Bendita ignorancia

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-¡Arg! ¡Qué fastidio!

Mikisugi Aikurō se estiró en su asiento soltando un largo bostezo. Había sido una larga y ajetreada mañana para él y Kinagase Kinue al prepararse para subir al tren que los llevaría a la ciudad capital, y como consecuencia, había perdido varías horas de sueño dejándolo completamente soñoliento.

-Es muy pronto para que te estés quejando -puntualizó Kinue con la vista clavada en su teléfono celular, sin poner mucha atención en la postura de Aikurō como en el paisaje cambiante del exterior que se observaba a través de la ventanilla -. En realidad, es extraño que te quejes de esa manera ¿Qué pasa por tu cabeza?

Mikisugi dejo escapar un resoplido en lo que su espalda se deslizaba por el asiento.

-No mucho -dijo desganado desviando la vista por el largo corredor que se extendía adyacente a los asientos de los pasajeros -. Lo usual, tal vez.

Kinue apartó por un momento sus ojos de la pantalla de su teléfono para contemplar a su colega en el asiento contiguo y encontró al joven hombre de cabellera azul, con el cuerpo desparramado en su lugar y con un semblante fastidiado en el rostro.

-Aja -dijo ella sin creer por un momento en sus palabras -. Suéltalo.

El hombre se volvió para intercambiar un par de miradas con la joven mujer, y bajo sus penetrante ojos, se dio cuenta que no podría engañarla ni por un instante.

-No... no quería hacer... este viaje.

Su partida de Osaka se debía a un importante congreso de tecnología nacional que se llevaría a cabo en uno de los principales centros de conferencias de Tokio; era el lugar ideal para la presentación clave de la nueva fibra de tela que había diseñado el equipo del profesor Matoi y generar gran publicidad para la línea de ropa del conglomerado Takarada que se llevaría a cabo con este material. Era un gran suceso y no cualquiera podía acudir y mucho menos exponer.

El profesor Matoi había sido invitado a participar en compañía de un acompañante, pero los últimos sucesos lo habían dejado aún más sumido en su aislamiento y se negó completamente a acudir al evento. Fueron Aikurō y Kinue los escogidos para cubrirlo.

-¡¿De qué estás hablando?! -bramó Kinue dando un leve respingo -. ¡Esta es una grandiosa oportunidad! -la mujer apoyó una de sus manos en el brazo del asiento para aproximarse lo más posible a Aikurō -. ¡Y siempre dices que te gustaría ir a una de estas presentaciones!

-Sí -musitó él cubriéndose la cara con ambas manos -. Pero no... así -se alcanzó a escuchar detrás de sus palmas.

-¿Te refieres al tren?

-No... es... es el destino.

-Aikurō, me estás perdiendo aquí.

Resignado, el hombre dio otro resoplido antes de enderezarse en su asiento y volverse de lleno hacia la mirada expectante de Kinue.

-Sí, siempre quise ir a uno de estos congresos -admitió con gran pesar en voz, reflejando la angustia que sentía en ese momento -; disfrutar de los privilegios del viaje, como la estadía con todos los gatos pagados...

-¿Entonces? -insistió Kinue sin comprender a que quería llegar.

-Es solo que... -cobrando valor, llenó sus pulmones hasta finalmente soltar - es que no me agrada mucho la idea de pasar todos estos días en compañía de Takarada Hina-sama -agregó rápidamente casi en pánico, como si alguien más aparte de Kinue fuera a escuchar sus palabras -. Y mucho menos quedarnos en su chalet.

No solo ambos protegidos del profesor serían los únicos exponentes en la presentación, la misma Takarada Hina había decidido ser participe estrella de tal evento, especialmente con la intención de restregárselo en la cara en una persona en particular. Debido a que los tres estarían juntos en el evento, la mujer había ofrecido su casa en la capital para que ambos asistentes no tuvieran que quedarse en un hotel. Aikurō sospechaba que tal decisión se había formado en la mente de la mujer, una vez que se enteró que iría en lugar del profesor.

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