La oficina de Kiryūin Ragyō se encontraba en completo desorden. La elegante habitación que siempre se hallaba tan inmaculada y con tal porte como su propietaria, se había convertido en una demostración grafica de los verdaderos sentimientos de la mujer que la poseía, justamente en el momento en que se enteró de la muerte Sōichirō.
Los pilares, bustos y floreros se encontraban regados por el piso en miles de pedazos, las hojas y documentes habían sido lanzados de su escritorio a toda a la habitación, las flores decorativas se marchitaban rápidamente en los charcos de agua que solían mantenerlas frescas. Muestrarios, telas, objetos de oficina, todo estaba regado en un terrible arranque de ira.
Sentada o más bien desparramada sobre su trono de madera talla y terciopelo rojo, se encontraba Ragyō, furiosa como los mil demonios. Su intensa mirada denotaba los terribles pensamientos que se formulaban en su mente y su boca torcida arruinaba completamente sus bellas facciones.
La muerte de su ex marido estaba muy lejos de hacerla feliz. Sí, había sido su plan a futuro deshacerse de él permanentemente una vez que ya no le resultara divertido. Pero era ella quien debió haberlo hecho y a su manera. Nadie debió haberle robado tal placer, el gusto de despedirse definitivamente de su amado y atormentado esposo.
La sospecha cayó primeramente en su mayordomo, pero el hombre intimidado y completamente aterrado por la furia de su ama, le había jurado no estar involucrado en tal asunto, aunque apenas unas semanas antes se había ofrecido sus servicios para tal despiadado acto.
Ragyō sabía que decía la verdad. Él mentirle sería mucho peor, y ella era muy buena descubriendo las mentiras de gente, sino no fuera así, no habría llegado a donde estaba. Pero la falta de un sospechoso la sacaba de quicio; fue cuando descargó toda su ira en su oficina. Hōōmaru, Kuroido Takiji, el interno que satisfacía sus placeres, todos los empleados del piso abandonaron el lugar en completo pánico, al conocer el terrorífico temperamento de la mujer.
Finalmente, su rabieta se detuvo cuando su cuerpo no pudo darle más. Agotada y con la respiración agitada, se desplomó en su trono mientras sus miembros caían lánguidos como pedazos de carne inanimada. Le costó a Ragyō un par de horas calmar su aliento, pero su corazón no dejo de latir con fuerza y rapidez.
Los minutos se volvieron horas en lo que la mujer se perdió en sus pensamientos tratando de descifrar al culpable. De una enorme lista, Ragyō eliminó mentalmente a los posibles sospechosos, hasta finalmente comenzó a temer que el responsable fuera otra persona que Sōichirō hubiera irritado fuera del circulo social de ambos.
Necesitaba más información, requería saber. En ese momento, Ragyō juró descubrir al asesino de su ex esposo y hacerlo pagar. Nadie... ¡NADIE! podía arrebatarle algo a Kiryūin Ragyō, ni siquiera el hombre que nunca amo.
Una vez que ya tenía la resolución de sus futuras acciones, la mujer comenzó a ver otros aspectos que había pasado de largo ante la ira descomunal que la consumió. Sus hijas... sus hijas suyas y de Sōichirō.
Tal vez algo bueno podía sacar de todo eso... al menos sí actuaba rápido.
–¿Ragyō-sama? –la llamó tímidamente Hōōmaru desde la entrada de la oficina, pero si tener el valor de entrar.
–Hōōmaru aproxímate –le dijo la mujer con desgana levantando débilmente su brazo, pero sin moverse de su asiento.
La joven asistente se acercó lentamente hasta quedar en el campo visual de su señora, encontrándola en una posición no muy agraciada, pero con la furia aún presente en su rostro.
–Quiero que investigues con la policía quien está llevando el caso de Sōichirō y si es necesario sobornos o reclamar viejos favores, hazlo con tal de averiguar todo lo que saben al respecto.
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Remembranzas vivas
FanficEn un universo alterno en que no existen las fibras vivas, Ryuko y Satsuki fueron separadas de niñas. Con el cumpleaños dieciocho de Satsiki se revela el mayor secreto que su madre le ha ocultado por años y descubre que la persona que más la detesta...