Marcha de combate

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Jakuzure Nonon marchó airosa por el campo de batalla en que se había convertido el centro de la academia Abekamo. Sus tropas llevaron a cabo una campaña suprema y aplastante contra los cuatro líderes espirituales de la escuela rival. Su sonrisa picara demostraba la habilidad con la que había dirigido a los grupos no atléticos a la victoria.

– ¿Guardianes espirituales? ¡Bah! –exclamó Jakuzure observando los estandartes que adornaban la plaza central de Abekamo y mostraban a las cuatro criaturas que representaban a cada uno de los guardianes. Las bellas telas coloridas, ondeaban débilmente debido a los daños que habían sufrido ante las explosiones.

La explanada estaba plagada de humo y el inconfundible olor de la pólvora, proveniente de cohetes y bombas caseras que habían realizado el equipo de química. La música de la banda escolar aún seguía azotando las paredes de la academia, pero ya no retumbaba como himno de batalla sino como una marcha de victoria. Había sido una táctica muy hábil que la sorprendió a sí misma: acostumbrar a sus tropas a la fuerte música de la banda, para que ésta solo desconcentrara a los enemigos durante el combate.

Pensar que había derrotado a Abekamo con sus propias técnicas, provocó una sonrisa más curva en el rostro de Jakuzure. Los cuatro guardianes habían tratado de intimidar a sus tropas con hologramas de sus bestias espirituales, pero no contaban con los problemas que conllevan los electrónicos. Eran fáciles de alterar.

–Fuiste útil en algo, perrito –comentó Jakuzure al pequeño chicharro en su oído que la comunicaba con el centro de operaciones que permanecía ocultó a unas cuadras del Abekamo.

–Aceptare eso como un cumplido, serpiente –le respondió Inumuta desde el otro lado canal. Había sido pan comido para el joven experto en computo, hackear las computadoras de la academia y desaparecer a las bestias guardianas, como cualquier otro truco de magia que intentaran usar sus rivales con la intensión de engañar.

Con las ilusiones de los guardianes de Abekamo fuera de línea, la moral de los estudiantes de la academia desapareció como el humo de las explosiones, y la victoria fue un hecho para Jakuzure.

La chica continuó marchando por la explanada con las manos en la cadera, mientras las mecía con su andar. Poco a pocos sus pasos la acercaron a los cuatro líderes de Abekamo que yacían inmóviles, contra el suelo del patio escolar.

–El engaño y la mentira son trucos para zorros –comentó Jakuzure estado casi al alcance de los adolecentes derribados –, claro si sabes utilizarlos.

– ¿Acaso es un insulto? –se quejo Suzaku Jirō alzando su cabeza hacia a la chica de rosa que se detuvo junto a él –. ¿Debo recordarte que usaste la misma técnica para infiltrarte en nuestro colegio?

Otra maña de la que se orgullecía la chica. El grupo de teatro de Honnōji se había introducido de incognito a la academia fingiendo ser estudiantes de ella, para luego posicionarse en puntos clave que destrozaron sus defensas y permitieron atravesar la única puerta de entrada que contaba Abekamo. Ya con las tropas dentro, los equipos de danza y otras artes folclóricas superaron fácilmente las malas representaciones de los equipos de Abekamo, y fueron aplastados con las armas infalibles de los grupos de ciencias.

–No compares mis métodos con los tuyos –Jakuzure levantó más la barbilla de Suzaku con la punta de su bota para forzarlo a mirarla a los ojos –. Ya que tus patéticos intentos no son nada comparados a mis acciones, que resultaron ser infalibles.

–Malditos... –masculló Suzaku –. ¡Malditos sean, Honnōji! ¡Todos ustedes son unos perros... perros sin mente que son dirigidos por una perra mayor! ¡ARGGGG....!!

Jakuzure golpeó con toda su fuerza a Suzaku con su batuta en el rostro, haciéndolo sangrar de la boca y nariz.

–No te atreva a hablar así de Satsuki-sama –dijo la joven ocultando su mirada detrás de su largo sombrero.

– ¿Satsuki...-sama? –murmuró Suzaku devolviendo a la joven de rosa una mirada cargada de odio.

–Mucho mejor –respondió Jakuzure tomando una postura más jovial y sacudiendo el polvo de sus vestido rosado –. Esa es la forma más correcta de dirigirte a tu nueva ama y señora.

La lealtad de la joven estaba a completa disposición de Kiryūin Satsuki. Su respeto y admiración hacia la joven mujer se podría clasificar como adoración, pero era algo normal en su familia. Satsuki y Nonon eran primas lejanas, y Satsuki poseía el don Kiryūin que provocaba fácilmente la admiración de otros.

En los primeros años de su infancia, Jakuzure había sido ignorante de la existencia de sus primas, pero fue hasta que las inscribieron en el mismo preescolar, cuando finalmente se conocieron. Nonon había estado acostumbrada en ser el centro de atención a donde quiera que fuera, pero ese efecto no funcionaba sobre la pequeña Satsuki. La seriedad y determinación de su prima, rápidamente cautivó la atención de Nonon hasta quedar completamente prendida de ella.

Desde ese momento, Jakuzure Nonon había hecho el juramento de por vida, de siempre estar junto a Kiryūin Satsuki.

–Es hora de recoger mi premio –comentó para sí misma mientras pasaba sobre Suzaku hasta alcanzar otro de sus compañeros guardianes. El chico con ropas decoradas con las rallas de un tigre, sujetaba fuertemente la pequeña bandera de su academia contra su pecho.

–Esto ya no te pertenece –le dijo Jakuzure al joven inconsciente arrebatándole la bandera de sus manos –. ¡Aquellos que siguen de pie, escuchen mis palabras! ¡Han sido derrotados por el gran espíritu de la academia Honnōji! ¡Su bandera nos perteneces! ¡La gran Satsiki-sama ahora es su dueña! ¡Y este es una advertencia para las otras escuelas! ¡Pronto estaremos en sus planteles y los aplastaremos como las cucarachas que son!

El discurso de Jakuzure fue seguido por un clamor de los estudiantes de Honnōji.

–Je je je – cuando las ovaciones terminaron, Jakuzure pudo escuchar una leve y rasposa risa. A sus pies, Byakko Shirō había recobrado la conciencia.

– ¿De qué tanto te ríes? –le preguntó Nonon.

– ¿De verdad piensan que serán los ganadores del fastial? ¿Ahora quien es el equivocado?

– ¡Que lata! Habla de una vez que no tengo tiempo para tus tonterías.

– Ustedes Honnōji... están tan convencidos de que vencerán a las otras escuelas ¿verdad?

–Lo hemos aplastado a ustedes, y con ello su alianza con Kami-Kōbe...

Pero Byakko la interrumpió al soltar una sonora carcajada que fue interrumpida por una repentina tos.

–Nunca se les ocurrió pensar que si planeábamos una unión con Kami-Kōbe no era para defendernos de usted –explicó el joven derribado cuando se calmó su respiración –. Takarada cuenta con un protector peligroso, se dice que usa armas de verdad y que es una verdadera amenaza. Dará un buen espectáculo. Quiero ver eso, quiero ver como aplastan su gran espíritu y a su petulante señora.

Acto seguido, Byakko estalló de nuevo en risas. Jakuzure lo miró en silencio antes de alejarse del él con su trofeo en manos.

– ¿Escucho eso, Satsuki-sama? –dijo la joven de rosa dirigiéndose a las voces que la apoyaban a través del aparato en su oído.

–Así es –respondió Satsuki con calma –. Muy buen trabajo, Nonon.

 Muy buen trabajo, Nonon

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