Cuando finalmente Kiryūin Satsuki llegó a su impasible hogar ya había caído la noche. La chica fue directamente a su habitación para cambiarse las ropas que la disfrazaban y tomar una ducha rápida. Casi sin pensamientos, se caló en su esponjosa bata de baño y se dejo caer sobre su enorme y solitaria cama.
No deseaba ver a nadie, y posiblemente ninguno de los habitantes de la mansión se había percatado de su arribo; su leal mayordomo ya la habría visitado si así fuera. No tenía idea si su madre estaba en casa o si Nui había regresado de Naniwa Kinman después de su regaño. Sinceramente, no le importaba.
En solitario y en silencio, contempló el techo de su habitación en que le parecieron horas, mientras que mente estaba enfocada en un solo punto: su hermana menor, Matoi Ryūko.
Había logrado entablar un encuentro con ella que no había terminado en gritos y amenazas de muerte por parte de la chica del mechón rojo. Exceptuando el hecho del terrible acoso de Nui, había sido un excelente progreso entre ambas. Incluso, Ryūko la había tomado de la mano.
Satsuki no pudo evitar alzar su muñeca y contemplar el punto exacto donde su hermana la había sujetado. Precisamente, no la había tomado de la mano, pero era suficiente contacto con ella sin ninguna insinuación violenta o amenazadora.
Era un paso muy lento, pero al menos fue uno hacia adelante.
Fue casi predestinado y una casualidad, que Satsuki hubiera entrado a los baños contiguos al gimnasio y estos a su vez estuviera contra pared de los vestidores, donde resultaba fácil escuchar los inconfundibles gritos de Matoi. Esperaba que haberla protegido generara algún tipo de gratitud en Ryūko, pero tampoco debía engañarse con la idea de que su imooto se sintiera en deuda con ella. Además no era lo que deseaba.
Por otro lado, a Satsuki le irritaba y enfermaba pensar en las acciones de Nui. Era un comportamiento definitivamente típico en ella, obtener lo que desea sin tener consideraciones en los demás; generalmente esa actitud de la más menor de sus hermanas no le quitaba el sueño a Satsuki sin importar lo desagradable que lo encontrara, pero que lo llevara a cabo con Ryūko era otra cosa.
Pero algo le quedaba completamente claro a Satsuki, Nui no sabía nada sobre su parentesco consanguíneo con Ryūko, ya que con su comportamiento lesivo e imprudente probablemente ya le habría mencionado algo a Matoi. También le confirmaba que ella estaba en Naniwa Kinman por voluntad propia y que la madre de ambas no tenía nada que ver. Eran grandes las probabilidades que Ragyō aún no supiera nada sobre Ryūko.
Era extraño como hacía tan solo un poco más de un mes, Satsuki despreciaba a Matoi como una gran molestia, y ahora en su presente, no hubiera nada más que anhelara que pasar un momento de calidad de hermana con ella.
Satsuki soltó un suspiro antes de enderezarse. Se levantó de la cama y caminó hasta su tocador para tomar un grueso cepillo que comenzó a pasar por su larga cabellera negra. Sentada frente al enorme espejo rectangular donde su reflejo le devolvía la mirada, Satsuki no pudo evitar recordar aquella noche que también delante del espejo había sufrido la peor sacudida de realidad en su vida.
Justamente sucedió ese terrible día en que descubrió que su padre, Kiryūin Sōichirō era Matoi Isshin.
Satsuki había despedido cortantemente a sus compañeros de consejo una vez que regresaron a la mansión Kiryūin, ignoró descaradamente las suplicas Soroi e Iori, y se encerró en su habitación en completa soledad. No quería que nadie atendiera las heridas y golpes que lucía su cuerpo como prueba de su enfrentamiento con Matoi; y como lo haría uno meses más adelante, se enfocó en su reflejo que le devolvía una mirada penetrante en el espejo de su tocador. Miles de ideas pasaban por su cabeza en lo revivía una vez más lo sucesos en la mansión Matoi, así como las terribles palabras de su otoosan; y entre ellas se escuchaba una voz, posiblemente su subconsciente que le repetía constantemente la verdad que estaba necia en negar: Matoi era su pequeña hermana perdida.
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Remembranzas vivas
Hayran KurguEn un universo alterno en que no existen las fibras vivas, Ryuko y Satsuki fueron separadas de niñas. Con el cumpleaños dieciocho de Satsiki se revela el mayor secreto que su madre le ha ocultado por años y descubre que la persona que más la detesta...