Otro día había pasado y Matoi Ryūko continuaba sin abandonar su puesto junto a la ventana que daba al jardín de la casa de Sanageyama Uzu. A pesar que ya podía ponerse de pie, la chica tenía muy pocas energías para caminar largas distancias y mucho menos regresar a su hogar por su cuenta. Sanageyama e Inumuta Hōka se había ofrecido cada uno por su cuenta y también juntos, de llevarla directamente al departamento que compartía con Kinagase Kinue, pero Ryūko continuaba negándose abandonar su puesto junto a la ventana.
Resultaba difícil comprender que sucedía en la cabeza de chica del mechón rojo, ni siquiera ella misma sabía que le estaba pasando. Aunque era tratada con cordialidad y respeto por la pandilla de Sanageyama, no se debía a la comodidad de esa casa lo que la mantenía indecisa de regresar a su propio hogar.
La casa del primate en realidad no era tan desagradable como cualquiera se pudo haber imaginado. Justamente esa tarde, tanto Ryūko, Inumuta y la pandilla de Sanageyama se encontraban todos reunidos en la sala de té, cada uno enfrascado en su propio entretenimiento. Inumuta estaba tranquilamente sentado contra una de las paredes revisando en completo silencio su teléfono celular. Justo en el centro de la habitación, se encontraban todos los miembros de la pandilla de Uzu jugando un entretenido juego de cartas y monstruos; los jóvenes vociferaban y gritaban como si se encontraran en una terrible batalla donde sus vidas dependían de la victoria. Mientras que Ryūko contemplaba en silencio por la ventana un par de pajarillos que tomaban agua en el estanque del jardín.
Cada uno de los varones que se encontraban en esa casa se habían asegurado que la chica nunca se quedara sola por un minuto, no porque ella necesitara supervisión ante posibles malas intenciones; cada uno de los chicos sabían que Ryūko estaba pasando por un difícil momento y lo único que podían hacer para consolarla, era hacerle compañía.
Claro que Ryūko no sabía, ni se imaginaba, nada de esto. En realidad estaba tan absorta en sus propios pensamientos como para meditar o preguntarse por las acciones de los chicos a su alrededor.
Ryūko definitivamente quería regresar a su casa, quería ver a sus amigos y especialmente a Senketsu. Como echaba de menos a su pequeño conejo mascota. Pero, parte de ella estaba aterrada (lo cual nunca admitiría) de dar la cara a sus seres queridos, ya que eso significaba un gran número de explicaciones que tenía pendiente de dar. Cómo podría explicar a otros que estaba sucediendo, cuando ni siquiera estaba segura de que le estaba pasando.
Todo el orden en su vida había desaparecido. Ya no estaba segura de muchas cosas, ni siquiera de lo que sentía.
El haberle relatado a Inumuta sobre su pasado, de aquella ocasión donde en que escapó había hecho aflorar sentimientos que creyó haber enterrado rotundamente. Ryūko pensó que había superado todo eso, pero al revivirlo para el joven de gafas se dio cuenta que estaba equivocada.
Muchas cosas terribles pudieron haber pasado esa noche, pero lo más terrible fue lo que casi si sucedió. Aún lo tenía muy vivo en su mente. La imagen de ella misma parada entre las sombras y los cuerpos contorsionados de dolor de los miembros de su ex pandilla en aquel solitario parque. Los gritos y chillidos aún seguían en sus oídos, y el aroma a sudor y sangre aún le calaba la nariz. Fue precisamente esa noche cuando Ryūko se dio cuenta del terrible monstruo que la aterraba más que nada en el mundo; no era como esas criaturas escondidas bajo su cama que los niños temen, o aquellos reales de carne y hueso que visten ropas finas y trabajaban en oficinas de altos edificios.
No... ese día, Ryūko descubrió el aterrador monstruo que vivía dentro de ella. Uno que reaccionaba ante el miedo, la rabia y desesperación. Esa noche, Ryūko pudo haber pasado una fina raya de la cual no había vuelta atrás. Y esa criatura seguía dentro de ella, lista a aflorar en cualquier momento.

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Remembranzas vivas
FanfictionEn un universo alterno en que no existen las fibras vivas, Ryuko y Satsuki fueron separadas de niñas. Con el cumpleaños dieciocho de Satsiki se revela el mayor secreto que su madre le ha ocultado por años y descubre que la persona que más la detesta...