Remembranzas vivas

Promissa

(Concepto polisémico de contrato autónomo, o promesa)

Esa misma mañana, precisamente en la academia Honnōji, Jakuzure Nonon llegaba al recito en un automóvil de lujo conducido por el chofer contratado por su padre para transportarla a donde sus caprichos indicaran. La joven de cabellera rosada ya no era más una estudiante de la preparatoria, desde hacía una semana que se había graduado con honores de la escuela y su presencia se debía principalmente al deber que tenía con su querida prima y líder, Kiryūin Satsuki.

Al igual que la mayoría de los miembros del consejo de Honnōji, Jakuzure tenía diseñado todo un plan para su futuro, que consistía prácticamente en formar parte del negocio familia. Para ello, la joven tomaría los estudios universitarios necesarios para poder rápidamente reclamar el lugar que le correspondía en la empresa, y así, no separarse por mucho tiempo de Satsuki. La compañía que lideraba su familia, era una subsidiaria de REVOCs.

Esa obsesión, la cual era objeto de burla para sus compañeros de consejo, se debía principalmente a que desde muy niña, Jakuzure le había prometido a Satsuki estar siempre a su lado ante todas las cosas, y no era su intención fallar a su palabra.

Cuando Jakuzure había conocido por primera vez a Satsuki, eran muy pequeñas y lo poco que recordaba de su itoko en aquella época, era que había sido una niña llena de vida y completamente desvivida por su pequeña hermana Ryūko. Esa actitud, en realidad fastidiaba a Nonon, e irónicamente, le desagradaba la presencia de ambas.

Años después de su primer encuentro y de la tragedia que azotó a la familia Kiryūin, Nonon volvió a rencontrarse con su prima para descubrirla completamente cambiada y con una actitud mucho más fría e impasible; Jakuzure, que estaba acostumbrada a ser el centro de atención, descubrió que el nuevo temperamento y personalidad de Satsuki era sumamente imponente y llamativo. Otros niños fácilmente caían rendidos ante su posición, sin que la niña se esforzara. Para los ojos de la chica de cabellera rosa, era como ver una deidad en persona, aquella que tienen que sufrir miles de pesares para alcanzar la inmortalidad.

–Solo los niños lloran por castillos de arena que se los lleva el viento –recordaba las precisas de Satsuki que había dicho dentro del arenero del jardín preescolar, donde todos los alumnos de la clase jugaban juntos –. Los rascacielos que construyes en tu corazón son los que nunca serán derribados.

Aunque no sabía exactamente el significado, las palabras de Satsuki fueron suficientes para que Jakuzure quedara completamente pasmada con la presencia de la joven Kiryūin. La niña tomó con fuerzas las manos de Satsuki y le juró por la eternidad:

–¡No importa donde este o a donde vaya! ¡Yo siempre estrechare tus manos y no te abandonare jamás!

Y Jakuzure Nonon había cumplido su palabra sin falta por los años venideros, hasta que finalmente su lealtad tambaleó ese fatídico día, hacía un mes exacto, cuando su querida y amada Kiryūin Satsuki, se enteró que la hermana que creía muerta estaba viva y era su acérrima rival Matoi Ryūko.

–Vaga de Naniwa Kinman –murmuró Nonon para sí misma, mientras su trasporte se detenía frente a la entrada de la preparatoria.

–¿Qué dice, señorita? –le preguntó el chofer captando su bajo susurro.

–Que esperes aquí, mientras arregló mis asuntos –le ordenó ella con desdén, abriendo la puerta del vehículo para descender.

–Sí, Jakuzure-sama.

Cerrando la puerta detrás de ella con fuerza, Nonon le dio a entender al chofer que había captado un pensamiento íntimo, especialmente en un momento de mal humor. El solo pensar en Matoi Ryūko provocaba que la chica de melena rosada se le retorcieran las entrañas, y el estar consciente que eran parientes la hacía sentir mucho peor. Para ella, Matoi era una joven obstinada, fastidiosa, vulgar, con pésimo temperamento y claramente indigna para ser la imooto de su querida Satsuki.