Don't lost you way

49 4 1
                                    

Matoi Ryūko recorrió las calles oscuras de la ciudad en completamente soledad, con excepción de algunas polillas que volaban alrededor de los faroles que iluminaban escasamente su camino. En su recorrido, se topó dos o tres veces con algún desconocido que la tachó como una desconsiderada al ni siquiera disculparse. No tenía rumbo, solo caminaba por avanzar. Su vista estaba en sus pies y no en los nombres de las calles. Había estado caminando por horas sin saberlo, que sus pasos se volvieron más lentos a como su cuerpo iba perdiendo energía.

Finalmente, debido al cansancio y el pesar que llevaba sobre sus hombros, Ryūko sucumbió cayendo de rodillas junto a un pequeño callejón entre las bardas de dos desolados y descuidados hogares. Todo el peso de su cuerpo se desplomó sobre sus piernas, en un abrir y cerrar de ojos. La chica sentía sus extremidades como gelatina, y la ligera briza nocturna le erizaba los vellos de la nuca a pesar de ser una cálida noche de verano.

La joven del mechón rojo por primera vez en toda la noche alzó la vista y se dio cuenta del lugar donde se encontraba. No lo conocía y mucho menos que parte de la ciudad era.

Ryūko había perdido su camino... de muchas formas.

Tratando de contener su tristeza y deseos de llorar, Ryūko se abrazó a sí misma en lo que se arrastró hasta una de las paredes de aquel callejón solitario, donde no existía ni una alma y el único sonido que podía captar era su respiración entrecordada por sus sollozos, y los insectos nocturnos.

Generalmente Ryūko no le gustaba la compañía de multitudes y solo mantenía a pocas personas de confianza cerca de ella; solía jurar que prefería su solitaria tranquilidad que el alboroto de un grupo de individuos. Pero en aquella ocasión, y por segunda vez en su vida, realmente se sentía sola...

Y no lo estaba disfrutando.

Aunque su pesar era grande y el dolor atormentador, la chica del mechón rojo tenía que admitir que era una hermosa noche, donde la ligera brisa calidad acariciaba suavemente sus brazos desnudos y el cielo completamente despejado, le permitía contemplar con claridad cada una de las estrellas en el manto celeste sobre su cabeza. En otra ocasión, Ryūko habría disfrutado de tal velada, pero en esa noche en particular, la calma y soledad, le permitieron a su mente atormentarla con pensamientos que deseaba no escuchar.

La duda ya no cabía en su mente, todo estaba claro para ella. Era hija de Kiryūin Ragyō y Kiryūin Satsuki era su oneesan; no importaba cuanto deseara lo contrario, ya no podía escapar de tal realidad. Ahora la única pregunta que quedaba en su mente era: ¿Realmente necesitó saber toda la verdad?

Hacía unos años, Ryūko habría hecho casi lo imposible con tal que su padre le dijera los secretos que siempre se guardó para sí; inclusive, había pasado por una situación similar a causa de su propio orgullo y coraje. Pero irónicamente, el saber la verdad fue mucho peor que el eterno silencio de su padre.

Ryūko se sentía en un terrible déjà vu. Hacía un par de años había estado en las mismas condiciones, y al analizarlo nuevamente, Ryūko se dio cuenta de lo estúpido que había sido esa decisión por un puto berrinche sobre algo que hubiera deseado no haber descubierto.

Le resultaba extraño a la chica del mechón rojo que dos puntos tan opuestos de su vida terminaran con la misma situación... o tal vez, era solo ella. Se sentía tan adolorida y confundida, que solo deseaba desaparecer o estar simplemente sola, y en cierta forma eso le traería cierta paz.

En el fondo, estaba al corriente que sus seres queridos debían estar preocupados.... ¡Maldita sea, inclusive la reina del hielo Satsuki estaba detrás de ella! Pero Ryūko no necesitaba nada de ello en ese momento. Esa era la principal razón por la cual no acudía a la casa de los Mankanshoku, su principal refugio, ya que Kinagase Kinue y su padre fácilmente la podría encontrarla ahí. Ni siquiera pidiendo ayuda a Takarada Kaneo podría evitar ser localizada.

Remembranzas vivasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora