En un universo alterno en que no existen las fibras vivas, Ryuko y Satsuki fueron separadas de niñas. Con el cumpleaños dieciocho de Satsiki se revela el mayor secreto que su madre le ha ocultado por años y descubre que la persona que más la detesta...
Kill la kill tiene su dueños respectivos, el propósito de este escrito es solo el de entretener. Así que, por favor no me demande.
La mansión estaba tan silenciosa como siempre, ni siquiera los sirvientes producían algún sonido durante sus labores matutinas. Eran órdenes de la madre de Satsuki, la jefa de la casa Kiryūin. Satsuki fue directo hasta el solitario comedor hermosamente decorado con una increíble y larga mesa; Soroi, su mayordomo personal, ya se encontraba esperándola a uno de los extremos de la esta con el desayuno preparado y una humeante taza de té.
–Buenos días, Satsuki-sama –la saludó con una sonrisa, mientras tomaba asiento.
–Buenos días, Soroi –le correspondió ella llevando a sus labios la taza con el té caliente.
–Por favor, coma todo sus alimentos –le insistió Soroi descubriendo el platillo principal. A Satsuki no le sorprendió el comentario, aquel hombre anciano había estado casi toda su vida a su servicio, por lo cual conocía cada aspecto de su personalidad y costumbres. Él estaba muy consciente de las fechas que se aproximaban y como afectaban la conducta de la joven–. Recuerde los planes que tiene para hoy. Va a necesitar toda su energía.
–Lo sé –respondió ella evitando su mirada –. Podrías traer más azúcar para el té.
–De inmediato, Satsuki-sama –de inmediato el mayordomo corrió a la cocina para atender el pedido de la joven.
En su escasa soledad, Satsuki pensó en las palabras de Soroi. Ese hombre era para ella como su segundo padre, pero realmente no estaba de humor para sermones de nadie, en especial en esa época del año. Tenía cosas más importantes por cuales preocuparse en esos momentos. Justamente ese día estaba por iniciar una competencia con una escuela rival, un movimiento que requería toda su concentración.
Satsuki estaba tan sumida en sus pensamientos, que no se percató de la proximidad de otra persona en el comedor, fue hasta que unas manos taparon sus ojos cuando se dio cuenta que ya no se encontraba sola.
– ¿Adivina quién soy?
"Ryūko" pensó.
–Nui –fue lo que en realidad dijo.
– ¿Cómo sabias que era yo? –dijo la jovencita sentandose en la silla continua a la de Satsuki, mientras hacía un puchero.
–Adivine –contestó Satsuki a secas a su imooto. Nui era en realidad su media hermana, hija de uno de los tantos amantes de su madre, un modelo mitad francés mitad japonés, de nombre Harime. No estaba muy segura, pero la verdad no le interesaba, ella no tenía el menor interés en tener una buena relación con su imooto; en realidad, apenas toleraba su presencia a pesar de que Nui demostraba tener una obsesión/admiración hacia ella, como un trofeo difícil de alcanzar.
La madre de ambas había hecho muchas diferencias entre ellas: Satsuki siempre sufrió de la excesiva perfección que siempre le demandaba su progenitora, supuestamente necesaria ante el puesto que poseería en el futuro, como sucesora de su madre. Con Nui la situación era completamente diferente, la jovencita era la adoración de la mujer y ésta le permitía lo que fuera; no tenía obligaciones, ni exigencias sobre sus hombros, todos sus caprichos le eran cumplidos en un santiamén.
Debido a ello, Nui se había convertido en una niña caprichosa y bastante irritante, que siempre estaba buscando una manera de molestar a otros: en una ocasión había escondido varias joyas de su madre para inculpar a una de las sirvientas, porque la mujer se había negado en llevarle un helado. Después, cuando la mujer fue acusada, Nui confesó sus actos, lo cual le causó gracia a su madre. En otra, había hecho que pintaran su habitación completamente de morado, para el día siguiente cambiar de opinión y exigir que la pintaran nuevamente de rosa. La más reciente, había ocurrido en la escuela; Nui se negó a realizar la tarea y su profesora le mandó un reporte a su madre. Lo único que consiguió la maestra, fue que su madre se apropiara legalmente de la secundaria en la que cursaba Nui (como lo había hecho en la preparatoria a la que asistía Satsuki) e implementará un nuevo régimen que favorecía solamente a la niña consentida.
A Satsuki realmente no le importaba que hiciera Nui y a quien importunaba con sus caprichos, pero eso no evitaba ver con desagrado las reacciones alentadoras de su madre ante ese comportamiento. Satsuki siempre tuvo muy presente en toda su vida la manera de pensar de su madre ante sus hijas: a ella le exigía porque la necesitaba, a Nui consentía ya que era su muñeca de diversiones y a Ryūko... a ella solo le dio la espalda porque no tenía utilidad.
Soroi regresó de la cocina con la azúcar para Satsuki y al ver a Nui sentada a la mesa, ordenó que también que se le sirvieran el desayuno.
–Es cierto, oneesan –dijo Nui con tono burlón mientras llevaba el tenedor a su boca –; tu cumpleaños es la próxima semana ¿verdad?
Satsuki guardó silencio.
– ¿Qué es lo que te gustaría de regalo? –le preguntó Nui extendiendo la mano para acariciar el cabello de Satsuki –. ¿Hay algo que desees más que nada en este mundo?
Satsuki detuvo su taza de té a unos centímetros de que tocara sus labios, ante la respuesta que se formuló en su mente con aquella pregunta.
–No necesitas decir nada –agregó Nui como si leyera la mente de su hermana –, es obvio –recargó su rostro en una de sus manos y le dirigió a Satsuki una mirada recelosa –. También se acerca tu día negro ¿no me equivoco?
Satsuki se puso inmediatamente de pie, no quería oír lo que Nui estaba a punto de decir. No quería escuchar que sus labios pronunciaran sus nombres.
–Tengo muchos asuntos más importantes en la escuela–dijo la joven dirigiéndose a la puerta de salida –. Soroi, el desayuno estuvo delicioso –agregó al mayordomo que la despidió con una reverencia.
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