El diablo tentador

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–La casa se ve muy bien por fuera, pero una vez adentro tiene el aspecto de rustica antigua –comentó Kiryūin Ragyō empujando a un lado a Sōichirō y adentrándose en el recibidor. Continuó por el corredor con completa libertad hasta llegar a la sala de estar –. No es de mi gusto – agregó girando sobre sí misma para apreciar cada rincón de la habitación –. Deberías conseguirte otro decorador, querido.

Kiryūin Sōichirō estaba en shock. Le tomó un par de segundos a su cerebro el analizar lo que estaba sucediendo frente a él. Cuando finalmente pudo reaccionar, su corazón entró en pánico y su mente formó un gran número de preguntas: ¿Cómo había dado Ragyō con él? ¿Cómo lo había encontrado? ¿Por qué estaba ahí? ¿Qué sabía? ¿De cuánto estaba enterada? ¿Satsuki le habría dicho algo?

Inocentemente negó con la cabeza.

No, no era posible que Satsuki lo traicionara... tal vez Ragyō le había hecho algo... algo para hacerla hablar...

Apretó sus puños solo con imaginarlo.

No, no había porque llegar a esas conclusiones, tal vez... tal vez Ragyō solo tenía sospechas.

Sōichirō siguió con la vista a su ex-mujer recorrer las habitaciones de sus casa y examinando todas sus pertenecías. Al final llegó a la conclusión que era muy pronto para realizar una hipótesis de la visita de Ragyō, lo mejor sería seguirle la corriente hasta que obtuviera la información necesaria, y sobre todo, no debía hacerla sospechar que él había visto a Satsuki por ninguna razón.

Sus pasos imitaron a los de Ragyō hasta la sala de estar y conservando la calma le preguntó:

–¿Cómo pudiste encontrarme?

–Nuestro gorrioncillo te delató –contestó ella con sinceridad mientras tomaba en sus manos una fotografía de Ryūko que posaba en una de las repisas de la habitación. En ella, la chica tenía unos diez años y era abrazada hasta la estrangulación por una pequeña Mankanshoku Mako –. No confundas, no quiero decir que ambas hubiéramos hablado, simplemente que nuestra niña sabe hacerse notar, lo cual es sorprendente con la precaria salud que debería tener –agregó con denotado desdén en su voz regresando la fotografía a su lugar –. Es increíble lo que puede hacer la medicina en estos tiempos.

Sin duda nos has investigado –pensó para sí el profesor, ya que Ragyō parecía estar muy bien informada de la condición de Ryūko y de su vida.

–¿Así? –repuso Sōichirō con sequedad, dando la impresión de indiferencia.

–¡Me sorprende Sōichirō que no estés enterado de los alcances que tuvo el festival Yosegaki Himonau! –soltó Ragyō con una gran sonrisa. Sacó de su bolso de marca un pañuelo blanco que extendió sobre el sillón principal, antes de sentarse sobre él y cruzar su piernas de manera exagerada y seductora –. Y debo de admitir que me tiene sorprendida el maravilloso trabajo que has hecho con Ryūko –se burló de él tomando una posición autoritaria –; parece una jovencita encantadora, lista para reformatorio juvenil. ¿Aún así esperabas que te diera a Satsuki? –le preguntó de ultimo con descaró.

Los ojos de Sōichirō lo traicionaron y no pudo evitar dirigirle a la mujer una mirada de rencor, lo que pareció deleitarla.

Si apartar los ojos el uno de la otra, le profesor rodeó uno de los sofás de la sala y se sentó en éste con cuidado, como si en un movimiento en falso, Ragyō saltara sobre él como una bestia lista para matarlo. Los siguientes minutos continuaron su batalla de miradas esperando que el otro cediera primero, mientras la tormenta en el exterior tomaba más fuerza; hasta que finalmente Ragyō lanzó su bomba esperando en tomar a Sōichirō de sorpresa:

Remembranzas vivasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora