Desde el principio del viaje, Ryūko dejo su mirada clavada en la ventanilla contigua a su asiento. El recorrido en el tren Nozomi a Tokio le fastidiaba a gran medida; eran más de dos horas de espera a la odiosa tortura que al menos realizaba obligatoriamente una vez por mes. A su lado Mankanshoku Sukuyo, se encontraba feliz de la vida por ser partícipe de un viaje pagado en primera clase a la ciudad capital. La madre de familia no había dormido la noche anterior por la emoción, e hizo a Ryūko madrugar para estar a primera hora en la estación.
La chica por su parte, estaba disgustada por tener que hacer el viaje a Tokio nuevamente, resignada por la costumbre, e irritada por lo que había perdido. Había sido mucho peor de lo que pensó tener que explicarle su futura ausencia a Mako la tarde del día anterior, en especial cuando su amiga de cabellera castaña había planificado un día completo de diversiones.
– ¡No es justo! –se quejo Mako casi llorando, mientras su madre alegremente preparaba las maletas para el viaje.
–Lo sé –masculló Ryūko a su lado completamente hastiada, rascando levemente las orejas de Senketsu que yacía en su regazo.
En ese momento, toda la familia se encontraba en la habitación que servía de dormitorio general; ambas chicas se habían cambiado de sus uniformes a sus ropas para dormir y estaban sentadas en el mismo futon. Del otro lado de la habitación Mankanshoku Barazō contemplaba a su esposa en la tarea de organizar los objetos que llevaría al viaje, mientras que su hijo Mataro, estaba profundamente dormido a sus pies con Guts descansando sobre él.
– ¡Yo también iré! –soltó de repente Mako lanzándose hacia Ryūko y estrujándola en un fuerte abrazo. Senketsu quedo en medio de ellas apretado, sin aire y pataleando para liberarse.
–No puedes, Mako –contestó Sukuyo ya que Ryūko, al igual que su mascota, se quedo sin aire por el fuerte apretón –. El viaje lo está pagando el padre de Ryūko, y solo es para dos personas. Me encantaría cederte mi lugar, pero Kinue me pidió asegurarme que Ryūko fuera a ver al médico.
–Oouuww –gimió Mako con tristeza liberando finalmente a su amiga. Tanto Ryūko, como Senketsu, pudieron respirar nuevamente.
–Yo no veo la necesidad de hacer un viaje tan largo para ver a un charlatán, si me tiene a mí –interrumpió Barazō con seriedad y cruzando los brazos.
–Porque tú no eres un doctor de verdad, querido –le respondió Sukuyo con amor y dirigiéndole una cálida sonrisa.
El corazón del hombre se destrozó en mil pedazos y comenzó a sollozar en silencio en una esquina de la habitación.
–Entonces, los planes se cancelan hasta que regreses –sentenció Mako ignorando el sufrimiento de su padre –. Una vez que Ryūko-chan haya vuelto del médico iremos juntas al parque de diversiones –agregó tomando las manos de Ryūko entre las suyas y apretándolas con fuerza.
–No, Mako –se negó Ryūko –. No debes arruinar tu diversión solo porque no estaré aquí.
–Pero no es igual de divertido sin Ryūko-chan.
–Ya has quedado con Maiko, no puedes decepcionarla solo por mí.
–Mmmm... tienes razón –aceptó Mako entristeciendo aún más su mirada –. ¡Prometo divertirme mucho por las dos!
–Así es –dijo Ryūko con una sonrisa, aunque prefería mil veces ir al parque de diversiones con Mako y Maiko, que viajar en primera clase a Tokio para visitar al médico.
La apatía de Ryūko continuó la mayor parte del recorrido, ni siquiera la música que escuchaba con sus audífonos aminoraban su sentimiento de amargura. Pero tenía muy buenas razones para odiar los viajes a Tokio: nunca habían sido una experiencia agradable.
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Remembranzas vivas
Fiksi PenggemarEn un universo alterno en que no existen las fibras vivas, Ryuko y Satsuki fueron separadas de niñas. Con el cumpleaños dieciocho de Satsiki se revela el mayor secreto que su madre le ha ocultado por años y descubre que la persona que más la detesta...