Había sido una mañana muy dura para Matoi Isshin, con la afligida ceremonia de despedida a Kinagase Kinue, y la dramática tensión que se generó cuando sus hijas se encontraron en el cementerio. Fue casi un milagro que Ryūko actuara razonablemente a pesar de su impulsivo temperamento, y permitiera que Satsuki se marchara si haber más conflictos entre ellas.
Aunque Isshin/Sōichirō no estaba muy satisfecho con tal resolución, ya que él habría deseado que sus dos hijas armonizaran en perfecta calma, también sabía que era un deseo casi imposible teniendo en cuenta los sucesos del pasado en que estaban involucradas las dos chicas. El profesor se sentía terriblemente con Satsuki; la mayor de sus hijas en un principio se había mostrado algo reacia de asistir a la ceremonia, pero ante la insistencia de su padre, Iori Shirō y Soroi, lograron persuadirla de lo contrario. Todo, para Ryūko la despreciara de inmediato.
Una vez que Kiryūin Satsuki se retiró con el propósito de evitar más problemas, el resto de la ceremonia transcurrió con calma y respeto, aunque el aura triste era inevitable e invadió a cada uno de los presente; incluso, los vándalos que acompañaban a uno de los amigos de Satsuki, estallaron en lagrimas y escandalosos gritos. Curiosamente, la única persona que se contuvo emoción alguna fue la misma Matoi Ryūko.
Su padre estaba seriamente preocupado por ella. Aquel comportamiento que mostraba Ryūko desde la muerte de Kinue resultaba completamente ajeno a ella. Entendía lo devastada que debía encontrarse debajo de ese exterior inflexible, ya que él experimentaba de primera mano la misma emoción que la joven del mechón rojo.
Antes de la llagada de Kinue a sus vidas, todo era blanco y negro para el profesor Matoi, pero de alguna forma sorprendente que aún no comprendía como lo había logrado, la joven mujer había traído consigo color y vida a su existencia, como a la de su hija. Kinue cuidó de ellos en muchas formas posible, y sin ella, tanto padre como hija estaban perdidos. Tal vez esa fue esa la principal razón, ese sentimiento de pena y vacio compartido, lo que llevó a Ryūko a un acto de amor completamente impredecible.
En cierto punto durante la ceremonia, la joven del mechón le tomó a su padre de la mano. En un principio Isshin hasta casi da un brinco al sentir los suaves dedos de su hija en su palma, y por unos segundos se quedo pasmado sin saber cómo reaccionar; poco después, se atrevió a corresponder a su afecto con leve apretón. Ninguno de los demás participantes de la ceremonia se diera cuenta de lo que sucedía entre ellos, ya que a pesar del consuelo que se daban padre e hija, evitaron todo contacto visual.
Kinue había sido su principal consejera, guía, apoyo emocional y moral, aprendiz, colega profesional, hasta una hija substituta; y con su muerte, le había dejado a Isshin un desolado abismo en el corazón que solo podía compartir con Ryūko. Pero en aquellos terribles momentos, el profesor Matoi pudo ver una luz al final de túnel, ya que si ese terrible dolor le permitía rehacer su relación con hija facinerosa, era como si Kinue realizara su último acto para reconciliarlos.
Después que terminó la ceremonia, los amigos de Satsuki, curiosamente se negaron a alejarse de Ryūko (Isshin no estuvo seguro si lo hacían por ella o por Satsuki) e invitaron a la joven y a los Mankanshokus a comer a un lugar del centro. Aunque Isshin también fue invitado, se negó rotundamente (en cambio con una seña le indicó a Mikisugi Aikurō que lo acompañara) ya que le parecía tentar demasiado a su suerte. Debía aceptar la primera victoria en la posible reconciliación con Ryūko y retirarse graciosamente.
Cuando finalmente regresó a la mansión Matoi ya el atardecer se veía en el horizonte. Agotado, se dispuso a cambiarse su fino traje por algo más cómodo, pero no alcanzó a llegar a las escaleras cuando llamaron a la puerta.
–Okaerinasai –dijo girando el picaporte, pensando en que probablemente sería Satsuki y su mayordomo regresado a casa.
Para su horror, no era su hija.
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Remembranzas vivas
FanfictionEn un universo alterno en que no existen las fibras vivas, Ryuko y Satsuki fueron separadas de niñas. Con el cumpleaños dieciocho de Satsiki se revela el mayor secreto que su madre le ha ocultado por años y descubre que la persona que más la detesta...