Acosadores

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Ya era el atardecer cuando Matoi Ryūko caminaba de regreso al departamento que compartía con Kinagase Kinue. En su hombro llevaba su pesado estuche de acero y en sus brazos dormitaba Senketsu. La joven se encontraba cansada por el largo día, pero estaba feliz consigo misma por haberse deshecho de algunas plagas.

Efectivamente, se encontraba sola por primera vez en el día.

Había sido una tarde tortuosa por la constante presencia de Inumuta Hōka (el espía de Kiryūin Satsuki) sino también por las repentinas apariciones de Kinagase Tsumugu.

El llamativo guardaespaldas de su padre no solamente la siguió todo el recorrido a casa de Mako, también el hombre se interpuso en su camino cuando se encontraban a unas cuadras por llegar

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El llamativo guardaespaldas de su padre no solamente la siguió todo el recorrido a casa de Mako, también el hombre se interpuso en su camino cuando se encontraban a unas cuadras por llegar. Al doblar en una esquina, Tsumugu ya se encontraba estacionado junto a la acera fumando tranquilamente otro cigarrillo. Al verlo tan repentinamente, tanto Ryūko como Inumuta detuvieron sus pasos.

–Tengo que hablar contigo –dijo el hombre de peinado mohicano al ver a la chica y su acompañante detenerse frente a él.

La joven sabía de que se trataba, pero fingiendo no haberlo escuchado, Ryūko retomó su camino sin dirigirle alguna mirada o palabra, dejando tanto Tsumugu e Inumuta pasmados por un momento. Ambos hombres intercambiaron vistazos antes de seguir cada uno por su rumbo. Tsumugu no solía aceptar ese comportamiento insolente de nadie, pero por esa ocasión, dejó que Ryūko se saliera con la suya, pero pronto él volvería intentarlo.

El resto del camino a la casa de los Mankanshoku, ni la joven de cabellera oscura, ni el chico de gafas intercambiaron alguna palabra o amenaza. Ryūko continuó marchando ignorando descaradamente la presencia de Inumuta, mientras que él le dirigía una que otra mirada, interesado en lo que estaba sucediendo.

–¡Ryūko-chan! –saltó Mako de alegría al ver a su amiga en la puerta de casa. Se arrojó contra Ryūko sin pensarlo, aplastándola a ella y a Senketsu; todos cayeron juntos al piso –. ¡Tanto tiempo sin verte, Ryūko-chan!

–Ma-mako –balbuceó la joven ante la falta de aire –; apenas paso un día desde que regresé a casa con Kinue.

–Lo sé –dijo Mako feliz sentándose en la rodillas de Ryūko, mientras Senketsu se recargaba en su regazo –, pero cuando uno tiene una amistad tan fuerte, las separaciones pueden sentirse mucho más largas.

Ryūko no pudo evitar sonreír, por primera vez en el día se sentía de buen humor. Para su desgracia no duro mucho.

–Una interesante teoría –afirmó Inumuta acomodando sus gafas en la nariz –, para una mente tan simple.

–¡¿Qué dijiste?! –gruñó Ryūko.

–¡Oh mi dios! –bramó Mako percatándose por primera vez de la presencia de Inumuta –. ¡Es el extraño chico de lentes de Honnōji! ¡¿Qué hace aquí en mi casa?!

Remembranzas vivasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora