Capítulo 80

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Narrado por Rubius

    Me encanta viajar en tren. Te da esa comodidad única, en la que puedes mirar hacia afuera, pensar en lo que quieras, y olvidarte de tu alrededor. ¿Cómo mejorar un viaje de este estilo? No sabría decirlo… Quizá los gestos hablan por sí solos.
     Miré a mi lado. Mangel se encontraba profundamente dormido, de seguro soñando en cosas agradables; su rostro lo denotaba. Parecía como si realmente estuviera disfrutando aquello que invadía su mente…
-Como hemos cambiado- Susurré, mirándolo balbucear. No pude evitar sonreir, mientras devolvía la mirada al paisaje. Los árboles cargando una cantidad importante de nieve. Los techos de las casas de igual manera… Una típica escena navideña, que me tenía a gusto. Después de todo no pensaba viajar con él.
-Rubiuh…- Lo miré un segundo, notando como me miraba de reojo, mientras se encontraba de lado, medio adormilado.
-Duerme, falta bastante para llegar- Dije con tranquilidad, sintiendo un pequeño calor en las mejillas. Nunca pensé que podría llegar a sentir algo cercano a lo que ahora mismo estoy experimentando. Es extraño, pero realmente acogedor… Es como una tarde en casa, al lado del fuego; una sensación reconfortante pero realmente confusa.
-¿Tú no vah a dormir?- Se acomodó en su asiento, ubicándose en la posición estándar. Me miró de frente, esperando alguna respuesta.
-No… Estoy bien así. Duerme tranquilo, yo te despierto- Estábamos tan tranquilos… Este era nuestro momento, aquel que no habíamos podido compartir. Unidos de una manera muy particular; aquella en la que no podíamos ser juzgados por absolutamente nadie. Lo quiero y aún así siento miedo, porque estoy compartiendo mi corazón con dos personas que no merecen salir heridas… Aunque sé quién puede ser la persona que realmente saldrá herida. Lo tengo más que claro.
-Vale, confío en ti- No dijo más, sólo se tiró para atrás nuevamente, mientras lentamente se apoyaba en mi hombro, para acomodarse. – Te quiero. Graciah por ehta increíble navidáh- No logra comprender las cosas que dice. El peso que tienen… 
      No le respondí, sólo apoyé de manera bastante sutil mi cabeza en la de él, exhalando con tranquilidad. Me encanta el tren, porque te da estos momentos de privacidad. Un medio de transporte tranquilo, que te deja pensar, te deja descansar y disfrutar…
-Yo también te quiero- No iba al caso, después de todo Mangel ya se había dormido, pero quizá debía acostumbrarme a decirlo más seguido. Él se empeña tanto en ser sincero; decirme las cosas a la cara constantemente, casi como un motivo para que no se me olvide… Yo te quiero ¿Cuánto te quiero? A veces me hago la misma pregunta.

        Levanté la cabeza, para mirar por la ventana y perderme en mis pensamientos, sin moverme demasiado, para no despertar al gilipollas que dormía como un niño pequeño, en mi hombro. Mi móvil comenzó a vibrar en mi bolsillo.
-Rubén, ¿Dónde vienes?- El padrino me preguntó aquello sin siquiera esperar a un “hola”
-Voy en el tren. Ya llevamos bastantes horas de viaje- Dije dándole poca importancia.
-¿Ya llevamos? ¿Con quién estás?- Había olvidado ese pequeño detalle. Todavía no le comentaba lo de Mangel.
-Bueno… Eh, lo que ocurre es que Mangel se vino conmigo- No sé porqué me siento terriblemente nervioso diciéndole esto.
    Hubo un silencio bastante incómodo, de esos que te dejan pensando si la otra persona está todavía en la línea.
-Rubén… Cuando llegues debo preguntarte un par de cosas. Creo que sería bueno que le avisaras a tu madre que vienes con Mangel. Aún así no creo que haya problema alguno, después de todo… Son amigos- Aquella palabra la recalcó tanto que me dejó un poco dudoso, como si quisiera decirme algo, pero entre líneas.
-Mangel vino conmigo porque quería entregarle un regalo a mi hermana personalmente- Sentí necesaria la explicación.
-Vale Rubén, tranquilo. Nos vemos por aquí… ¿Sabes? Mejor yo le aviso a tu madre. Cuídense- Sólo dijo aquello, colgándome, para dejarme terriblemente preocupado. No entiendo que acaba de suceder… Sentí esa conversación tan forzada, como si los dos supiéramos que absolutamente todo lo que habíamos dicho estaba oculto en una cortina de mentiras.
-¿Ehtáh bien?- La voz de Mangel me sacó una vez más de mi mundo.
-S-si, tranquilo. Es sólo que… Esoy preocupado- Sentí un vacío en mi hombro. Se levantó de él, para mirarme de frente.
-¿Qué sucede?- Su semblante estaba completamente serio. No quería preocuparlo, pero si yo lo estaba, ¿Cómo evitar que esto no se le contagiara?
-Nada importante… Simplemente creo que pronto tendré que elegir- Le sonreí de lado, casi como una ironía. Muchos se quejan por no tener a nadie importante a su lado; yo estoy en el lado opuesto. Desesperado por tener solamente a una persona.
-Yo… No quiero complicarte Rub…
-No me complicas. No digas nada… Esta es una decisión importante, pero no creo que debas bajarle el perfil. Tu eres tan importante como Jen, así que no quiero que dudes más con ese tema- Lo interrumpí, antes de que dijese cualquier gilipolles. Me sonrió, poniéndose un poco rojo.
-¿Puéoh preguntarte algo?- Sonó entre serio y nervioso.
-Claro, dime- Le devolví la sonrisa, mirando esos ojos azabache que tanto me gustaban._
-¿Te puéoh dar un beso?- Sentí una corriente por toda la columna, poniéndome colorado de pies a cabeza.
-Joder, si es que te gusta tío. Que pesado- Desvié la mirada, mirando hacia afuera. Todo blanco y radiante, como una navidad de película.
-No me hah contehtáoh. ¿Te puéoh dar un beso, que no sea de amigoh?- Lo miré, bastante serio, preguntándome si estaba bromeando.
-¿Existen los besos de amigos?- Me reí de manera suave, suspirando casi con resignación. Me rasqué la nuca, sonriendo con bastante vergüenza encima. –Gilipollas- Estiré los brazos, para apoyar mis manos en su mandíbula, acercándolo a mí con bastante fuerza.
-¿Eh?- Fue lo último que pudo decir, antes de recibir mis labios en los suyos. Lo besé con calma. Un beso sin mucha ciencia, pero que tenía bastante sentimiento… Sólo nuestros labios, nada más. Lo ví cerrar los ojos, casi con motivación, mientras su respiración se hacía más pesada. No dude en imitarlo. Simplemente cerré mis ojos, dejándome llevar por el momento… Estos no son besos de amigos; estos son besos de algo más, algo que no sabría definir, pero que tengo claro a lo que puede llegar. Se siente bien… confuso pero bien.
      Me separé sin muchas ganas, sintiendo miedo de que alguien pudiese vernos, ni siquiera sin conocernos. La gente aún no es tan abierta de mente, y besarse frente a todos, más siendo del mismo sexo, no es algo que sea como cortar rosas del campo. Al menos estábamos en el último asiento, así que las probabilidades de que alguien nos observará eran bastante escasas, pero preferí guardar la privacidad para momentos privados. El tren daba buen rollo, pero no era el lugar adecuado.
-Joder, no me mires así que no sé que decir- Me descojoné con esto. Era la verdad… tan sólo separarnos bastó para que me transmitiera un mundo, con una simple mirada.
-L-lo siento- Rió de la misma manera nerviosa y tímida que yo. Nos miramos, como dos idiotas perdidos en un mar de sensaciones… A veces pensar en la decisión se me hace tan fácil, y otras veces se me hace realmente caótica. Unos días Jen es la que me saca suspiros, y otros días, es Mangel. Así de simple… Tengo más que claro que, de esto sólo puede salir un ganador. Aunque esto no sea una competencia y yo no sea un premio.
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-¿Ehtáh seguro que debo ehtar aquí?- Mangel había comenzado a dudar desde antes de entrar al ascensor.
-No sé que es lo que tanto te asusta- Suspiré, tocando el timbre, mientras notaba a Mangel moverse de aquí para allá, completamente nervioso, emitiendo ruido con la bolsa que tenía en la mano.
-Mejor me voy- Vi como se disponía a retirarse. ¿En serio? Que cobarde, joder.
-Mangel… Deja de tocarme los cojones. Quédate quieto- Lo agarré por la muñeca, devolviéndolo a su lugar.
     No tuvimos que esperar demasiado, cuando la puerta de mi departamento se abrió, dejando a la vista una mujer hermosa y un poco adormilada.
-¡Hola hijo! ¡Hola Miguel!- Mi madre nos recibió con una sonrisa plantada en el rostro, haciéndonos pasar de inmediato, sin antes darme uno de esos abrazos rompe-costillas.
-Tanto tiempo Miguel, ¿Cómo estás? ¿Cómo está tu familia?- Vi a mi alrededor, notando que de hecho no había absolutamente nadie.
-Bien señora, grac…
-Mamá ¿Dónde están todos?- Los interrumpí de una manera muy poco cortés, notando que ella era la única despierta, o eso parecía.
-Jen está en tu habitación, con tu hermana. Hector se encuentra en la habitación de invitados. No interrumpas a la gente, hijo; es de mala educación- Me miró con el ceño fruncido, para luego desviar la mirada una vez más a Mangel, preguntándole de nuevo lo anterior.    
      Dejé que conversaran tranquilos, dirigiéndome a mi habitación para ir a saludar a mi… novia. Me asomé lentamente, notando la escena que parecía sacada de una película. Jen estaba recostada, profundamente dormida, mientras abrazaba a mi hermana, quién también estaba durmiendo como si no hubiese un mañana. Los dos amores de m vida, estaban allí, acostadas, sin que nadie las molestara.
-Joder…- ¿Mis dos amores? Podía asegurarlo de mi hermana; jamás le quitarían ese lugar a ella, pero ¿Jen? –Me causa contradicción- Me senté al borde de la cama, mirándolas con dulzura. Se veían tan cómodas, durmiendo juntas como si ya fuéramos… una familia. Jen abrazando a mi hermana, como si estuviese protegiéndola… Y ella, entregada totalmente a Jen, confiando plenamente en ella. – ¿Y ahora?- Miré mis manos, apretándolas, jugando con ellas. Las volví a mirar, sintiendo una fuerte presión en el pecho.
-Oye, tranquilo- Una mano amiga, me tocó por el hombro, sobresaltándome un tanto.
-Mangel… Mi madre está…
-Tranquilo, la puerta ehtá con seguro. Ademáh ella se fue con el padrino- Me sonaba gracioso que Mangel también le dijese así, pero aún así entendió cual era mi complicación. –Se ven muy lindah- Sentí sus brazos rodearme el cuello, mientras apoyaba su mentón en mi cabeza.
-Demasiado…- Suspiré, dirigiendo mis manos a las de Mangel, las cuales se encontraban en mi cuello, aferradas una a la otra. Las apreté, para calmar mi desesperación.
-No tieneh porqué apresurarte. Tieneh tiempo, yo te ehpero.
-No es justo que me esperes… Créeme, estaba muy decidido, pero estas cosas- Zafé con delicadeza sus manos, levantándome de la cama y, sin mirar atrás, dirigirme a la puerta de la habitación.
-Rubiuh…- Sentí sus pasos por detrás, para luego sentirlo a mi lado, sentado en el sofá de la sala de estar.
-Es injusto- Lo miré un momento, y pude notar como me dedicaba una sonrisa de compasión y empatía. Nunca deja de sonreír, jamás. Paciente, humilde… Mangel es todo lo que a mi me falta, y aún así no logro aprender con su ejemplo.
-Lo es, pero no creo que debah ehtar así. La decisión que tomeh eh importante, y tu lo sabeh perfectamente… Me puéoh conformar con seguir siendo tu amigo, te lo digo de corazón- Sentí su mano intrusa, aferrar la mía. No sé hasta que punto tiene razón, pero debo pensar con claridad… Además no puedo dejar que se “conforme”. No puedo…
-Gracias- No quise hablar más, sólo lo miré, para mirar a mi alrededor y plantarle un beso fugaz y bastante torpe. Pude escuchar esa risa ahogada, seguida de un sonrrojo inevitable de parte de los dos.
-Eh que somoh muy tontoh- Suspiró como si hubiese cumplido algo pendiente.
-¿Y recién te das cuenta?- Zafé mi mano, quedando en una posición que no fuera comprometedora de ninguna manera. Supongo que debo hacerle caso a Mangel. Después de todo es navidad y hay que disfrutarla como tal.

Luchemos Por Esto - Fanfic (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora