Capitulo 24

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Divertida, observo su expresión  y le digo:

—¿Y tú? ¿Qué me cuentas de tu familia?

La pregunta veo que la incomoda. Tras beber un trago de la copa que tiene al lado, responde:

—Mi madre y mi padre murieron hace algunos años.  Noto su pena. Me ha hablado de su madre en distintas ocasiones y susurro:

—Lo siento, Freen.
—Luisa, mi abuela, es algo rígida y a veces intratable, pero cuando se le conoce se le quiere. Aunque no te voy a mentir, no es fácil llegar a conocerla. Y esbozando una sonrisa que me llega al alma, continúa

—Adoraba a mamá. Ella era la única que conseguía hacerla entender las cosas y, aunque discutían, ella no se dejaba y al  final conseguía que hiciera lo inimaginable.

Le acaricio la mejilla con cariño y ella, con un gesto dolido, murmura:

—Si no te importa, preferiría no seguir hablando de mi familia. Me importa, quiero saber cosas de ella, pero no insisto. En su cara aún perdura el dolor que ha sentido al hablar de su madre y, acercándome, la beso. Quiero que me sienta cerca. Deduzco que lo consigo al ver cómo responde y, tras varios calientes y dulces besos, susurra:

—Adoro tu delicada piel. Asiento encantada. Y miro nuestros dos cuerpos abrazados.
—A mí me gusta la tuya, es muy suave..

Su mirada cambia y sonríe. Yo también y, finalmente, nos besamos. Cuando separa sus maravillosos labios de los míos, murmura con mimo:

—Mi mujer es sólo mía. De eso que no te quepa la menor duda. ¡¿Soy su mujer?!

—¿Has dicho eso porque me consideras tuya?
—Sí. Responde sin dudarlo un segundo.

Pero… Pero… ¿qué es eso de que soy suya? Dispuesta a continuar hablando de ello, pregunto:

—¿Y desde cuándo soy tuya? Volviéndose para mirarme, contesta, dejándome sin habla:

—En mis ojos, fuiste mía desde el momento en que te vi en el Starbucks con tu amiga. En mi mente, eres mía desde que trabajabas en la cocina y te vi sonreír. En mi cabeza, eres mía desde que probé la crema que tenías en la boca. En mi corazón, eres mía desde que, como una leona, me hiciste el amor en el almacén. Y en mi vida, eres mía desde que hoy te he tenido para mí y me he dado cuenta de que eres mi mujer.

Parpadeo. Resoplo y tomo aire. Y sin poderlo remediar, cruzan por mi mente todas esas comedias románticas que he visto junto a Nam y de las que yo me reía. ¡Viva el amor!.

Ella espera mi respuesta. Yo no tengo su vena romántica, por lo que le doy un beso y digo:

—Tú eres mía y mi surtido de besos de chocolate, fresa o cualquier sabor que te guste son y serán siempre para ti.

Por Dios. Que tonteria he dicho. Para matarme. Pero veo que le gusta, porque sonríe, y yo añado:

—Nunca he sido romántica, Freen. Pero quiero que sepas que me encapriché de ti en el primer momento en que te vi. Me asusta la idea de lo que me haces sentir, porque nunca he creído en el amor, pero no puedo negar que me gusta escuchar las cosas tan bonitas que me dices y que no quiero dejar de sentir lo que me provocas.

Sí… sin duda esto ha estado mejor que la tonteria de lo del surtido de besos.
Nos miramos… Tiemblo… Tengo miedo de lo que acabo de decir. Nunca he dicho ni aceptado una relación así, pero el miedo se me disipa cuando mi morena sonríe y acerca su boca a la mía. Me besa con delirio, con pasión, con locura, como sólo ella sabe hacerlo. Me muerde los labios con deleite, volviéndome loca, y, sin apartarse de mi boca, murmura:

—Caprichosa. Asiento.

Por primera vez en mi vida acepto que soy caprichosa y que me he enamorado. Y deseosa de mi mayor capricho, rozo mi nariz con la suya y susurro:

—Y ahora quiero que me hagas el amor, que me beses con tu boca maravillosa, que me digas cosas bonitas, románticas y tiernas y que me hagas disfrutar.

No hace falta decir más. Ambas estamos desnudas, me sujeta con una de sus manos por el trasero mientras la otra la lleva hasta el centro de mi húmedo deseo y dice:

—Te haré el amor como pides. Te besaré hasta dejarte sin aliento.

Me hace el amor como yo le pido que me lo haga con la mirada. Me entrego a ella como sus ojos me piden que me entregue. Y cuando veo que se muerde el labio inferior, cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás, creo que me voy morir de gusto y placer. Sin descanso, me posee. Nos pertenecemos. Disfrutamos de nuestra locura hasta llegar al clímax al unísono y nos quedamos agotadas pero felices la una en brazos de la otra.

JUEGOS DE SEDUCCIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora