La gente que llega y no se va

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–... llamado en clave operación overlord, la batalla de Normandía, fue la invasión de Europa llevada a cabo por los aliados en el noreste de Francia entonces ocupada por la Alemania nazi –explicaba Mikisugi Aikurō al salón de clases mientras escribía las palabras claves en pizarra –. El esfuerzo aliado se concentró en desembarcar en Europa un ejército que, después de liberar Francia, llegaría hasta el mismo corazón del Tercer Reich. La idea puede parecer simple –agregó volviéndose hacia la clase –, pero requirió mucha organización para que el ataque tuviera éxito y aún así costó la vida a miles de soldados aliados.

Casi todas las chicas del salón de clases no perdían ninguna palabra que salía de la boca de Mikisugi-sensei, todas se encontraban maravillas con el atractivo del hombre desde el primer día que lo presentaron como profesor temporal. Podía estar hablando del evento más trágico en la historia de la humanidad y ellas continuarían sonriendo maravilladas. Solo dos chicas eran la excepción a esa regla, Mankanshoku Mako que tomaba tranquilamente su siesta del segundo periodo, y Matoi Ryūko que se distraía completamente rascando el vientre de su conejo mascota que mantenía escondido bajo la tabla del pupitre.

De repente las campanas retumbaron en el plantel anunciando el final de clases.

–Creo que eso será todo por hoy –comentó Mikisugi mirando el reloj de estaba posado sobre la puerta –; tendrán que realizar un ensayo sobre la batalla de la Normandía para entregar la próxima semana.

Lo varones del salón soltaron un leve gemido, mientras las chicas asentían con entusiasmo.

–Lo siento –continuó Mikisugi –, pero debemos cubrir un programa y por desgracia tendré que ausentarme hasta la próxima semana.

Ahora las chicas fueron las que gimieron de pena. Por primera vez en toda la clase, Ryūko alzo la vista hacia Mikisugi preguntándose si su padre tendría que ver con eso.

–Que tengan una buena semana –comentó de último Mikisugi mientras guardaba sus papeles en su portafolio. Poco a poco, lo estudiantes comenzaron a abandonar el salón de clases; Ryūko tuvo que despertar a Mako, ya que en sus sueños no se había percatado de las campanadas –. Matoi, puedo hablar un momento contigo –le dijo Mikisugi a la joven cuando se disponía a salir por la puerta junto con su amiga.

Ryūko reaccionó con un respingo y se volvió hacia Mako en busca de apoyo.

–Te veo afuera, Ryūko-chan –dijo Mako con una sonrisa de inocencia dejando a su amiga sola a su suerte. Ryūko la miró alarmada mientras la joven desaparecía rápidamente por el pasillo.

–No te preocupes –escuchó Ryūko la voz de Mikisugi detrás de ella –, no tardaré mucho.

Ryūko se volvió rápidamente hacia él tomando automáticamente en posición defensiva. Sujetó la banda de su estuche de metal lista para golpearlo con él; pero de un rápido movimiento, la mano de Mikisugi se deslizó hacía el maletín de ella sacando de las orejas a Senketsu, como un mago lo haría de un sombrero.

– ¿Qué hace Senketsu en tu maletín? –le preguntó Mikisugi, aunque él sabía exactamente por qué.

Ryūko no contestó de inmediato debido a la sorpresa, pero con un leve sonrojo se recobró pronto del aturdimiento.

– ¡¿Qué esperabas?! –bramó Ryūko arrebatándole el conejo al hombre, tomándolo firmemente entre brazos hasta casi dejar al animal sin aire por el apretón –. ¡No puedo dejarlo en casa, no hay nadie para cuidarlo!

Mikisugi soltó un suspiro de resignación, para luego darle la espalda a la chica y tomar asiento sobre el escritorio.

– ¿Cuánto tiempo crees que puedas seguir haciendo esto, Ryūko-kun?

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