El diario Sōichirō

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Durante aquel anochecer, la academia Honnōji tan solo era custodiada por muy pocos alumnos, la mayoría pertenecientes al comité disciplinario. Aunque su presencia era una novedad para una noche de sábado, pero su estadía era necesaria y requerida por el mismo Gamagōri Ira; el joven se tomaba como responsabilidad personal salvaguardar la seguridad del instituto y sus recién adquiridos trofeos. Aunque la victoria de la escuela era casi definitiva, nadie quería correr ningún riesgo hasta el evento final que se realizaría el próximo lunes.

Ante la soledad de la escuela, poca luces de ciertos cuartos eran las únicas fuentes de luz en todo el edificio, y una de ellas pertenecía al taller de costura de Iori Shirō. El joven rubio no tenía trabajo pendiente que realizar a pesar del gran evento que se tenía planificado efectuar en un par de días; todo iba de acuerdo al tiempo. Sus motivos por los cuales permanecía hasta tarde en la academia eran muy simple: buscaba un poco de paz y privacidad, algo que no podía obtener fácilmente en la mansión Kiryūin, donde las paredes solían escuchar las conversaciones.

La intención de Iori era sencilla, quería terminar de leer el diario de Kiryūin Sōichirō lo más pronto posible y sin interrupciones. Tan pronto conociera todo el contenido en sus páginas, tal vez sería posible encontrar alguna manera de ayudar, aunque fuera un poco y mínima la posibilidad, a pobre de Satsuki, ante aquella dura situación por la que solía atravesar en esas fechas.

En una sesión anterior, Iori había alcanzado leer casi la mitad del texto. A diferencia de los diarios comunes, este no estaba escrito en fechas consecutivas, con regularidad marcaba plazos que estaban separadas entre sí por varios meses, hasta años. Era como si el hombre que lo había escrito, solo lo hacía cuando tenía algo importante que relatar o si lo necesitara para aliviar algún peso sobre sus hombros. Mucho de lo que había leído se enfocaba en el principio de la carrera de Sōichirō, como fue abriéndose camino en el ámbito científico y ganándose el respeto de sus colegas. Poco a poco fue descubriendo a un hombre brillante, algo obsesionado con el éxito, antisocial e increíblemente testarudo. Ahora, sabía de dónde lo había sacado Satsuki.

Los primeros años que estaban escritos en ese diario nada tenían que ver con la vida en familia que tan desesperadamente Iori requería información. Inclusive, la última fecha que el joven había llegado a leer, marcaba un simposio científico en Vienna enfocado en la fabricación de mejores materia primas. Sōichirō iba a presentar un nuevo polímero diseñado por él, que ayudaría en la fabricación de telas más resistentes y duraderas para la milicia y chalecos antibalas. En esas últimas páginas, finalmente el nombre de Kiryūin Ragyō hacía su aparición como una leve mención.

Las pocas palabras con las que Sochiro había mencionado a su futura esposa eran tan llenas de indiferencia que habían dejado intrigado al joven rubio por saber que había sucedido más adelante.

–Tan tarde y aún aquí

Desde su mesa de trabajo donde se había acurrucado con una taza de té, Iori alzó la vista para toparse con la figura de Inumuta Hōka parado en el umbral de la puerta de su taller. El joven de cabellera azul aún portaba su uniforme escolar y llevaba su laptop bajo el brazo.

– ¡Inumuta! ¿Qué haces aquí? –le preguntó Iori alterado escondiendo rápidamente el diario debajo de la mesa. Ese movimiento en lugar de ayudarlo, llamó la atención de Inumuta.

–Vaya que es curioso –dijo el joven acomodando sus lente y adentrándose en la habitación –, por tú reacción se diría que estas ocultando algo. Algo interesante.

– ¿Qué? ¿Yo? ¿Ocultar algo? –agregó rápidamente Iori sin poder disimular su nerviosismo –. A mí me parece que estas imaginando cosas, Inumuta.

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