Desde el otro punto de vista

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Los siguientes días a la llegada de Ryūko a la mansión Kiryūin fueron muy difíciles también para Satsuki. Su imooto se negaba a tenerla cerca y pasaba la mayoría del tiempo en cama, encerrada en su propia habitación como una reclusa; de lo cual, Satsuki era culpable parcialmente. En su deseo de protegerla de todo mal, no le había quedado otra alternativa que mantenerla bajo llave para evitar que huyera y provocara la ira de la madre de ambas.

Por lo cual, Satsuki tuvo que ser precavida al elegir a los miembros del personal que podían entrar en aquella alcoba para la limpieza o llevar las tres comidas del día. La principal amenaza de la cual debía proteger a su pobre hermana, era de Nui.

Satsuki estaba tenía muy presente la obsesión de la pequeña rubia por Ryūko, y era solo cuestión de tiempo para que intentara algo para acercase a ella. En un principio, la primogénita lo había prevenido vigilando desde el pasillo cada vez que abrían la puerta, pero por desgracia no podía estar siempre de guardia, principalmente a causa de sus clases en la universidad. Además, Ragyō la había presionado para que reanudara sus responsabilidades en la empresa familiar y la academia preparatoria Honnōji.

Fue precisamente una tarde en su ausencia, Nui aprovechó para introducirse en la habitación con Ryūko. Por suerte, la chica del mechón rojo logró escapar de sus garras encerrándose en el baño y para cuando Satsuki regresó a casa, Nui continuaba en la puerta gritándole obscenidades a la joven del otro lado. Fue tarea de la hermana mayor terminar la situación, tirando sin piedad de las coletas rubias de la niña.

Después de eso, Nui no volvió a intentar tan descaradamente atormentar a Ryūko, pero Satsuki sabía que tarde temprano intentaría una nueva jugarreta.

El otro riesgo para su imooto, corría solamente por parte de su madre, y a diferencia de Nui, Satsuki no podía hacer absolutamente nada para impedirle la entrada en la habitación de Ryūko; y cada vez que lo hacía, una batalla se desataba entre ambas.

La joven heredera comenzaba a perder la paciencia con la falta de tacto de su imooto ¿Acaso no tenía nada de auto-preservación? Pero aún así, Ryūko prefería molestar al toro y quedar como víctima de los terribles arrebatos de Ragyō; esos que Satsuki conocía muy bien. Pero en cierta forma podía comprenderlo, Ryūko no creció a lado de la madre de ambas y en cambio Sōichirō había sido más desobligado en sus deberes de progenitor que un dictador.

Aún así, Satsuki se vio en la difícil situación de tomar una medida perjudicial para Ryūko con tal de calmar la ira de Ragyō. La matriarca de la familia había insistió, hasta caer en la violencia, para obligar a Ryūko vestir ropa de la REVOCs; pero como siempre, la hija de la mujer se puso difícil y grosera en respuesta. Habría terminado mucho peor si la primogénita no hubiera intervenido para acabar la situación, por desgracia era a costa del bien de Ryūko.

Fue casi torturador el no intervenir para ayudar a su imooto, cuando Ragyō le arrancó la ropa a la fuerza, pero entre más rápido terminara todo, sería lo mejor. Aunque, al presenciar la mirada victoriosa de su madre, Satsuki comenzó a arrepentirse de lo que había provocado. Así que pensó en una perfecta forma de desquitarse, y si conocía bien el temperamento de Ryūko, ésta lo haría sin duda.

Solo una leve insinuación fue suficiente para que Ryūko captara la idea y desafiara a Ragyō a pesar de que la había forzado a cumplir sus deseos. Después de eso, Satsuki no pudo evitar imaginarse el buen equipo que sería ella y Ryūko si enfrentaban juntas a su madre; tal vez podrían agotarla, hasta que finalmente las dejara en paz.

En el fondo, Satsuki sabía que eso era imposible, en especial porque su imooto no la había perdonado y pensaba que estaba del lado de Ragyō. La joven de cabellera negra tuvo la confirmación de sus temores en el siguiente intento de escape de Ryūko, donde pudo ver el odio en su rostro y sus palabras llenas de ira, cuando Satsuki la regresó a la fuerza a la habitación que le servía de prisión.

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