Esta noche no voy a mi casa a dormir. Me quedo con Freen. Desde que nos hemos reencontrado no paramos de besarnos, de mirarnos, de tocarnos, de abrazarnos y estoy tan feliz, tan contenta, tan dichosa que creo que voy a explotar. Tras la cena, cuando todos se van, ella me propone dar un paseo por la playa. Acepto. Es más de medianoche y la playa está vacía. Muy vacía. Caminamos abrazadas por la arena mientras ella me habla de lo mucho que me ha extrañado y yo sonrío al oírla. Cuando el agua nos moja los pies, nos paramos. Nos miramos y le pido:—Bésame. Lo hace. Me devora. Su lengua busca la mía y tomandome entre sus brazos me hace el amor sólo con la boca, mientras le rodeo la cintura con las piernas y sus manos acaban debajo de mi falda, sujetándome por el trasero. Nuestra respiración se acelera. El deseo puede con nosotras y Freen murmura contra mi boca:
—Te haría el amor ahora mismo. Sonrío. Sin duda ambas deseamos lo mismo y contesto:
—Hazlo. Sorprendida por mi respuesta, me mira y yo añado sonriente:
—Tú me deseas, yo te deseo. Lo que piense el resto del mundo me da igual.
Con gesto divertido, Freen me besa y murmura:
—Caprichosa… no me tientes.
Dispuesta a hacer precisamente eso, me desabrocho la camisa. Luego me bajo las copas del sujetador para mostrarle los pechos y murmuro:
—Son tuyos. Tómalos.
Sin soltarme, Freen inclina la cabeza y acerca la boca a mis pezones. Chupa uno con deleite y el aire de la playa me los endurece. Estoy extasiada.
—No sabes cuánto te he extrañado.
Mi voz y lo que digo la cautiva. El ansia que siente por mí y su gruñido de placer así me lo dicen y, mientras prosigue su particular ataque, sugiero:
—Vayamos tras aquellas hamacas. Allí nadie nos verá. Freen se aparta de mi pecho y me mira. Su deseo es inmenso y finalmente sonríe y acepta mi locura. Camina hacia donde le indico y, cuando llegamos, me suelta y dice:
—Será algo rápido, caprichosa.
Asiento y sonrío. Sea lo que sea, lo quiero y ¡lo quiero ya!.
¡Madre mía… madre mía! La hago sentarse en la hamaca y, con cuidado, me coloco a horcajadas sobre ella.
Le beso la comisura de los labios con mimo, pero su ansiedad es tal que me coge la cabeza y, con lujuria y desenfreno, me besa hasta dejarme sin aliento.—Becky… murmura con voz ronca, apretándome contra ella.
Al cabo de unos minutos, noto que me pasa la nariz por el cuello y murmura:
—Todavía no me puedo creer que te tenga entre mis brazos, cariño.
—Me tienes… me tienes. Afirmo encantada.Con cuidado, me levanto de sus piernas y ambas sonreímos.
—Tengo tierra hasta en el blanco de los ojos. Digo, tocándome la cara. Ella sonríe y contesta:
—En cuanto lleguemos al hotel, nos ducharemos. Tras arreglarnos un poco caminamos hacia el hotel cogidas de la mano. En el camino, nos besamos y pronunciamos cientos de promesas de amor. Una vez llegamos, sin soltarme y con seguridad, ella me guía hasta los ascensores. Cuando las puertas de éstos se cierran, me acerco, loca de amor, y mi morena me coge en brazos con verdadera devoción.
—Caprichosa… cuanto más te miro, más bonita me pareces. Sonrío. Cuánto echaba de menos su galantería… Sin soltarme, llegamos a su habitación y, una vez dentro, me mira y confiesa:—Te he extrañado tanto….
—Tanto como yo a ti… respondo.La apasionada, morbosa y caliente mirada de mi amor me pone la carne de gallinas. Me suelta, me arrincona contra la pared y me desabrocha la camisa, que después me quita y deja caer al suelo.
—Te quiero desnuda y en la ducha dispuesta para mí. Sólo para mí.
—Desnúdame sólo para ti. La animo yo, ansiosa de sexo. Sin demora, me desabrocha la falda, que cae también al suelo, y cuando me quedo sólo con la braga y el sujetador, me besa y murmura, mientras se desnuda también.
—Te diría que me sedujeras como aquel día en Filipinas, pero estoy tan caliente, tan loca y deseosa de ti que no podrías hacer ni un solo movimiento. Sonreímos. Me coge de la mano y entramos en el lujoso cuarto de baño. Una vez allí, abre el grifo de la ducha y, sin soltarme, murmura, besando la mano en la que llevo el anillo que me ha regalado.
—Ya no tienes escapatoria. Eres la próxima señora Chankimha. Mi mujer.El agua de la ducha corre por nuestros cuerpos y, arrinconándome contra la pared, Freen vuelve a besarme. Sus besos son locos… Sabrosos… Sus besos son los mejores del mundo… Rendida a ella, disfruto de su pasión, mientras la mía propia se desata y me dejo llevar. Paseo mis manos por su mojado cuerpo y, deteniéndome en su duro trasero, susurro:
—Tienes el culo más duro y precioso que he tocado en toda mi vida.
Freen sonríe. Y responde mientras introduce un dedo en mi vagina:
—Y tú tienes la cara, el pelo, el cuello, la boca y la sonrisa más bonitos del mundo. Y, lo mejor, toda, eres absolutamente mía.
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JUEGOS DE SEDUCCION
RomanceRebecca trabaja de cantante en los hoteles de inglaterra. Está soltera y vive rodeada de su familia. Su vida es plácida y, en cierto modo, acomodada. Pero a Rebecca le gusta experimentar cosas nuevas, y decide adentrarse en el mundo de los intercamb...