Capitulo 33

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Cuando me despierto, veo que estoy sola. Tras una noche de sexo con la mujer que me vuelve loca y que me ha dicho las palabras mágicas, al despertarme desnuda en la cama sonrío feliz. Al moverme me siento algo dolorida y sonrío aún más. Tras lo que hemos hecho horas antes, es normal que me sienta así, pero me gusta. Adoro la fuerza de Freen, su posesión. Me encanta.
Cierro los ojos y recuerdo nuestro jueguito. ¡Madre mía! Si me hubieran dicho alguna vez que iba a jugar a eso con la rarita de mantenimiento, que ha resultado ser una  cirujana, romántica y encantadora, nunca lo habría creído. Recreo el momento en que me dijo Te quiero y sonrío embobada. Vuelvo a ver cómo sus pupilas se dilataron extasiadas. Recordarlo me excita y deseo que volvamos con ese morboso juego. Me suena el teléfono. Es Nam y leo:

- ¿Algo que contar? Sonrío.

Mi amiga ha debido de oír algo sobre Freen y respondo:

- Muchas cosas. ¿Y tú?
Dos segundos después me suena el telefono.
- Ven. Estoy en la cocina y hablamos.

Cuando entro en la cocina, Nam me guiña un ojo. Me acerco y ella, cogiendo una magdalena, dice:

—Recién hecha para ti. Le doy un mordisco. Miro a mi amiga, que murmura:

—Desembucha. Asiento y doy otro mordisco. Tengo que contarle mil cosas, pero antes sin vacilar le digo:

—¡Le he dicho Te quiero!

Ella se lleva la mano a la boca y luego, de un manotazo, me quita la magdalena y gruñe:

—Niña mala. ¡Tú eres tonta! ¿Cómo se te ocurre decirle eso?

Desde mi propia nube, la miro y, divertida, le respondo:

—Ella me lo dijo a mí primero. Me dijo cosas maravillosas.

Su expresión cambia. Y me pregunta:

—¿En serio? Asiento y ella dice en tono soñador:
—Dios, ¡qué romántico!.

Cuánto echaba de menos esa vocecita suya de enamorada. Estoy impaciente por contárselo todo. Le quito la magdalena y le doy otro bocado. Luego me siento a su lado y empiezo a referirle detalladamente lo acontecido. La sorpresa de Nam va en aumento. Los ojos parece que se le van a salir de las órbitas a medida que se entera de la historia y, cuando termino, digo:
—Y eso es todo lo que sé de momento.
—¿Cirujana?
—Sí… cirujana cardióloga, para ser más exactos. Puntualizo.

Ella parpadea. Está tan alucinada como yo cuando me enteré y murmura:
—Ay, Becky… No sé qué pensar.
—Yo tampoco. Sólo sé que la quiero y me quiere.
—Dios santo, lo que cuentas es todo tan romántico…
—Lo sé. Sonrío como una tonta.
—¿Has buscado información sobre ella en internet? No se me había ocurrido y respondo:

—No.

Nam se levanta de la silla, coge una laptop que hay en un lateral de la cocina y lo enciende. Me pongo nerviosa. Sé que voy a encontrar cosas de Freen que desconozco, pero no quiero parar. Quiero saber. Una vez en Google, mi amiga teclea: Cirujana cardióloga Freen Chankimha. Acto seguido, cientos de enlaces aparecen ante nuestros ojos.

—¡Dios mío!. Exclamo confusa. Todavía no he visto nada, pero todos esos enlaces me perturban.

Nam pincha rápidamente en uno y aparecen cientos de fotos de Freen en el hospital, en la calle, en un cine, en una cena, en una fiesta benéfica. Me atraganto. Por favor, ¡con esmoquin está impresionante! Ya en el punto de retorno, me zambullo en Google y parpadeo alucinada cuando veo que se la han relacionado con las top-models más impresionantes de la faz de la Tierra y con las actrices más increíbles. Es amiga de Marc Anthony, de Luis Fonsi y de un largo etcétera que a cada segundo me deja más sin habla.

Nam cambia de enlace y suelta:
—¡Mierda! Sus ex son, Heidi Jensen, Charlotte Austin… ¡Madre mía, Rebecca!

Se me revuelve el estómago. Nam, que me conoce, me abraza. Me dice que no me preocupe, que todo saldrá bien. Pero lo que acabo de descubrir no es fácil de asimilar. Yo no soy nadie en su mundo. No me puedo comparar con las perfectas y preciosas mujeres con las que ha estado. Freen es la archiconocida médica Freen Chankimha. Y yo sólo soy una simple cantante de orquesta que conoció de camarera. Tarde o temprano regresará a su vida, a su realidad, y tengo claro que se olvidará de mí. Lo sé. Sé que pasará.

— Rebecca. Oigo la voz de Freen detrás de mí y cierro la laptop de un manotazo. Al volverme para mirarla, la sonrisa se me congela y oigo que Nam murmura:

—Oh… oh… Esto no me gusta nada.

La entiendo. A mí tampoco me gusta lo que veo. Mi sexto sentido me alerta de que aquí pasa algo, y de que no va a ser bueno para mí. Mis ojos se encuentran con los bonitos ojos de mi morena. ¡Mi madre, cómo está mi bombón con traje! La acompañan Faye y Lingling. Las tres llevan traje oscuro y por primera vez soy consciente de que el óvalo de sus rostros son idénticos y los ojos de Lingling y Freen también. Viéndolas juntas, no pueden negar que son hermanas. ¿Cómo no me he dado cuenta antes? Esta Freen tan elegante nada tiene que ver con la mujer del uniforme de mantenimiento de la que me enamoré. Ahora es la mujer poderosa e importante que he estado viendo en internet, y eso me intimida más de lo que quiero reconocer. En la cocina, todos nos miran y murmuran. Están tan alucinados como yo al verla vestida así. Ni Freen ni yo decimos nada, sólo nos miramos. En ese momento, veo entrar a Saint en la cocina. Se queda parado y, como nosotras, callado. Nos observa. Debe de saber ya quién es Freen. Me digo que debo reaccionar, así que tomo aire y, sin importarme las miradas de los demás, me levanto de la silla y me acerco a la mujer que adoro y que me dijo que me quería. Por Dios, pero ¡si la veo hasta más alta! Estoy nerviosa y acobardada, pero su magnetismo y lo que siento me ayudan a no desfallecer. Ella no se mueve. Su expresión es seria. Nos miramos durante unos segundos y finalmente dice:

—Ha ocurrido algo y tengo que marcharme urgentemente.

Se me hiela la sangre. ¿Por qué no me sorprende que se tenga que marchar? Noto que los pulmones se me quedan sin aire, pero como puedo, pregunto:

—¿Qué ocurre? Cuando Freen va a responder, Faye se le adelanta:

—Lingling habló con nuestra abuela y a causa de la emoción de que hayamos encontrado a Freen, le ha dado un infarto.

El estómago se me contrae al mirar a Lingling, que agacha la cabeza

—Tranquila, está bien. No ha sido grave, pero tenemos que regresar todas. Lo entiendo.

Si a mi padre le diera un infarto, yo volvería desde china para estar con él. Aun así, no sé qué decir. Sólo puedo mirar a Freen que, a menos de un metro de mí, me observa de una manera extraña. Todos están pendientes de nosotras mientras los segundos van pasando. Y de pronto lo entiendo. Se está despidiendo de mí y no sabe cómo hacerlo. El corazón se me parte en mil pedazos.

JUEGOS DE SEDUCCIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora