Capitulo 65

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Las lágrimas brotan de mis ojos. Lloro, odio hacerlo delante de toda esta gente, pero no lo puedo evitar. Me duele tanto que no puedo pensar en nada más.
—Ya está… ya está, cariño.
Me dice para tranquilizarme. Nos quedamos así un rato y noto cómo le voy empapando la camisa de lágrimas.

Freen no me suelta. No se separa de mí. Sólo me mima y me susurra maravillosas palabras de amor.

Cuando me tranquilizo, deja de abrazarme con cuidado, cubre el hielo con su chaqueta y, poniéndomelo sobre el hombro y dice:

—Tranquila, mi vida. La ambulancia no tardará.

Intento calmarme, pero no puedo. Porque el nerviosismo de Freen me pone nerviosa.
—Dime que estás bien. Insiste ella
—Sí… Consigo balbucear.

Mi respuesta la calma, pero entonces se levanta del suelo, se aleja de mí y la oigo gritar con fiereza:

—¡¿Cómo has podido hacerlo?!

Asustada al oírla tan furiosa, me incorporo un poco a pesar de mi dolor y la veo caminar hacia el coche que ha estado a punto de atropellarme. Dentro está Nita, con la cabeza sobre el volante. ¡Perra, mala, víbora! Mira a Freen y la veo llorar. Suplicar. Mi chica, abre la puerta del coche con tal furia que casi la arranca y la saca de el gritando. Yo observo la escena. Nita llora y Freen grita y maldice como una loca.
—Lingling... Susurro dolorida
—Ve y tranquiliza a Freen, por favor. Ella, tras asentir, se acerca a su hermana con cara de enfado e intenta mediar, pero Freen está muy alterada.

Finalmente, entre Lingling y otro hombre consiguen separarla de Nita y las tranquilizan a las dos. Yo no puedo dejar de mirarla a ella. Está a cinco escasos metros de mí y veo que me dice entre lágrimas:
—Lo siento….
—¡Qué poca vergüenza tiene! Casi te mata y ahora viene con lloriqueos. Dice Orm a mi lado, al ver hacia adónde miro.

Efectivamente. Esa mujer no tiene vergüenza. Una cosa es que esté enamorada de Freen y otra muy diferente que llegue a los límites a los que ha llegado. Sin duda alguna no está bien de la cabeza, ¡Casi me mata!
—Tranquilas, chicas. Oigo decir a Lingling, acercándose a su mujer y a mí
— Las ambulancias ya están llegando.

El estridente sonido de varias ambulancias y coches de policía lo llena todo. Rápidamente, acordonan el lugar, unos médicos nos atienden a Orm y a mí. Me inmovilizan el brazo y el cuello. Como si fuera una pluma, me levantan y me ponen en una camilla y veo que me llevan hacia una ambulancia. Miro a Orm. Desde la camilla, giro la cabeza y vuelvo a mirar a Nita. Sigue llorando. Lingling no da abasto. Corre de la camilla donde está su mujer a la camilla en la que estoy yo. Cuando me meten en la ambulancia, oigo que Freen afirma:

—Iré con ella.
Los dos hombres y la mujer de la ambulancia se miran y esta última dice sonriendo:
—Ya sabe que no le vamos a decir que no, doctora Chankimha, pero aquí nosotros tenemos que trabajar.

Ella, molesta, cierra los ojos un momento y luego les explica lo que ha hecho para atenderme, pero dispuesta a no interferir, finalmente asiente y las puertas se cierran. Pocos segundos después, oigo cómo se cierran las puertas de delante también y, haciendo sonar su aguda sirena, la ambulancia se pone en marcha.

Quiero estar con Freen. Tengo ganas de llorar, pero debo ser fuerte, no una niña caprichosa y consentida que llora porque no tiene a su novia cerca. La mujer y uno de los hombres comienzan a atenderme y ella me pregunta en inglés:

—¿Recuerdas tu nombre? Todavía aturdida, le respondo.
—Me llamo… Rebecca. La mujer asiente, coge una jeringuilla, la llena de un líquido transparente y, pinchándola en la vía intravenosa que segundos antes me ha puesto, sonríe y dice:
—Tranquila, Rebecca. Pronto estaremos en el hospital.

Por una ventanilla puedo ver a Freen sentada en la parte delantera de la ambulancia y sonrío.

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