Batalla en el salón karaoke

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We've got the right to choose and 

there aint no way we're losin 

This is our life- 

this is our song.

We'll fight the powers that be just 

don't pick our destiny cuz- 

You dont know us, you don't belong.

–¡We're not gonna take it! –siguió cantando el joven Takarada Kaneo sujetado el micrófono con ambas manos y gritando la letra de la canción – No! We aint gonna take it! We're not gonna take it ---anymore! –a continuación comenzó a tocar con fervor una guitarra invisible mientras el solo se escuchaba de la máquina de karaoke.

Mankanshoku Mako miraba maravillada la exagerada actuación del joven, mientras que Matoi Ryūko estaba pasmada en el peor de los sentidos.

Con las facilidades que le proporcionaba el dinero a Kaneo, el grupo de amigos había logrado alquilar una sala privada del salón de karaoke, que los mantenía aislados del área principal donde había otros clientes cantando en grupo, e impedía que contemplaran el excéntrico comportamiento del joven.

Habían pedido una dotación de bocadillos que alimentaria un grupo mucho mayor de personas, sino fuera por que Mako estaba presente; la chica engañaba con su delgado aspecto, ya que fácilmente podía comer lo correspondiente a cinco personas del doble de su peso. Los ojos de la chica de cabellera castaña se iluminaron cuando presenció todas las guarniciones que les sirvieron en la mesa central de la sala. Llevaban apenas treinta minutos en el salón y Mako (con la ayuda del pequeño conejo carmesí y negro) ya había comido la mitad de la dotación de bocadillos que tenían a su disposición. Pero al tener un sistema digestivo tan activo, la chica no tardó en sentir el llamado de la naturaleza y salir corriendo al baño.

–¡No tardes mucho, Mako! – Ryūko le gritó al verla salir disparada por la puerta corrediza –. La comida se va enfriar –dijo de ultimó en voz baja sabiendo que ya era imposible que su amiga la escuchara.

Ryūko dio un suspiro en resignación en lo que continuó acariciando las orejas de Senketsu que descansaba tranquilamente en su regazo.

–¡We're not gonna take iiiitttttttt! –soltó Kaneo con fuerza la última estrofa de la canción antes de derrumbarse agotado aún lado de Ryūko en el sillón. El asiento se agitó estrepitosamente que casi hace que la chica derramara la limonada que llevaba en una de sus manos.

Ryūko le lanzó una mirada de pocos amigos a Kaneo antes de perder su vista en un punto neutral en la habitación.

–Que... buena... canción –masculló el joven pelirrojo con la respiración entrecortada por la falta de aliento –. Bien, es tu turno Matoi –agregó ofreciéndole el micrófono a la chica del mechón rojo.

Ella lo miró de soslayo con descarada indiferencia.

–No –se negó Ryūko llevando su vaso a los labios.

–¿Eh? ¿Por qué?

–No canto en ingles.

–No seas agua fiestas, Matoi –se quejo Kaneo pataleando un poco en su asiento en lo que enderezaba su posición –. Desde que llegamos tienes esa actitud pesimista, cuando deberías estar celebrando.

–¡Urusai! –le gritó Ryūko haciendo brincar al conejito en su regazo en alarma –. ¡Kisama! ¡Te has salvado por mucho tiempo que te de una paliza, pero el día de hoy parece que te la has ganado! –soltó la chica alzando el puño furiosa.

Remembranzas vivasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora