Miro el reloj, son las 02.23 de la madrugada. Bajo una escalera interior y me cruzo con un par de personas que me saludan, pero no disminuyo el paso. Mi objetivo es el almacén donde Freen supuestamente está de guardia. Veo la puerta al fondo del pasillo. Camino hacia ella y, cuando llego, agarro el pomo con seguridad y abro. Ante mí aparece una estancia grande, con cientos de cajas apiladas y etiquetadas con números. Cierro y me dirijo hacia una especie de cubículo de cristal que hay en un lateral. Hay luz, así que ahí es donde debe de estar ella. Al llegar no hay nadie, pero oigo la voz de Marc Anthony cantando Vivir lo nuestro.Miro la mesa y reconozco el teléfono de la mujer a la que he ido a buscar. Eso me hace sonreír. Ella no puede estar muy lejos. Sin decir nada, la empiezo a buscar por el almacén hasta que la veo al fondo junto a unas cajas, apuntando algo en una carpeta. ¡Sexy! Ésa es la palabra que la define vestida con el uniforme azul, que solamente lleva puesto hasta las caderas y en la parte de arriba una simple camiseta sin mangas. Me acerco a ella sin aliento y entonces se vuelve y me ve. No digo nada. No dice nada. Sólo me mira con esa cara que me vuelve loca, y cuando llego junto a ella, la empujo contra las cajas con fuerza y, poniéndome de puntillas para estar más a su altura, murmuro:
—Me has buscado y me has encontrado.
Y, sin más, acerco mi boca a la suya y la beso con descaro. Se queda parada mientras soy yo la que ataca, la que la arrincona contra la pared a la espera de que se mueva y entre en el juego. Durante varios segundos, no hace nada. Sólo me muevo yo. La beso yo. La toco yo. ¡Está paralizada!
—Vamos, Freen. Bésame.
La beso… me besa.
La toco… me toca.
Suspiro… suspira.Enloquecida por lo que todo eso me hace sentir, ¡exploto! Nuestras bocas se devoran. Nuestras lenguas se enredan hasta que mis manos van deseosas a su cintura y ella, parándome, pregunta:
—¿Segura, Rebecca? Sin darle otra opción que continuar lo que he comenzado, susurro sobre su boca, mientras le bajo la cremallera del uniforme para deshacerme de él:
—¿Tú qué crees?
Mis manos prosiguen su camino y ella se tensa pero se deja. Necesito quitarme de una vez por todas esta tensión sexual que tengo acumulada por su culpa. Ella sabe que me provoca. Lo sabe y lo tiene que pagar. Cuando el uniforme de trabajo cae al suelo, mis manos van derechas a su pierna. Pero Freen me para y, con una voz que me hace estremecer, pregunta:
—¡¿Aquí?! Hay suciedad, caprichosa.
—Aquí lo único sucio es mi mente. ¡Cállate y bésame.Freen sonríe. Sin decir nada, me agarro a su cuello y la incito para que me vuelva a besar. Cuando lo hace, con todo el descaro del mundo aprovecho para meter las manos en el interior de sus bragas. La toco con la respiración entrecortada por el deseo y el morbo que me da, mientras escucho su agitada respiración. Está excitada. Lo sé. Sin darle tregua, no vaya a ser que cambie de opinión, con mis temblorosos dedos le aprieto su clitoris con una mezcla de cuidado y exigencia. Jadea al notar mi tacto. Su piel es suave… Su piel está caliente…
—Quiero disfrutar de ti y tú me lo vas a permitir, ¿verdad? Pregunto con voz insinuante. asiente. Su ímpetu se redobla y ahora es ella la que me besa con exigencia. Disfruto y disfruto cuando susurra contra mi boca:
— Rebecca… escucha…
— No... No voy a dejar que me dejes asi.Con mimo, paseo mi mano por su clitoris y, cuando se lo aprieto y le muerdo la barbilla, murmura, cerrando los ojos:
—Ya no podría parar. Sonrío y, feliz por conseguir lo que he ido a buscar, le digo:
—No pares, Freen… no pares.
Sin responder, se quita las botas y el uniforme por los pies. Luego me coge en brazos como a una pluma y me lleva hasta un pasillo lateral. Me sienta sobre unas cajas. Sus manos son exigentes. Su boca arrolladora.
Parada entre varias cajas, sin dejar de mirarme, Freen se quita la camiseta. ¡Madre mía qué pechos!.
Encantada por el morbo y la lujuria descontrolada que veo en su mirada, me desabrocho los botones del vestido y, una vez que mi vestido cae sobre la caja de latas de tomate, me vuelvo loca al ver cómo ella me come con la mirada. Le gusta lo que ve. Acerca su mano a mi sujetador de seda. Lo acaricia un momento y luego, desabrochando el cierre entre mis pechos, dice, mientras me lo desliza por los hombros:- Eres increible.
Su voz ronca y sus palabras me hacen jadear y reprimo un débil chillido cuando sus dientes llegan a mi pezón y me lo mordisquean. Sus manos me aprietan contra ella para meter más profundamente mi pecho en su boca, mientras me lo chupa y lame con deleite. Cierro los ojos y disfruto como llevaba tiempo sin hacer, hasta que la agarro del pelo atrayendo su mirada.
Mi precioso tanga se rompe en mil pedazos tras un fuerte tirón y, abriéndome las piernas con brusquedad, Freen posa su caliente boca en mi sexo y yo, apoyando la cabeza en las cajas, grito y me entrego a ella. Su boca es exigente y su dura lengua entra y sale de mi interior, arrancándome jadeos de placer. ¡Oh, Dios…! No sé cuánto tiempo pasa. Sólo sé que me hace el amor con la boca como una perfecta amante. Introduce su lengua en mí y la saca arrancándome oleadas de placenteros gemidos. Después rodea mi clítoris y le da ligeros toquecitos, volviéndome loca una y otra vez hasta que la oigo preguntar:
—¿Te gusta?
Asiento con la cabeza. Pero ¿cómo no me va a gustar, si me está volviendo loca de placer?
—Oh, sí… así… Lo haces muy bien.
Continúa y yo hundo los dedos en su pelo, adelanto caderas y la obligo a repetir lo que me estaba haciendo segundos antes. Oh, sí, ¡qué placer!
Freen me contempla. Tiene la respiración tan agitada como la mía y ambas sonreímos. Sus ojos me taladran, me recorren entera y me estremezco. De momento me está dando todo lo que le pido y quiero que continúe. Me agarra la cara con una mano y, con mimo y una delicadeza que me dejan sin habla, me besa. Me muerde suavemente los labios y yo sólo puedo entregarme a ella. Una vez su boca y la mía se separan, sus labios continúan recorriendo mi cuerpo. Pasan por mi oreja y me la chupa, bajan a mi cuello y me lo mordisquea, y, finalmente, llegan a mi hombro derecho, que muerde con gusto y placer.—Me tienes loca desde el primer día que te vi en Tailandia, en el Starbucks.
—¿Sabes?, ha valido la pena venir al almacén a por ti… bombón.Me mira y acepta mi beso. Lo saborea tanto como yo y cuando me separo, susurra:
—¿Cuántos años tienes?
—Veintiuno.
Freen ladea la cabeza y asiente lentamente. No sé qué quiere decir ese gesto y pregunto:—¿Demasiado joven para ti?
—No. Si a ti no te incomoda.
Su respuesta me llama la atención.—¿Cuántos tienes tú?
— veintiseis. Sonrío y me pregunta:
—¿Demasiado mayor para ti? Rápidamente, niego con la cabeza y respondo:
—No. Si a ti no te incomoda. Además, siempre he considerado que la edad sólo es importante si eres un queso o un vino.Le hace gracia mi contestación. Me da un rápido beso en los labios y dice:
—Anda, caprichosa, vístete. Ella se limpia con un kleenex que ha sacado del bolsillo del uniforme y, una vez acaba, comienza a vestirse.
—Vamos, señorita. Puede entrar alguien en cualquier momento.
En décimas de segundo, ambas estamos listas.
De pronto, veo que la mujer callada, extraña y escurridiza que yo creía que era, no tiene nada que ver con la Freen que tengo delante. Ésta es alegre, divertida, loca, atrevida. ¡Me encanta!
ESTÁS LEYENDO
JUEGOS DE SEDUCCION
RomanceRebecca trabaja de cantante en los hoteles de inglaterra. Está soltera y vive rodeada de su familia. Su vida es plácida y, en cierto modo, acomodada. Pero a Rebecca le gusta experimentar cosas nuevas, y decide adentrarse en el mundo de los intercamb...