Ramo de junquillo

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–Satsuki-sama –soltó Jakuzure Nonon al ver a su prima llegar al cementerio en compañía del padre de ésta, Soroi e Iori.

El resto de los miembros del consejo de la joven ex heredera, no se sorprendieron en lo más mínimo de ver a su líder presentarse en aquel lugar. Ellos ya sabían de antemano que eran los deseos de Satsuki presentar sus respetos a la difunta mujer. Pero no fue la misma reacción por parte de los acompañantes de Matoi Ryūko, quienes a pesar de conocer cada sórdido detalle del parentesco entre ambas jóvenes, aún así les sorprendieron de verla presente en el cementerio y especialmente en compañía del profesor Matoi. Ryūko era la única que estaba al corriente de que su padre y hermana mayor vivían bajo el mismo techo.

Y lo más curioso de todo fue, que por un leve momento, ningún de ellos reconocieron a Kiryūin Satsuki debido a las ropas casuales llevaba puestas ese día (no muy propio de ella), así como de su nuevo corte de cabello. Solo cuando estaba lo suficientemente cerca, resultaba imposible no reconocer su identidad.

Rápidamente los ojos de los Mankanshokus, Takarada Kaneo y Mikisugi Aikurō se posaron sobre la joven del mechón rojo que se encontraba entre ellos, expectantes y aterrorizados por la reacción que podría tener al ver tan repentinamente a su hermana mayor; algo que muy pronto imitaron los miembros del consejo de Satsuki, listos para detener cualquier tipo agresión por parte de ella. Solo los miembros de la pandilla de Sanageyama eran los únicos desconocían el significado de lo que estaba pasando a su alrededor, ni siquiera tenían idea que la joven que acababa de llegar era la misma Kiryūin Satsuki.

En cuanto a Ryūko, la sorpresa estaba presente en el rostro, sus ojos tan grandes como platos y su boca entre abierta lo denotaba fácilmente. Y por unos breves segundos mantuvo el mismo semblante, aumentando la tensión del momento, hasta que sus facciones cambiaron en un abrir y cerrar de ojos: su rostro se endureció demostrando enojo e irritación, su mirada se intensificó como un gato ante su presa y sus labios desaparecieron en una delgada línea.

Todos a su alrededor contuvieron el aliento, expectantes y temerosos de los que estaba por suceder, mientras que Satsuki y su acompañantes se aproximaban cada vez más a la chica del mechón rojo. Fue hasta el momento en que se encontraban a un par de pasos en que Ryūko se adelantó a su encuentro.

El pánico se mostró en los rostros de los acompañantes de la chica del mechón rojo y la en los ex estudiantes de Honnōji. Cada uno de ellos la llamaron sin obtener resultado, solo Mikisugi (quien se encontraba a su lado) el único en extender su brazo para intentar detenerla.

–Ryūko-kun –dijo el hombre tomándola de la muñeca, pero esta se liberó fácilmente se dé su agarre torciendo el brazo. Ignorando completamente los llamados desesperados de los demás, la chica continuó su marcha marcial hasta Satsuki.

Satsuki, su padre y sus acompañantes se detuvieron de inmediato al ver a Ryūko abalanzarse hacia ellos. En cierta forma temieron mucho al igual que el resto de los visitantes a la tumba de Kinue que todo eso terminara en una tragedia.

Ese pensamiento fue lo que llevó a Matoi Isshin posarse frente a Satsuki y extender sus brazos frente a ella en un acto de protección y tratando de captar la atención de su Ryūko. Pero eso nunca detendría a la menor de sus hijas, quien ignorando completamente la presencia de su padre, lo empujó de su camino y continuó hasta terminar cara a cara frente a Satsuki.

De nuevo, el silenció se apoderó de todos los visitantes del cementerio, mientras que sus miradas preocupadas brincaban de una joven a la otra. Kiryūin Satsuki se mantenía tan estoica como siempre, con su rostro sereno e impasible por el cual era conocida; la ligera brisa cálida matutina sacudía su nueva corta cabellera y así como la ligera falda de su atuendo. En cambio la mirada de Matoi Ryūko decía a gritos que estaba deseosa de matarla, su seño fruncido con denotado fastidio resultaba sencillo de leer; y al igual que Satsuki, el viento sacudía su cabello que había crecido un par de centímetros, así como el saco del traje negro que llevaba puesto.

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