Capitulo 39

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Recuerdo lo que vimos con Nam en Internet y suspirando le digo:

—Busqué información sobre ti en internet y yo vi… que… bueno… ya sabes, y… creí… que lo nuestro para ti… Yo no soy ellas. No soy famosa. Por eso no te llamé.

Veo cómo su semblante se descompone por segundos y rápidamente le aclaro:

—No te llamé cuando nos despidieron porque pensé que aquel. Lo siento. era un adiós definitivo y no quería molestarte. Frunce el cejo. Maldice. Se saca las manos de los bolsillos y se las lleva a las sienes y luego, con gesto desesperado, me coge la cara entre las manos y murmura:

—Bebé, creí haberte dejado claro que eres importante para mí. El corazón me late desbocado y respondo:

— Freen. Creía que…
—Te dije que te queria.. insiste.

Dios mío, qué tonta he sido, ¿por qué no la llamé?. De pronto, Freen, acerca su boca a la mía y murmura:

—Por mucho que yo me enfade, nunca dejes de sonreír. ¡Prométemelo!
—Vale. Te lo prometo. Asiento encantada y añade:
—Yo no he podido dejar de pensar en ti ni un momento. ¿Tú has pensado en mí?

Resoplo. Soy consciente de que todos oyen lo que hablamos. En ese momento, mi hermano Richie dice:

—Vamos, Becky, no mientas. Y recuerda, ¡el amor no es una mierda! Sus palabras me calman y, mirando a la mujer  que adoro, respondo:

—Todos y cada uno de los instantes que tiene el día. Freen sonríe. Mi respuesta le gusta y dice:

—Me he vuelto loca. Pero he removido cielo y tierra hasta dar contigo.

En ese instante se separa un poco de mí y su tía le da una cajita de terciopelo color burdeos. Veo que mis padres se emocionan. Se me pone la carne de gallina. Creo que voy a vivir uno de los momentazos de mi vida.

Mi morena abre la cajita ante mí. Veo que contiene un increíble anillo con un diamante blanco y se me reseca la boca.

Me quedo sin aliento y cuando vuelvo a mirar a Freen, dice:

—Sé que sólo nos conocemos desde hace poco más de dos meses, pero…
—Freen… ¿qué vas a hacer? La corto con un hilo de voz.

Cogiendome la mano, me hace callar y sigue:

—Nunca en mi vida lo he pasado tan mal al estar lejos de alguien. Nunca en mi vida he pensado las veinticuatro horas del día en una mujer y sólo tu sonrisa y tu recuerdo me hacían seguir adelante. Este anillo es importante para mí y mi familia, porque era de mi abuela. Y mi abuela siempre me dijo que el día en que apareciera la mujer de mi vida, tendría escalofríos al separarme de ella y que mi vida no sería completa hasta volver a su lado. Y todo eso me ha pasado contigo. Sonríe. Yo, en cambio, alucino.

—Sé que soy unos años mayor que tú, y que las prioridades que yo tengo en la vida no son las tuyas. Apenas nos conocemos porque yo no fui sincera contigo en el barco y tampoco intenté conocerte más allá de lo que nuestro deseo demandaba en aquellos momentos. Pero quiero que sepas que lo poco que conozco de ti me hace saber que estoy total y completamente enamorada.

A mi alrededor suena un ¡Ohhhh! generalizado. Dios, ¡qué romántica es mi chica! Mi familia, su familia, los músicos. Todos nos observan. ¡Me acaloro!

—Sé que quizá sea una locura lo que te voy a pedir, tus padres y tu hermano así lo creen y así me lo han dicho, pero yo he venido hasta tu tierra para buscarte. Me he dado cuenta de que quiero pasar el resto de mi vida contigo y deseo que el resto de mi vida comience lo antes posible. Y por eso te pregunto si me harías el honor de ser mi mujer.

Como siempre, sus palabras no pueden ser más románticas. ¿Acaba de pedirme que me case con ella? Me agarro a su brazo o me caigo.

—Eres la mujer de mi vida, ¡cásate conmigo! Murmura ella, sujetándome. Quiero contestar, pero es como si la lengua se me hubiese dormido y no puedo hacerlo. Sin duda alguna, Freen también es la mujer de mi vida y me mira aguardando una contestación, pero yo estoy bloqueada. Apenas puedo respirar o tragar. Ella, al ver mi estado, bromea y dice:

—Tu hermano me ha aconsejado que no me arrodille para pedírtelo, porque no te van esas cosas, pero si es necesario que lo haga a la antigua, ten por seguro, cariño, que lo haré.

No sé desde cuándo mi familia tiene trato con Freen, pero en este instante eso es lo que menos importa y murmuro, mirando a la mujer de mis sueños:

—No hace falta que lo hagas… No hace falta.

Al responder, vuelvo a la vida. Miro el impresionante anillo que tengo delante y luego miro a mi amor. Ella sonríe a la espera de una respuesta y esa sonrisa, unida a la locomotora que tengo por corazón, me hacen saber que debo decir que sí.
Así que sonrío y, sin importarme los ojos que nos observan, asiento cojo su mano, y respondo:

—Sí, Freen. Quiero casarme contigo. Ambas sonreímos.

Mi felicidad es su felicidad y viceversa. Nos besamos y disfrutamos de este dulce y romántico instante juntas, mientras la gente aplaude a nuestro alrededor.
Nos miramos radiantes mientras Freen saca el anillo de la caja y me lo pone. Yo, feliz a más no poder, me lanzo a sus brazos y la beso. Es el momento más maravilloso y especial de mi vida.

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