Capitulo 8

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Pasan los días y voy continuamente dopada con las pastillas contra el mareo. Está claro que viajar en barco no es lo mío. ¿Quién me manda a mí aceptar este trabajo, con lo bien que estaba cantando en el hotel en Inglaterra? Algunas noches, coincidiendo con Freen en la sala de descanso del personal, pero ella sigue sin hacerme caso.
En varias ocasiones la he visto aplicarse crema en las manos y cuando trabaja siempre lleva guantes de látex. Habla poco y siempre está con sus compañeros de mantenimiento. Pero nunca la veo con mujeres o hombres, ni siquiera en los momentos de descanso. Y no será porque ellos no quieran. Con mis propios ojitos he podido ver cómo muchos del barco babean por ella. Pero esta mujer pone una barrera ante todos, y cuando digo todos quiero decir todos, ¡yo incluida!.

Una mañana, luego del desayuno tengo un pequeño descanso, salgo a una de las cubiertas y me apoyo en la pared para que me dé el aire. Qué maravillosa es la brisa del mar. Desde donde estoy, veo a la gente divertirse en una de las piscinas con toboganes de colores. Los niños ríen y sus risas me hacen sonreír.
Estoy distraída con mis pensamientos cuando unas voces en la cubierta inferior me llaman la atención. Me asomo y veo a Faye hablando con Freen.

¿Intentará ligarse a la morena? Las oigo comentar algo del barco y sus escalas. Faye pregunta y Freen, con sus guantes de látex puestos, responde con educación mientras sigue con su tarea. Así están un largo tiempo, hasta que.. cuando se despiden, Faye pone una mano en el hombro de Freen, se lo aprieta y ella sonríe. Está claro que Faye tiene el mismo gusto que yo. Pero ni hablar, guapa, ¡yo la vi primero!
Sonrío al ver que Freen, tras negar con la cabeza, se da la vuelta y se va dejando a Faye boquiabierta. ¿Se le habrá insinuado?

Sin haberme enterado de nada de lo que decían, vuelvo de nuevo a la cocina. Tomo rápidamente una de las bandejas vacías y la empiezo a llenar de emparedados, pero la regla me está matando y me llevo la mano al vientre.
—¿Te encuentras bien? Al levantar la vista, veo a Freen junto a mí. Lo de esta chica es de escándalo.
En ese momento, los ovarios me dan unos pinchazos que son para matarlos y miento:

—Sí.

Sin más, me doy la vuelta. ¡Necesito un calmante ya! Saco una cajita que llevo en el bolsillo y cojo una botella de agua muy bonita que veo sobre la encimera y me trago una pastilla.

—¿Qué te has tomado?

Su voz… Su sensual tono de voz suena detrás de mí. Me envuelve, me cautiva y, haciendo que me dé la vuelta, ella insiste:

—¿Qué te has tomado?
No sé qué decir. No quiero contarle mis intimidades y respondo, con la botella aún en la mano:

—Una pastilla. Pero mi respuesta, no le parece suficiente y pregunta:

—¿Una pastilla de qué?
—¿Y a ti qué te importa lo que yo me tome?
—Me importa. Contéstame.
—¿Qué medicamento te has tomado?
Atónita ante su insistencia y hecha polvo por la menstruación,  sin importarme lo que piense le digo:
—¡Tengo la maldita regla! Que todo hay que decirlo.
—Perdón. No pretendía…
—Pues si no pretendías, ¿por qué insistes?
Mi morena sonríe y yo añado:  - No te rías. Me duele horrores y me he tomado un calmante para intentar que se me pase y poder seguir trabajando. ¿Algo más que preguntar?

—Sí. Y tocándome el brazo, dice con un profundo tono de voz.
- No bebas directamente de la botella. Tiene gérmenes. La próxima vez, coge un vaso, es más higiénico.

No puedo evitar sonreír. Noto la presión de su mano en mi brazo, el calor que desprende, y veo la tensión que atraviesa su rostro. Entonces, sin decir nada, se da la vuelta y se va, dejándome con la boca abierta.

JUEGOS DE SEDUCCIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora