Capítulo 94

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Narrado por Rubius

-Ya ha pasado una semana- Susurré, tapado con las mantas hasta el cuello. El frío se hacía insoportable en esta época en la que Noruega se mantenía bajo el manto blanco de la nieve. Me había prohibido hablar con Mangel; sólo le avisé que había llegado vivo y fue lo primero y único que dije llegando a Noruega. Le pedí al padrino que, pese a que se lo pidiera, no me pasara mi móvil en toda mi estancia… necesitaba obligarme a desconectarme del mundo. A pensar detenidamente toda la mierda que se estaba acumulando en Madrid… me aterraba volver y encontrarme en un chasco del que no podría salir fácilmente. –Soy un cobarde- Lo era ¿Y qué? No era el primero y de seguro no sería el último. Temía por lo que sucediera a Mangel… temía por Jen; por su actitud despechada y por como actuaría si llegase a encontrarse con mi amigo. Tenía miedo de que saliera demasiado herido; que Jen nos rompiera en mil pedazos. –Ella no sería capaz- ¿Cómo yo creía que era incapaz de amar a alguien más? Que hipócrita había sido conmigo mismo… asusté a Mangel, diciéndole que venía a pensar si quería estar con él, cuando por él he hecho más de lo que hice por cualquier persona. No hay excusas, estoy hundiéndolo en mi propio pozo; cavando las tumbas de nuestro irremediable y desesperado amor. –Estoy jodido- La conclusión era sencilla… y ni siquiera había pensado en lo que dirían los demás. –Mis suscriptores no lo tolerarán. No puedo luchar contra eso- Si seguía la petición de Mangel; si volvía y me abalanzaba a sus brazos como si de eso dependiera la vida ¿Qué sacaríamos? Emocionarnos por algo efímero. Nos destruiríamos, a nosotros y a nuestra amistad. –No hay nada que pensar… nos la estamos jugando demasiado. No se puede cambiar la mentalidad de medio mundo, aunque lo quisiera- Primero eran mis dudas, después era Jen, y ahora que ella no está, son mis fans…
   Me quedé en silencio unos minutos, hasta que la puerta sonó con unos débiles golpecitos.
-Hijo, el desayuno está listo. ¿Vas a bajar?- Héctor había entrado sin que dijera nada. Yo aún me mantenía tapado, dejando afuera sólo la cabeza.
-Vale, ya bajo- Dije, denotando sin ocultarlo, que estaba más triste de lo que debería… estaba con mi familia, y estaba dejando que esto me afectara más de lo normal.
-¿Estás bien?... te he visto un poco cabizbajo. Si necesitas hablar sabes que podemos hacerlo- No me era difícil entender que él captara lo que me ocurría, después de todo sabía lo ocurrido con Mangel; mis intenciones de terminar con Jen y las incontables preguntas y miedos que tenía. Le había prometido ser sincero ante todo, pero admitir que lo amaba me era complicado… más ahora que había sumado otro problema al asunto.
-Terminé con jen- Fui directo. No quería andar con rodeos. Me senté en la cama, apoyando la espalda en el respaldo de esta, mientras miraba a Héctor hacer lo mismo, sólo que sentándose en el borde de la cama
-Hijo… ¿Me lo dices en serio?- Parecía más sorprendido de lo que hubiera esperado. ¿Ese no era el plan desde que hablamos? Bueno, más que un plan era una gilipolles, después de todo no dejaba de sentir contradicción respecto de mi actitud.
-Si, y de la peor manera- Bajé la cabeza, para nada orgulloso de admitir que había sido un maldito infeliz… borrar su sonrisa no fue grato en absoluto, y verla llorar por mi culpa tampoco lo fue.
-Vaya… cuando hablamos de eso realmente no esperaba que lo hicieras. ¿Estás arrepentido?- Sus preguntas sabían a donde iban. Sabía que tenían una intención y no me molestaba en absoluto responder. Después de todo a estas alturas ya poco importaba…
-No lo sé. Me siento un hijo de puta por haberle mentido tanto tiempo, pero no puedo volver con ella… Mangel está, como decirlo, entusiasmado- Doblé las rodillas, llevándomelas al pecho, las cuales abracé con mis propios brazos, aún con las mantas encima. El padrino me miró, torsiendo la boca en un gesto que me preocupó.
-No, no puedes volver con ella- Me sorprendió su respuesta. Me revolví el cabello, más que revuelto, mientras echaba la cabeza para atrás.
-¿Qué hago?- No quería hacerlo partícipe de mis decisiones, porque sabía que, tarde o temprano, terminaría echándole la culpa de lo que había ocurrido. Por haberme permitido que todo esto ocurriera y que mis miedos se hicieran realidad. Aún así se lo pregunté. Necesitaba tomar un camino, cualquiera.
-No lo sé… debes ser sincero contigo. Vale mucho lo que hiciste, porque después de todo ya no querías de la misma manera a Jennifer. La estabas engañando, y eso no es de un hombre correcto, por mucho que sea una infidelidad que no se pueda explicar- al respirar podía ver el vaho que emanaba de mi boca. Eché la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos unos segundos.
-Héctor… ¿crées que estoy jodido?- Quizá lo mejor era dejar ésta gilipollez. Fue divertido; más bien sufriblemente increíble todo lo que había vivido con Mangel, pero esto no iba a resultar… el futuro no se veía color de rosas para nosotros. No ahora...
     Él no habló, sólo suspiró como intentando postergar algo inevitable. 
-No creo que sea necesario que le des tantas vueltas. Además… no será al último hombre que ames. El el camino encontrarás a muchos otros que quizá te hagan sentir lo que…-No pude seguir escuchando semejante estupidez.
-Yo no soy gay, Héctor. Que te quede claro eso… no habrá otro hombre si no es Mangel. Quizá hayan más mujeres, pero ahora mismo eso no me interesa- Inhalé, sintiendo las fosas nasales un poco calientes. –Mira… acabo de terminar mi relación con Jen; mandé todo a la mierda por ésta situación, y ahora me estoy dando cuenta que es una gilipollez. ¿Qué pasará cuándo le diga a Mangel que estoy dispuesto a algo? ¿Viviremos en una mentira? Fui demasiado insensato. Desde el primer momento debería haber sido precavido… quizá debería haberlo rechazado cuantas veces pudiese para que entendiera que no quería nada- Sentí una punzada en la cabeza que me dejó claro que una gran jaqueca me aquejaría en pocos minutos.
-¿Y eso te sirve de algo ahora? Ya estás enamorado… ¿o no?- ¿Cuántas veces había dudado de aquello? Me había hecho esa misma pregunta más de una vez, sin encontrar respuesta alguna, pero aunque me doliera… no podía mentir.
-Si, estoy enamorado- Me daba vergüenza admitir algo tan privado, pero lo apacible del padrino me mantenía apacible a mí y a mí corazón.
-No huyas de lo que te hace feliz. ¿Qué importa lo que piense el resto? Algún día Youtube acabará; tus seguidores crecerán y no te seguirán viendo. Tu crecerás, querrás hacer otra cosa… ¿crées que vale la pena perder la oportunidad de ser feliz, por algo así? No te equivoques hijo. Mangel te quiere, te respeta y, por lo que he visto todos estos años, te idolatra. Es tan difícil encontrar a alguien que se interese por quien eres y no por lo que puedes entregar… más en tu posición hijo, y bien me entiendes- Me irritaba tanto tener temor a lo desconocido. Cuando había comenzado en youtube tenía ese terror latente, pero él fue quien me ofreció su mano y, sin miedo al fracaso, me apoyó. Soy lo que soy porque él me llenó de su valentía… y ahora que estoy más solo que nunca, me doy cuenta de la falta que me hace. No quiero perder mi trabajo. No quiero romper este gran muro de cristal que he formado con los años… pero tampoco quiero perder a Mangel.
-Él lo vale más- Dije casi en un murmullo y de manera involuntaria... cuando me di cuenta de mis palabras, miré a Héctor, avergonzándome a más no poder.
-Si, lo es. Y si quieres que sea más real… debes contárselo a tu mamá. Ella merece saberlo Rubén- Un miedo incontrolable arrasó con toda esa “supuesta” seguridad que estaba demostrando. Ahora que lo recordaba, él era el único que sabía de toda esta situación, y de seguro mi mamá comenzaría a preguntar por Jen  y porqué no estaba conmigo. Ya la había traído a Noruega para navidad; fue cuando mi familia la conoció y lo nuestro se hizo mucho más real.
-No puedo- Admití, sin avergonzarme de lo cobarde que era. 
-Claro que puedes, te sentirás mejor después de decírselo… además, ella da mejores consejos que yo, te lo aseguro- Rió bajito, mientras se levantaba de la cama y se arreglaba la ropa un poco arrugada. Un grito desde el primer piso se hizo oir. Era mi madre llamando al desayuno como por décima vez. –Será mejor que vayamos antes de que nos ganemos la reprimenda del día
-Vale, voy de inmediato- Estiré los brazos, visiblemente más despejado, levantándome de la cama para ponerme las pantuflas y bajar a desayunar en esas pintas.
   Mis abuelos y mi madre ya se encontraban sentados en la mesa. Mi hermana estaba en el salón viendo la televisión, así que supuse que ya había desayunado. Siempre había tenido sus horarios, aunque estaba casi seguro que cuando creciera todo eso se desordenaría.
-Te has quedado pegado en las sábanas Rubén- Mi mamá, ordenada y arreglada como siempre, palmeteó un par de veces la silla de madera que se encontraba a su lado para que me fuera a sentar. Sólo asentí, haciendo lo que me pedía y agarrando uno de las tazas limpias que se encontraban en la mesa, para servirme un poco de agua caliente y unas cucharadas de café.
-Estaba cansado- Encogí los hombros, mientras veía de reojo a Héctor, quien se había sentado al otro lado de mi mamá. Me gsutaba la relación que llevaban… cuando el padrino me habló sobre lo de aprovechar a las personas que importan, quizá lo sacaba como experiencia propia. Yo no soy su hijo, y aún así me albergó en su corazón como si lo fuese. Nunca hizo una diferencia y, pese a que lo odiaba, él jamás dejó que mi comportamiento inmaduro lo saturara.
-Has estado cansado toda la semana parece. ¿Estás bien? No te veo como siempre- Mi abuelo leía el periódico, ya que entendía poco y nada de lo que hablábamos con mi mamá.
-Estoy bien. Un poco agobiado por el tema youtube, pero nada que no se pueda remediar- Sonreí forzosamente, mientras sacaba uno de los tentadores pastelitos que adornaban el centro de la mesa. Masticarlo me produjo dolor en las mejillas… era demasiado empalajoso.
-Rubén, acuérdate de lo que tienes que decirle a tu madre- No pude evitar toser ante aquella afirmación maliciosa de parte del padrino. Me atraganté de manera instantánea, bebiendo un sorbo de café para hacer pasar la comida más fácilmente. Que hijo de puta… ¿cómo pretende que lo haga tan rápido?
-¿De que hablan ustedes dos? ¿Qué tienes que contarme?- Me miró escrutándome. Se me paralizó el corazón ante su pregunta.
-Nada, te está vacilando- Dije sin interés aparente, aunque por dentro estaba hecho un manojo de nervios.
-Rubén, sé cuando me mientes. ¿Pasó algo con Jennifer?- No me lo creo… en serio, no puedo creer que haya dado en el primer intento.
-Las madres son madres por algo, hijo- Héctor se descojonó, mientras se levantaba de la mesa para comenzar a recoger las cosas del desayuno. Tragué y lo sentí tan pesado como si por mi garganta pasaran miles de clavos.

Luchemos Por Esto - Fanfic (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora