¿Qué paso anoche?

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Había sido una mañana extraña y llena de sorpresa para Kinagase Kinue, lo cual resultaba muy raro en su vida rutinaria y casi aburrida. Su rutina no le afectaba, ni le importaba. No era una persona de impresiones fuertes o que buscara de la emoción, le gustaba su vida tal y como era.

Una condición de familia. Sus padres eran gente sencilla y pasiva, Kinue y Tsumugu tuvieron que arreglárselas por su cuenta para asegurarse su educación superior; ella trabajando para la universidad, él como parte de su entrenamiento. Pero aún así conservaban ciertas costumbres de su simple hogar como la sencillez, el conformismo y, por supuesto, la unidad familiar.

Esa era principal razón por la cual Kinue no podía entender la falta de unión entre los Matoi. Tanto padre como hija, no mostraban el afecto familiar al que ella estaba acostumbrada. Al darse cuenta de ello, la joven mujer se propuso la misión de cambiarlo, pero hasta el momento no había tenido resultados. Ambos, tanto padre como hija, era tercos y necios. Eso tenían en común, además de la increíble capacidad de sorprenderla.

Ya había sido muy impactante para Kinue descubrir esa misma mañana el repentino cambio de aspecto del profesor Matoi, el cual no tenía razón o motivo obvio, y el verdadero, el mismo profesor se negaba a revelar:

–¿Por qué me interrogas Kinue? –le dijo el profesor antes de abandonar la mansión con solo la compañía de Tsumugu –. Solo iré a una comida.

–¿Y por qué va Tsumugu con usted?

–Más vale ser precavido.

Y sin más, el hombre la dejo con una gran duda. Por desgracia para ella, no podía hacer nada para que el profesor confesara, una situación que no estaba dispuesta a que se repitiera con Ryūko.

Tanto la joven como su guardiana, viajaban por las calles de la ciudad en el pequeño automóvil de Kinue de regresó al departamento que compartían en el complejo de la universidad. Hacía tan solo un par de minutos, Kinue había llegado con los Mankanshoku para recogerla y estos le contaron una increíble historia.

Kinue volvió su vista del camino hacia la joven que dormitaba contra la ventanilla en el asiento del copiloto, abrazando contra su cuerpo su conejo mascota. Se veía tan tranquila e inocente que le resultaba difícil para la joven mujer molestar su sueño, pero de verdad quería averiguar qué había pasado la noche anterior. Según los Mankanshoku, Ryūko y sus amigos había asistido a una fiesta muy estrambótica en la preparatoria Naniwa kinman; ya por sí era sorprendente que Ryūko se prestara para un evento tal cual, lo más impactante había sido, que tanto ella como Mako, habían llegado cada una por su cuenta en la madrugada, cubiertas de comida y achampañadas por muchacho desconocido cada una.

Los Mankanshoku no le proveyeron mucha información sobre el joven que había aparecido con Ryūko, tanto porque Barazō estaba muy alterado por el hombre que había regresado a Mako a casa en su llamativo automóvil, sino también porque Ryūko no permitió que su acompáñante entrara a la casa. Pero de algo estaban seguros, ninguno de los dos hombres era Takarada Kaneo, el único amigo varón que tenían ambas chicas.

Kinue está emocionada y ansiosa. Ryūko no era una persona que hiciera amigos fácilmente o constantemente, así que todo eso era un gran avance para ella. Sin poder resistir más, Kinue extendió su brazo hasta alcanzar el hombro de Ryūko al detenerse en un semáforo, y con delicadeza, la sacudió un poco para despertarla.

–Ryūko... Ryūko ...

La chica soltó un leve gruñido en lo que despegó su rostro contra el frío cristal y un delicado hilo de saliva se extendió de su boca hasta la liza superficie de vidrio.

–¿Qué pasa, Kinue? –dijo la joven frotándose los ojos.

–No es nada –agregó la mujer fingiendo seriedad, aunque estaba tan animada como una chiquilla –, solo que quería que me contaras un poco de la fiesta de anoche, según los Mankanshoku se divirtieron en grande.

Remembranzas vivasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora