El sargento Inumuta se encontraba en su oficina en la jefatura de policía, atorado bajo un mar de papeleo que debía atender antes del la llegada del viernes. Últimamente, las cosas se habían salido de orden en la estación por lo cual se requería inmediatamente su completa atención, por ello el hombre tuvo que dejar de un lado su vendetta personal contra Kiryūin Ragyō.
Era una pena que sus manos estuvieran atadas de momento bajo las formas urgente y archivos, ya que sus fuentes le habían dado una nueva pista incriminadora sobre la famosa empresaria, que podría llevarlo a descifrar la cadena de favores que utilizaba la mujer para manipular a todos los influyentes de la cuidad.
Pero eso tendría que esperar.
–¡Kenji! –gritó el sargento hacia la puerta de su ofician y atendiendo de inmediato su llamado, uno cadete apareció del otro lado completamente alarmado –. ¿Dónde está la forma treinta dos? El comité y la junta de comandantes nos vendrán a patear nuestros traseros si no pasamos esta auditoría.
–Sí, señor. De inmediato señor –dijo el joven nervioso saludando con respeto a su superior –. Por cierto señor, tiene una visita.
–¡Te dije que no tengo tiempo para nadie! –bramó el sargento raspando su bolígrafo sobre varios papeles en su escritorio.
–Sí, sé bien lo que dijo señor. Pero señor...
–¡Pero nada de "pero"! ¡Dije que no estoy para nadie!
–Eso ya lo sabía de antemano –dijo Inumuta Hōka haciendo a un lado al joven cadete que no difería mucho de edad de él, e introduciéndose sin invitación en la oficina de su padre.
El sargento elevó la mirada al escuchar la voz inconfundible de su hijo. Por unos breves segundos trató de establecer contacto visual con éste, pero el muchacho lo evitaba su mirada clavando su atención en los honores que colgaban de las paredes o los papeles que estaban apilados en el escritorio.
–Déjanos solo –dijo el hombre mayor dirigiéndose al cadete.
El pobre muchacho dio un brinco ante su orden y cerró la puerta detrás de sí, dejando a padre e hijo solos en la oficina.
–Hōka ¿Se puede saber que haces aquí? –le preguntó su padre apoyando su espalda en el respaldo de su silla hasta hacerla crujir –. Nunca habías venido a mi oficina.
–Es verdad –concordó el muchacho tomando varias páginas de archivo sobre una pila –. Nunca me imagen que luciría así. Se ha esforzado demasiado en que su imagen sea irreprochable, que no esperaba que su lugar de trabajo no lo reflejara.
–¿Qué es lo que quieres Hōka?
–¿"Querer"? –soltó el muchacho con desdén pero luciendo una sonrisa sobre su cuello de tortuga –. Se puede querer muchas cosas, otoosan. El punto es descubrir que es prioridad para uno. Obviamente, el aspecto de su oficina no lo es.
El muchacho de cabellera azul continuó, dejando los papales de donde los había tomando y avanzó hasta el escritorio donde, ante la mirada escrupulosa de su padre, tomó un portarretrato escondido entre los documentos.
–Al igual que nosotros –agregó mirando la foto vieja detrás del cristal, donde se encontraban él de bebé en brazos de su madre.
–No vamos a discutir esto otra vez, Hōka –lo amenazó su padre frotando con sus dedos el tabique de su nariz. Las pocas veces que se había reunido con su hijo desde que entró en la academia Honnōji, eran solo para discutir sobre el mismo tema que sobresalió muchas veces en otras disputas, como cuando era atrapado por la policía actuando ilegalmente.
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Remembranzas vivas
FanfictionEn un universo alterno en que no existen las fibras vivas, Ryuko y Satsuki fueron separadas de niñas. Con el cumpleaños dieciocho de Satsiki se revela el mayor secreto que su madre le ha ocultado por años y descubre que la persona que más la detesta...