Kinagase Kinue se sintió como una tonta al estar sola sentada a la mesa de un coocurrido restaurante de crepas, donde abundaban jovencitas en sus uniformes y las maids atendían las ordenes de los clientes. Era un local para gente mucho más joven que ella y completamente inadecuado para una persona del calibre de Kiryūin Satsuki.
Kinue no podía entender porque la joven heredera había seleccionado ese lugar en específico para su primer encuentro. Incluso, seguía sorprendida que hubiera atendido tan rápido su petición de una reunión entre ambas; por otro lado le aliviaba, ya que eso significaba que aumentaban sus posibilidades de encontrar a Ryūko.
La chica del mechón rojo solo llevaba dos días desaparecida, pero era suficientemente preocupante para la joven mujer que seguía sin tener la menor pista de donde se encontraba. Aunque Kinue tenía toda la determinación para encontrar a su joven protegida, también sufría de algunas limitantes para llevarlo a cabo. A pesar de la ayuda que estaban dispuestos a ofrecer los Mankanshokus, el dinero de Takara y el apoyo de Mikisugui y Tsumugu, no era suficiente para dar con el paradero de Ryūko.
Kiryūin Satsuki estaba en una posición más práctica que los miembros de la familia Takarada, y con su dinero y conexiones, sería mucho más fácil para ella obtener una pista de su hermana.
Kinue le preocupaba un poco la idea de traicionar a Ryūko al pedirle ayuda a una persona que claramente detestaba, pero el tiempo la apremiaba, y estaba completamente convencida que a Satsuki también le preocuparía el bienestar de Ryūko. Había grandes posibilidades que incluso ya estuviera al corriente de la desaparición de su pequeña hermana.
Le resultó un poco extraño para Kinue recibir la corta llamada de Satsuki en su teléfono celular simplemente indicándole una dirección y una hora. En cierta forma la hacía sentirse como una especie de agente secreto actuando en cubierto y en riesgo de ser descubierta por una agencia rival. Las medidas tomadas por la heredera no solo le resultaban extrañas, también eran curiosamente coherentes. Si deseaban que alguien con el poder de Kiryūin Ragyō, no se enterara de tal reunión era necesario tomar tales medidas. Entre más lo meditaba, resultaba más afín para Kinue reunirse con la joven heredera en tal curioso local.
–Sumimasen –la repentina voz de Kiryūin Satsuki sacó a Kinue de sus pensamientos –, por mi demora.
La joven mujer alzó la vista para mirar a la chica recién llegada. Si no fuera porque Kinue estaba al corriente que Kiryūin Satsuki era tan solo un año mayor que Ryūko, habría jurado que la mujer frente a ella era mucho mayor ante su porte tan maduro. La joven heredera vestía un hermoso atuendo de satín de dos piezas color menta, que se ceñía perfectamente a su figura y le daba el aspecto de ser una importante mujer de negocios.
Kinue se preguntó la impresión que quería generar Satsuki en ella: ¿trataba de intimidarla? ¿O era un reflejo de sus propios sentimientos? Al vestirse como toda una empresaria ¿era así como veía esa reunión? ¿Una especie de acuerdo de negocios donde Ryūko era el principal lucro?
–No hay problema –dijo calmadamente Kinue ocultando perfectamente sus pensamientos detrás una máscara facial estoica –. Por favor, toma asiento.
Con agraciados movimientos, Satsuki se sentó frente a ella y clavó sus ojos en los negros de su anfitriona. Kinue se perdió en el azul intenso del iris de aquellos ojos, era el mismo color que los de Ryūko, pero a diferencia de su joven protegida, la heredera Kiryūin tenía una mirada más intensa, seca y hasta fría. Había facciones en su rostro que reconocía de Ryūko, pero Satsuki los lucía con mayor seriedad e impasibilidad.
–¿Tal vez se pregunte porque le pedí que nos reuniéramos? –preguntó Kinue comenzando la conversación con un tono alegre pero extremadamente formal.
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Remembranzas vivas
FanfictionEn un universo alterno en que no existen las fibras vivas, Ryuko y Satsuki fueron separadas de niñas. Con el cumpleaños dieciocho de Satsiki se revela el mayor secreto que su madre le ha ocultado por años y descubre que la persona que más la detesta...