Capitulo 17

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Diez días después, mi mareo, no sé si por las pastillas que Freen me dio o por lo que me hace sentir en nuestros increíbles encuentros, va desapareciendo poco a poco y me siento maravillosa. Por las noches nos buscamos y encontramos en distintos y solitarios puntos del barco, donde hacemos el amor como dos fieras hambrientas. Como dos auténticas depredadoras. Nos complementamos bien en el sexo. Ambas somos morbosas, atrevidas y juguetonas. Nos encanta dejarnos llevar por nuestras fantasías. En ocasiones, nuestros encuentros son dulces y en otras, salvajes y lujuriosos.
De pronto, todo mi universo está contenido en el barco. Ahí tengo el trabajo que me gusta y a la mujer que deseo, ¿qué más puedo pedir? Pensar en Freen me hace estar de buen humor. Incluso Nam lo comenta, pero yo niego con la cabeza. No quiero que mencione la palabra amor. No quiero eso. Quiero creer que lo mío con Freen es sexo. Puro sexo.

Sentir cómo me observa por las noches, mientras canto, es morboso. Sé que mis canciones van dirigidas a ella. Igual que mis gestos y sé que, cuando nos encontramos a solas, toda ella es para mí. Las dos somos apasionadas y a veces discutimos. He descubierto que Freen es celosa, posesiva, y que no le hace gracia que otros hombres o mujeres me sonrían y dediquen piropos cuando estoy en el escenario o fuera de él. Eso la saca de sus casillas y a mí, aunque su actitud me molesta, por primera vez en mi vida me da cierto gusto.

Segundo a segundo, soy consciente de que algo me ocurre. Intento rechazar ese sentimiento de posesión que Freen me provoca pero no lo puedo remediar. Finalmente, ella se da cuenta. No dice nada, pero sonríe y disfruta del gusto que le da la situación. Yo la fulmino con la mirada, pero interiormente sonrío también.

Esta noche, en la orquesta hemos decidido rendir homenaje al grupo musical Abba. Un grupo que, a pesar de los años que han pasado, tiene una música que sigue gustando y haciendo bailar a la gente. Vestida con un vestido plateado de lo más sensual y un gorrito a juego, canto junto a mi compañera:

- You are the Dancing Queen, young and sweet, only seventeen. Dancing Queen, feel the beat from the tambourine. You can dance, you can dance, having the time of your life…

Jennie y yo lo pasamos bien mientras la gente baila y nosotras cantamos felices y contentas. Cuando veo a Freen apoyada en una puerta de la cubierta, el corazón se me dispara. Me mira con tal deseo que ya no puedo ver nada que no sea ella. Canto para ella, que me sonríe, mientras unos hombres que están a mi derecha empiezan a piropearme. Veo que ella los mira, oye lo que dicen y su sonrisa se borra. ¡Qué mal lleva esto!
Pero mi trabajo es divertir, cantar, reír, bromear y bailar con los pasajeros y ante eso no puedo hacer nada, y, como siempre, ella lo acepta. Durante varios minutos, observo a mi bombón hasta que me guiña un ojo, se despide de mí y desaparece de mi campo de visión. Una vez se va, tiemblo. Siento su vacío y la echo de menos.

Nunca me ha pasado nada igual. Nunca me he sentido tan sola cuando una mujer no está a mi lado y de pronto soy consciente de una cosa. Me asfixio. Me atraganto. Me acabo de dar cuenta de que estoy total y completamente enamorada de Freen. ¡Dios mío, la he cagado!

Esta noche, Nam está de guardia y, cuando termina la primera parte del espectáculo, acudo a buscarla desesperada. Necesito verla. Como siempre, sonríe cuando me ve. Me pregunta si tengo hambre y, al responderle que sí, me pone delante una tarta de fresas. Mientras hablamos, pienso en la mejor manera de abordar lo que me pasa. No sé cómo decirlo. ¡Me da hasta vergüenza! Yo, la antirromántica, la antienamoramiento, de pronto estoy totalmente enamorada de alguien. ¡Es increíble!

—Creo que me he enamorado. Ella me mira alucinada.

— Es una broma, ¿no?
—Te lo juro.
—Aquí la del romanticismo siempre he sido yo y, desde ya, te digo que eso no lleva a ningún lado. ¡olvídate del asunto! Asiento. Resoplo.

Efectivamente, tiene razón. Enamorarse es una tontería. El problema es que esta vez la tontería me la estoy creyendo y el corazón se me acelera.

—No puedo, Nam. Me despierto y pienso en ella. Me acuesto y pienso en ella. Canto y pienso en ella. Me ducho y pienso en ella. Resoplo.

— ¿qué me está pasando?

Ella me mira. Se mete un trozo de tarta en la boca, y cuando ya creo que voy a gritar responde:

— La estás cagando sin remedio, amiga.

— Y al ver que me tapo la cara con las manos, añade:
— Pero vamos a ver, tú, la tía más liberal que conozco, la que tiene el corazón blindado  ¿cómo te has podido enamorar?
—No lo sé. Sólo sé que, cuando la veo, tengo palpitaciones, las manos me sudan y…
—Dios… Dios… Dios… ¡hasta los huesos es poco!
—Efectivamente, hasta los huesos.

Afirmo desde mi propia nube de algodón y luego musito soñadora:

— Me dice cosas preciosas. Me hace creer que entre dos personas puede haber algo más que sexo del bueno. Con ella las horas son minutos y no me canso de besarla, mirarla.

—¡Madre mía… esto es grave! ¡¿Mucho?!

La experta en amor me mira y dice que sí con la cabeza.
—Muchísimo. O cortas o sufriras, ¡tú decides!. Resoplo.

Lo último que quiero es cortar con Freen, y menos aún sufrir. Tengo ganas de llorar. ¿Cómo me ha podido pasar esto? De pronto, entra en la cocina la  mujer de mis sueños y suelto un gemidito mientras sonrío como una tonta y el corazón se me acelera. Nam me mira y, dándome un tirón de pelo, murmura:

—Quítate esa cara de tonta.
—No puedo. ¿Tanto se me nota?
Nam se mete otra cucharada de tarta en la boca y contesta:

—Disimula mejor tu estado o le irán con el cuento a Saint y, como se entere, van las dos derechito a la calle.

Dejo de mirarla, pero sin poderlo evitar, la vista se me va hacia ella. Freen está apoyada en una mesa, bebiendo agua. Nuestros ojos se encuentran. Sonríe un poco y me guiña un ojo. ¡Qué atrevida! Aparto la vista. Me acaloro, hiperventilo y Nam me da aire mientras murmura:

—Patético… esto es patético.

No sé qué decir. Sólo sé que necesito mirarla de nuevo. Con disimulo, echo una ojeada a mi alrededor y cuando veo que nadie se fija en nosotras, la miro y soy yo quien le guiña un ojo. Mi gesto la sorprende. Resopla y, tras dejar el vaso en uno de los fregaderos, con una sonrisa peligrosa en la boca, camina hacia una de las cámaras frigoríficas y me hace un gesto con la cabeza. Bueno… bueno… bueno… me está pidiendo que vaya. ¿Qué hago? ¿Qué debo hacer? Nam, que se ha percatado de todo, me quita el plato de tarta de las manos, me da una lechuga que coge de una encimera y me dice con gesto de reproche:

—Dos minutos, ni uno más. ¿Entendido? Yo asiento y Con la lechuga en las manos, me encamino hacia donde sé que Freen me espera.

JUEGOS DE SEDUCCIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora