Era otra pesada mañana de reuniones para Kiryūin Ragyō, era la tercera consecutiva del día y la octava de la semana; y esa en particular, se había extendido por horas hasta el atardecer. En la larga mesa de conferencias, los inversionistas se encontraban a ambos lados discutiendo términos nominales y temores administrativos. El miedo se captaba en sus voces y la preocupación en sus rostros; así había sido desde el fracaso del festival deportivo. Todos tenían la angustia por saber si sus inversiones se recuperarían después de tal fiasco publicitario.
Cada uno de los hombres a su alrededor, exigían una respuesta directa de su parte, pero Ragyō no les ofrecía ninguna. No tenía por qué.
A pesar del chasco que había tenido la línea de ropa deportiva para estudiantes, que ni siquiera había alcanzado a llegar al mercado, la hermosa mujer empresaria ya sabe asegurado su propio salvavidas. No importaba cuanto gritaran y vociferaron todos aquellos inversionistas, llorarían aún más cuando descubrieran la letra pequeña del contrato y se enteraran que sus negocios ya le pertenecían a ella.
Ragyō no sólo era una mujer bella y exitosa, con el mejor gusto y los más finos modales; también era una persona sumamente inteligente, decidida y previsora. Una horrible combinación al juntarla con su ausencia de escrúpulos y falta de empatía. Eso era lo que la hacía grande y poderosa, y por nada del mundo, iba a perderlo.
En su silencio, dejó que los hombres se debatieran entre ellos las mejores acciones ante tal crisis, en total desconocimiento de la decisión ya tomada. Ragyō se mantuvo con calma, sentada con elegancia en su gigantesco trono de roble a la cabeza de la mesa y a espaldas del gran ventanal que mostraba la majestuosidad de la ciudad, que comenzaba a ser cubierta por la lluvia. Completamente aburrida de lo que estuvieran diciendo los inversionistas, la mujer apoyó su rostro en una de sus manos y su mente divagó en asuntos más existenciales:
¿Qué había salido mal con Satsuki? ¿Dónde se había equivocado?
–¿Equivocado? ¿Yo? ¡Nunca! –se apresuró a corregir su pensamiento.
En su manera de pensar, sólo existía la posibilidad de que Satsuki fuera la única culpable de todo.
¿Pero porque? ¿Dónde la niña se descarrió?
Satsuki era muy importante para ella. No sólo era su primogénita, también era su heredera. Lo que hiciera su hija era un reflejo de sí misma. Un día, no muy lejano, Satsuki tendría que reemplazarla en la dirección de REVOCs como la cabeza de la familia Kiryūin, y por lo que había observado últimamente, la joven no estaba lista todavía.
Ragyō se había esforzado mucho y puestos gran esmero en que su hija fuera la mejor en lo que propusiera. Tenían que ser perfecta a los ojos del mundo y especialmente a los de su madre.
Cuando Satsuki fue pequeña, era una niña obediente que admiraba abiertamente a su madre; pero con el paso de los años, Ragyō pudo ir detectando miradas de desdén e indiferencia de su parte. Por mucho tiempo culpó a las sombras del pasado que la niña no quería dejar atrás, pero mientras obtuviera los resultados deseados, a la mujer no le interesaba si su hija no podía olvidar a su padre y a su hermana menor.
Aunque su primogénita pudiera cubrir todas sus expectativas, para Ragyō no era suficiente, ellas deseaban más; y desgraciadamente, comenzaba a descubrir que Satsuki no tenía las capacidades deseadas.
En su corazón de madre se sentía decepcionada.
Al nacer Satsuki, Ragyō estaba satisfecha de tener a su tan esperada heredera. Para la soberbia mujer que había provenido de una familia menguada pero de gran renombre social, era sumamente importante tener a alguien de su sangre que siguiera sus pasos. Y como un regalo aún mayor, que fuera una mujer.
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Remembranzas vivas
FanficEn un universo alterno en que no existen las fibras vivas, Ryuko y Satsuki fueron separadas de niñas. Con el cumpleaños dieciocho de Satsiki se revela el mayor secreto que su madre le ha ocultado por años y descubre que la persona que más la detesta...