamkinha. ¡¿Cómo?!
¡¡No puede ser!! Pero de pronto, miro hacia el cuarto de baño y en el suelo veo asomar un trozo del uniforme azul que Freen suele llevar. Ay, Dios. Oh no… no… no… no.
¡No puede ser cierto lo que estoy pensando! Vuelvo a leer lo que pone en la chapa: Freen Chamkinha. No cabe duda, y el aire deja de entrar en mis pulmones. ¡Me ahogo! ¡Mi morena, mi Tailandesa, mi Freen.
¡Estoy furiosa! Ella va a pasar una noche de pasión con la mujer que yo deseo y no puedo hacer nada.
Echo a andar hacia la puerta, porque si no salgo de ahí, exploto. Me vuelvo al notar una mano en el codo y Faye me pregunta:

—¿Te ocurre algo?

¿Algo? ¡Algo te haría yo a ti por lo que vas a hacer! Intento recomponerme, esbozo una de las sonrisas y respondo:

—No nada, es sólo que tengo mucho trabajo.

Una vez fuera de la habitación, cierro la puerta y me apoyo en la pared. Tengo ganas de llorar, gritar, de matar a alguien.
Desesperada, entro en la cocina abro una de las neveras, saco un enorme tarro de crema y comienzo a comérmelo a cucharadas mientras me sumergo en mi pena.

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