Verdades reveladas

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En esa última mañana de clases en la academia Honnōji, muchos alumnos ya estaban deseos por iniciar su fin de semana y descansar de las labores escolares; con excepción de uno. El presidente del comité disciplinario de la preparatoria, Gamagōri Ira, solo veía los próximas días de libertad como una escusa para holgazanear.

Toda esa mañana la había pasado reprimiendo a cuanto joven atrapaba perdiendo el tiempo, resultando en una tarea casi agotadora. Para el final del primer turno, Gamagōri ya se encontraba hartó de ver tanta pereza. Fue el colmo para él, cuando entró en la sala del concejo de Honnōji y se encontró a su compañera líder, Jakuzure Nonon, cómodamente recostada en uno de los sillones.

–Jakuzure –la llamó Gamagōri con las manos en la espalda, tratando de mostrarse sereno aunque una vena en sus sienes, palpitaba visiblemente –. ¿No es muy temprano para estar holgazaneando?

La joven de rosa, ni siquiera se molestó en volverse para responderle, simplemente continuó recostada boca arriba con sus manos detrás de su nuca y rodeada por sus animales de peluche favoritos.

–No es holgazanear cuando no hay nada que hacer, sapo –le respondió ella sin moverse un milímetro de su posición.

–¿A qué te refieres? –agregó el presidente del comité disciplinario con un suspiro –. ¿Acaso...?

–Así es –dijo Nonon alzando su dedo índice e indicando al techo de la habitación –. Todos los preparativos para deshacernos de Matoi están en marcha –le informó orgullosa de sí misma adjudicándose todo el crédito de tan maquiavélico plan –. Solo falta la orden de Satsuki-sama para llevarlo a cabo.

El presidente del comité disciplinario tardó un momento en asimilar lo que decía Jakuzure, pero pronto recordó la estrategia que habían estado planificando en los últimos días para desaparecer a Matoi Ryūko del camino de Satsuki-sama de una vez por todas.

–Perfecto –dijo a su vez Gamagōri satisfecho y dispuesto a perdonar la falta de seriedad de su compañera de consejo –. Me parece extraño que Inumuta aún no se presente a Honnōji –soltó cambiando de tema cuando su mirada captó el característico rincón de la sala, donde solía trabajar el joven de gafas, que en ese momento se encontraba deshabitado –. Sé que Satsuki-sama le ha otorgó el permiso, pero ya era hora para que se dignara a mostrarse por aquí.

–Es mejor que perrito no venga, sería muy desagradable si estuviera entre nosotros.

–¿Eh? ¿Qué quieres decir con eso Jakuzure?

–Que el perrito mordió algo que no debía –explicó la joven de rosa cambiando de posición en el sillón, pasando de boca arriba a boca bajo –. Fui a visitarlo el día de ayer en la noche y lo descubrí en la cama sufriendo de dolor. Comió algo que lo enfermó de el estomago y está prácticamente vomitando sus intestinos. Fue gracioso y asqueroso a la vez –agregó con una curiosa expresión en su rostro –. Y ya que hablamos de los desaparecidos ¿Sabes algo del simio?

–¿Sanageyama? No, aún nada –respondió Gamagōri rascando con un dedo su barbilla –. El muy desconsiderado ni siquiera se ha dignado a mandarnos una postal.

–¿No dijo nada de cuándo volvería? ¿O precisamente a donde fue, Sapo?

–No –dijo el enorme joven rubio –. ¿Por qué yo tendría que saber todo sobre él? –se apresuró a incluir ante la mirada burlona que le dirigía Jakuzure –. Es muy probable que aparezca un día de estos como si no se hubiera ido en un principio.

Por un momento, Jakuzure taladró con su mirada la expresión de Gamagōri como si buscara algo más profundo en su psique de lo que decían sus palabras. Pero al darse cuenta que no había nada más, la joven soltó un resoplido en resignación y volvió a acomodarse en su puesto:

Remembranzas vivasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora