Capitulo 91

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Tras la comida, con mi familia y Orm. Vamos todos juntos al Palacio de los Deportes. El concierto tendrá lugar allí a las diez de la noche y debemos hacer las pruebas de sonido.

A las cinco y media estoy de regreso en el hotel y, cuando cierro la puerta de la habitación, tengo claro que necesito un baño antes de que el espectáculo comience. Abro el grifo y empiezo a llenar la bañera. Una vez se llena la bañera, me desnudo y me meto dentro, cierro los ojos, y así no pienso en nada. Estoy mentalmente agotada. De pronto, oigo que se abre la puerta de la habitación y dos segundos después me quedo boquiabierta al ver ante mí a la mujer que es mi vida. Nos miramos en silencio y cuando creo que me voy a desintegrar de segundo, mi amor suelta el equipaje que lleva en las manos, se acerca, se agacha y me besa. Su beso me pilla tan de sorpresa que no sé qué hacer, hasta que mis brazos rodean su cuello y la atraigo más hacia mí. Nos besamos y cuando su boca se separa de la mía, murmura:
—Caprichosa, aquí estoy.

Sus labios vuelven a pegarse a los míos y me ofrece su lengua, que yo saboreo con deleite, pausadamente. Luego me besa las mejillas, el cuello, la barbilla, me levanta por las axilas y, aunque estoy chorreando, me saca de la bañera. Con las manos mojadas, le quito el buzo gris que lleva y cae al suelo, y mientras la beso, le desabrocho la camisa, que cae también al suelo. Nuestras respiraciones se aceleran, nuestros cuerpos se reclaman y no hablamos. Estamos tan hambrientas la una de la otra que sólo nos damos mil caricias, mientras nos besamos, chupamos y lamemos con ansiedad y la locura se apodera como siempre de nosotras. Frren me toma en brazos y me aprieta contra ella. Hunde la nariz en mi pelo y aspira mi aroma. Una vez se llena de el, me posa sobre la cama. La miro excitada cuando, sin quitarse el pantalón, se arrodilla y, sujetándome por la cintura, se inclina sobre mí y me besa los pezones. Luego su caliente boca baja por mi vientre, por mi ombligo y acaba en mi pubis. Hechizada por ella como siempre, un gemido gozoso sale de mi interior cuando sus manos me tocan la cara interna de los muslos. Me los besa, los muerde y finalmente me los separa y me posee con la lengua.

Su afán de posesión…
De propiedad…
Su exigencia…
Todo ello unido a sus palabras y sus actos, consiguen el efecto deseado y el ardor de mi cuerpo sube y sube hasta que estalla en mi interior y los gritos de placer, mientras nos convulsionamos y alcanzamos el orgasmo al unísono, entre jadeos y enloquecidos gemidos.

Esa tarde noche, cuando Freen baja conmigo a recepción, Lingling, al verla aparecer, la abraza sorprendida. Orm también. Después, mi cuñada me mira y, al ver mi cara de felicidad, sonríe y me guiña un ojo. Cuando salimos del hotel, unos periodistas me agobian con preguntas. Freen, protegiéndome, me los quita de encima. En un coche con cristales tintados llegamos hasta el Palacio de los Deportes de Madrid. Las colas para entrar son increíbles y, apretando la mano de Freen, murmuro:

—Gracias por venir.

Ella se deleita besándome, y cuando Lingling intenta hacer lo mismo con Orm, veo con el rabillo del ojo que ella la rechaza. Eso me hace sonreír.

Llegamos al camerino sin decir nada y entonces aparece mi hermano Richie. Cuando ve a Freen, la abraza encantado y, segundos después, cuando a mí me van a peinar y maquillar, deciden marcharse juntos. Aunque antes de hacerlo, mi amor me mira y, acercándose, me susurra:

—Regresaré en una hora para desearte suerte. ¿vale?  Asiento..
Una hora después, peinada, maquillada y vestida con mi traje de cuero y mis botas, estoy hablando con Orm cuando se oyen unos golpes en la puerta. Al abrir, vemos que traen un ramo de rosas rojas de tallo largo. Lo tomo encantada y al sacar la nota, leo:

Estoy y estaré siempre a tu lado, cariño. Te quiero... Freen.

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