Espacio personal

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Kill la kill tiene su dueños respectivos, el propósito de este escrito es solo el de entretener. Así que, por favor no me demande.


Una vez que terminó de lavar los trastes que utilizó en el desayuno, Ryūko tomó su chaqueta para partir al instituto.

– ¿Dónde está mi maletín? –se preguntó a ella misma buscando el objeto con la vista. Sus labios formaron una sonrisa cuando lo encontró sobre uno de los sillones de la diminuta sala del departamento; Senketsu estaba parado arriba de su maletín listo para partir a la escuela como ella.

–No me puedo olvidar de ti –dijo Ryūko acercándose al sillón. Senketsu contestó sus palabras torciendo su pequeña cabecita a su lado, enfocando su único ojo hacia la joven. El conejo había perdido uno de sus ojos cuando era una cría a manos de un gato, o al menos eso le informaron a Ryūko en el refugio de animales.

–Vámonos –le dijo la chica abriendo su maletín hacia el conejo, que al ver esa acción, de inmediato se lanzó dentro de la bolsa. Por último, Ryūko se hecho sobre el hombro su enorme estuche de metal, antes de dirigirse a la puerta.

Cerró lentamente el portón con llave una vez que se encontraba en el pasillo, tratando de no hacer ruido alguno. Con cuidado, Ryūko caminó por el corredor de puntillas sin hacer el menor sonido posible, mientras pasaba la puerta continua a su departamento. Respiró de alivio una vez que alcanzó el otro lado.

– ¡Ohayou, Ryūko-kun! –escuchó una voz masculina detrás de ella que le puso los pelos de puntas.

Ryūko se dio la vuelta de inmediato para encontrarse cara a cara con Mikisugi Aikurō tan solo a unos centímetros de ella. Tenía su brazo apoyado contra la pared del corredor dejándole a ella poco espacio para huir.

– ¿Lista para la escuela? ¿No quieres que te lleve? –le preguntó el hombre con tono seductor sacudiendo las llaves de su auto a la altura de los ojos de la joven.

– ¡Quítate de encima! –bramó ella sonrosada y furiosa, empujándolo del rostro –. ¡Nunca viajare contigo en el mismo auto, vejete!

–Yo solo trato de ser amable –se quejo el haciendo una falsa mueca afligida –, a final de cuentas, vamos a mismo destino.

Mikisugi era profesor temporal en la preparatoria a la que asistía Ryūko, debido a que la pedagogía formaba parte de sus prácticas universitarias; y al igual que Kinue, una vez que terminará con ese requisito, Mikisugi podría dar clases en un instituto de mayor rango como una universidad, como lo había logrado Kinue antes que él. El parentesco de las actividades de ambos tenía una simple razón, ambos eran asistentes del padre de Ryūko.

Como había sucedido con Kinue, Ryūko conocía a Mikisugi desde que era pequeña, pero a partir entonces, él solía sacarla de quicio. Al principio se burlaba de la estatura e ingenuidad de Ryūko, pero cuando fue creciendo la joven, su acosó se volvió más especifico (algo que concordaba con el desarrollo de su busto). Tanto su padre como Kinue no tomaban enserio el trato del hombre sobre la adolecente, pero aunque sus insinuaciones no fueran reales, eso no evitaba que enfureciera a Ryūko.

Ryūko estaba harta de tener que ver a Mikisugi a diario en el colegio y para acabar, tenerlo de vecino. El complejo de departamento donde vivían, era para estudiantes y empleados de la universidad, ya que el instituto estaba unas calles. Kinue originalmente vivía en el departamento con su hermano, pero este se mudó con Mikisugi cuando Ryūko empezó a vivir con ella.

–Entre menos te vea, mejor –comentó Ryūko alejándose de él. Al darse la espalda, Mikisugi la sujetó por detrás de los hombros haciendo que se sonrojará aún más. Él comenzó a susurrarle al oído:

Remembranzas vivasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora