Hotel California

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A la mañana siguiente Kinagase Kinue se encontraba en uno de los corredores del la universidad Central mirando preocupada su reloj de muñeca. Había pasado una noche terrible, casi no había dormido buscando por las calles de la ciudad a la joven Matoi Ryūko sin obtener el mínimo rastro de ella. Y Kinue habría continuado hasta el amanecer, si no hubiera sido que Mikisugui Aikurō y su hermano la detuvieron y llevaron de regreso a casa. No era la primera vez y probablemente (conociendo el carácter de la chica del mechón rojo) no la ultima que desaparecía de esa manera por varios días sin dejar una señal de su paradero; además, siempre reaparecía unos días después.

Pero eso no impidió que Kinue pasara la noche en vela preocupada por su joven protegida, revisando ansiosamente su teléfono celular, esperando que contestara a sus llamadas o mensajes, o que apareciera en la puerta con lágrimas en los ojos.

Esa era la principal preocupación de la mayor de los hermanos Kinagase; Ryūko solía ser tan fuerte e independiente que el hecho que estuviera por su cuenta en la ciudad no solía quitarle el sueño, casi siempre terminaba en la casa de alguno de sus amigos, donde la podía localizar fácilmente. Pero en esa ocasión, había escuchado de primera mano las palabras devastadoras de la chica a través de la puerta de la cocina, y según el padre de esta, se podía apreciar destrozada emocionalmente. Ni siquiera Mako y Kaneo tenían idea a donde había ido. El que Ryūko no buscara su ayuda de sus amigos, significaba que deseaba estar sola.

Pero lo más desconsolador era que Ryūko finalmente sabía la verdad. Ninguno estaba seguro de cómo Ryūko se había enterado, o que versión conocía, pero realmente esta información la había consternado.

Por desgracias para Kinue el resto del mundo no se detenía simplemente porque no sabían dónde estaba Ryūko y ella tenía mucho trabajo por el resto del día, principalmente cubrir las horas de clase del profesor Matoi, quien se había estado negando rotundamente en abandonar su hogar. Kinue solo esperaba poder terminar rápida la clase de ese día para continuar su búsqueda de la joven desaparecida.

–Faltan cinco minutos –dijo para sí pasando su vista de su reloj a los jóvenes estudiantes agrupados junto el aula de clase –. Será mejor que lo adelante, para salir lo pronto posible de aquí.

–Si es así como cubres mis horas, es por eso la junta directiva sigue reprimiéndome –interrumpió las ideas de la joven mujer a sus espaldas, una voz muy conocida por ella.

Al volverse, Kinue se topó nada menos que su mentor el profesor Matoi, vestido formalmente para la clase y de nuevo con su aspecto pulcro. La mandíbula de la joven casi cayó al suelo y sus ojos se desorbitaron de la sorpresa.

–¿Qué hace usted aquí? – le preguntó Kinue, mientras el hombre comenzó a tomar los papeles que ella llevaba en brazos.

–Curioso –comentó él con calma –. Por varias semanas me estuvieron insistiendo los tres que debía salir de nuevo al mundo, y ahora que estoy, me preguntas que hago fuera de la mansión –sus palabras causaron un leve espasmo en su joven discípula, por lo cual se apresuró a agregar –: no había dicho yo que si volvía a ver a Ryūko retomaría mi vida. Bueno, la niña apareció en la casa e incluso me abrazo, así que creí que debía tragarme mis palabras y volver a ser un miembro activo de la sociedad.

–Pero... Matoi-sensei... –dijo Kinue de último sin comprender que traía el profesor entre manos.

–Kinue, aunque no lo parezca, estoy muy preocupado por Ryūko –admitió Isshin clavando sus ojos en la joven mujer delante de él –, pero a diferencia de ustedes yo no puedo hacer nada para ayudarla, ni siquiera tengo la menor idea de adonde habrá huido. Pero si alguien puede localizarla esa tendría que ser tú. Así que lo mínimo que puedo hacer es ayudarte con tu trabajo del día, para que puedas salir de aquí y buscarla.

Remembranzas vivasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora