Capítulo 96

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Narrado por Rubius

-¿Qué cojones fue todo eso?- Había quedado mudo luego de esa llamada que me había propuesto hacerle a Mangel. Realmente no esperaba que dijera tantas…cosas. Tampoco esperaba que mi sinceridad superara mis propias expectativas. Ahora me sentía ridículo; como cuando eres un niño y te declaras de la manera más imbécil que puede existir. -¿le dije que follaríamos?- Me puse morado, lo sentí en mis mejillas. No era necesario mirarme a un espejo para notarlo; después de todo era lo último que quería ver. Mi rostro hecho un manojo de nervios y dudas. –Me disculpo conmigo mismo. No le dije que folláramos, sino que “hiciéramos el amor”- Puse una voz muy cordial, imitando a alguien de la realeza o una gilipollez como esa. Me sentía tan estúpido al recordarlo; estúpidamente feliz… no tenía ni puta idea de porqué me hacía sentir feliz semejante estupidez. –Yo, teniendo relaciones con Mangel… ¿En serio?- Pero a esta altura ¿qué coño importaba? Ya nos habíamos besado muchas veces, con la intensidad de una pareja ya consolidada. No podía tapar el sol con un dedo y hacer como si no hubiese ocurrido absolutamente nada entre nosotros. Los actos, las situaciones; todo ya había sucedido y no había vuelta atrás… tampoco era como si quisiera retroceder el tiempo y volvewr a empezar. No había ni siquiera una parte de mi cerebro que deseara eso. 
     Por la cortina de mi habitación se colaban los rayos de sol que, de seguro, no calentaban absolutamente nada. Hacía un frío acojonante; ayer había nevado y hoy día el sol se encargaría de hacer más ameno el día. –Debería ir a pescar con mi abuelo- Dije de manera mecánica, levantándome de la cama, tomando esa bata que solía dejar siempre en Noruega por lo mismo; el maldito frío, poniéndomela y amarrándola a mi cintura. En cuanto abrí la puerta de mi habitación pude escuchar el ruido que provenía de abajo. Mi familia era bastante buena para madrugar, así que suponía que ya estaban desayunando o que, incluso, ya habían terminado. Aún así mi mamá siempre me guardaba algo para desayunar, aunque fuese un café.
-Buenos días hijo. De nuevo te atraparon las sábanas- Mi madre estaba sentada donde mismo, con mi hermana en los brazos. En cuanto ella me vió se bajó del regazo de esta y se colgó a una de mis piernas. No dudé un segundo en tomarla en brazos y abrazarla con cariño.
-Hola mamá. Hola pequeña- Le saqué la lengua, mientras ella tironeaba de los mechones que me caían por la frente.
-Juguemos- Dijo alegre, tirándome de las mechas más de lo debido.
-Oye leona, calma las ansias. Me duele- Me burlé, besando su frente, para dejarla en el piso y sentarme al lado de mi mamá. Héctor no estaba en la mesa, así que suponía que debía estar haciendo algunos trabajos con mi abuelo, o quizá seguía durmiendo, aunque era poco probable.
-Deberías aprovechar de salir a dar una vuelta. Está lindo el día y la nieve alcanzó a derretirse un poco. Podríamos ir a caminar por ahí. Hay ovejas, sé que te gustan- Recordaba que, de pequeño, molestaba muchísimo con el tema de las ovejas. Especialmente las que tenían cencerros colgados al cuello.
-¿Vamos todos?- Pregunté, mientras bebía un sorbo del café que me había servido previamente. Sentía la necesidad de hablar con ella, pero prefería hacerlo al aire libre, donde sabía que podía despejarme y pensar con más claridad.
-Claro hijo. Toma desayuno y vístete. Iré a avisarle a tu abuelo- Ella se levantó de la mesa, dejándome solo en esta. Mi hermana ocupó su puesto, acomodándose de rodillas en la silla que no era lo suficientemente alta para ella.
-¿Y tu? ¿Quieres salir a pasear?- Le pregunté mientras estiraba el brazo y cogía uno de esos pastelitos infaltables en cada desayuno.
-Vamos a ver ovejas; y a la nieve; y también vamos a jugar; y a atrapar pescados- Me reí, notando como se quedaba corta de respiración. Ella había dado vuelta mi mundo; ser hijo único hasta los 20 años te acostumbra a un tipo de vida, pero sin duda el que ella haya nacido me enseñó a amar. Verla tan poco a veces me frustraba, más porque sentía que si no era parte de su crecimiento, ella no me estimaría tanto como pudiese. Aún así, nuestra relación era increíble.
-Vamos a hacer todo lo que podamos hoy día ¿vale?- Acerqué mi mano a su cabello amarrado en dos coletas pequeñitas; tenía el cabello corto y eso la hacía ver aún más mona.
-¿Y si jugamos toda la semana?- Suspiré, agarrando la taza con café para beber otro sorbo.
-Yo… me tengo que devolver a España. Pero nos veremos pronto pequeña, y jugaremos todos los días- Vi como hacía un puchero, el cual me rompió el corazón. ¿Por qué no podía tenerlos más cerca? Mi mamá había pensado en cambiarse de casa e irse a vivir a España para que la familia no estuviera tan separada, aún así nunca habían concretado la idea, y eso me hacía pensar que finalmente nunca se realizaría. Los necesitaba cerca; necesitaba a Mangel, pero también necesitaba a mi familia, más ahora que ya no había secretos entre nosotros.
-Vale…- Me levanté de la mesa, acercándome a ella para tomarla en brazos, haciéndole un poco de cosquillas.
-Oye leona, no te pongas triste. Nos veremos muy prontito, ya verás- Había logrado sacarle una que otra risita, lo que me calmó. No quería producir malestar en ella; no quería que tuviera esos recuerdos cuando creciera; situaciones que sólo le trajeran un sabor amargo de su hermano desaparecido.
-¿Jugaremos con Jenny y Mangel?- Me corté de golpe. Sentí un escalofrío por la columna tan fuerte que, si no tuviese instinto de hermano, la hubiera dejado caer por impulso. ¿Cómo se lo explicaba? Era mucho más sencillo hablar con una persona madura, pero mi hermana le tenía mucho cariño a Jen y eso, no me la dejaba nada fácil
-Si, jugaremos los tres- No pude decirle la verdad; no sabía como. Preferí mentirle y dejarla con una buena sensación, a intentar explicarle algo que ni yo mismo entendía… si hablaba sobre lo de Jen, tendría que meter en la historia a Mangel. Eso sería difícil.
    Nos dirigimos al salón, sentándonos en el sofá central de la sala. Prendí la televisión y le dejé unos dibujos animados que, de hecho, la hipnotizaron en un dos por tres. Aproveché aquello para subir al segundo piso, asearme y vestirme.

Luchemos Por Esto - Fanfic (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora