Fresa podrida

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A la mañana siguiente Harime Nui estaba decidida en descubrir lo que su oneesan se traía entre manos y lo que no deseaba que nadie se enterara. En lugar de ponerse su uniforme de secundaria e ir a su respectiva escuela, se colocó uno de sus vestidos favoritos (después de haber atormentado a las mucamas de la mansión para que le preparara su vestimenta según sus deseos), el suéter nuevo que su madre le había traído de Paris (un modelo exclusivo de color negro y con bandas tornasoles que se extendía a lo largo de los brazos) e hizo que el chofer de la limosina la llevara directo a la academia Honnōji.

Hacía una hora que Satsuki también se había marchado al instituto, por lo cual estaba convencida que no descubriría su presencia antes de que lograra alcanzar su objetivo. Nui conocía a la perfección las consecuencias de sus actos y la ira que provocaría en su hermana, pero descaradamente no le importaba. En el enfermizo razonamiento de la adolescente, no existían los reproches a sus acciones y en su bizarro amor a su oneesan, no había cabida para el respeto.

Con tono petulante y autoritario, le ordenó al chofer de la limosina que la esperara todo el tiempo que fuera necesario, una vez que llegaron a la escuela. Sacudiendo su diminuto bolso que colgaba de su hombro y cubriéndose del sol matutino con su sombrilla de encajes, Nui se paseó por el pateo escolar de Honnōji, poniendo gran atención a los comentarios y platicas de los estudiantes. Pero una chica tan bonita como ella, rondando sin rumbo en un edificio lleno de jóvenes adolecentes confundidos por las hormonas, no pasaba desapercibida.

La bendición y maldición Kiryūin se enfocaba principalmente en la belleza: las hijas de Kiryūin Ragyō habían heredado de su madre un atrayente atractivo. No existía el día en sus vidas que no hicieran volver una que otra cabeza. Satsuki también experimentaba la gran admiración que generaba su semblante, pero la postura de la joven provocaba principalmente un gran respeto y sumisión. La hija mayor de Ragyō era una persona envidiable, pero su misma superioridad la hacía inalcanzable. Era un poco diferente con Nui, también resultaba ser inaccesible, pero a esta le gustaba mantenerlo en secreto hasta el momento más crítico, luego revelar sus verdaderas intenciones y provocar una que otra ruptura del corazón.

Nui disfrutaba ampliamente la atención de la gente y ese día no fue diferente. Sabía a la perfección que un grupo de chicos la seguían por todo Honnōji, mientras ella aparentaba estar perdida.

– Sumimasen – dijo repentinamente al grupo de chicos cuando le pareció oportuno iniciar su juego –. Me encuentro perdida, ¿no sé si ustedes podrían orientarme? –agregó actuando dulcemente y con un leve coqueteo.

Los siete muchachos que la habían estado siguiendo, hicieron un circulo a su alrededor mientras sus rostros sonrojados denotaban su emoción por recibir una simples palabras de Nui.

– Lo que desees.

– Sea lo que sea.

– ¿Qué necesitas?

– Bueno... – Nui trató de mostrar duda en su voz, al mismo tiempo que tocaba su labio inferior con la punta de su dedo índice –. He escuchado que en este momento se está llevando a cabo un festival llamado "Yosegaki Himonau"...

Todos los chicos asintieron inmediatamente, atontados.

–Pero todo se ve muy tranquilo para ser un gran evento. Esperaba encontrarme con un gran movimiento.

–Lo que sucede en este momento –le explicó uno de los muchachos, el más alto de todos – es que ha habido un leve retraso de planes.

– ¿En serio? –dijo la chica de rosa con sorpresa –. ¿Qué ha sucedido?

–El pasado miércoles fue la invasión a la preparatoria de Naniwa kinman –continuó explicando un chico más robusto y de baja estatura –. Se supone que sería un solo golpe y venceríamos a la preparatoria, igual como había sido con Abekamo, pero resultó que Takarada Kaneo tiene un fiero guardián...

Remembranzas vivasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora