Capítulo 100

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Narrado por Rubius


Hablar con Mangel me había hecho muy bien. Era bastante temprano cuando se me ocurrió llamarlo; pero aquella simple conversación me había ayudado para relajar el cuerpo y quedarme profundamente dormido. Desperté a eso del medio día, con un leve malestar en la cabeza debido a tantas horas de sueño.

-Será mejor que ordene- Inhalé con tranquilidad, levantándome de la cama para ponerme las pantuflas y comenzar a despejar el aire un poco tóxico, que había en, lo que era antes, una habitación de dos. -Ya no más- Suspiré, recordándolo más como algo lejano que como algo triste. Me dirigí a la cocina en busca de la escoba, no sin antes revisarme el pie donde, horas antes, me había hecho daño a causa de los vidrios en el suelo. No sentí dolor así que supuse que había sido el pinchazo y ya; nada había quedado en la piel.

Las horas se me pasaron volando. Abrí las ventanas de la habitación de par en par, dejando que entrara la brisa fresca del exterior que, poco a poco, iba trayendo olores más y más parecidos a la lluvia. Dicho y hecho; a eso de las cinco de la tarde comenzó a llover sin parar. Mi habitación ya estaba más que impecable. El rastro de Jen no se había extinguido por completo, pero aquellos espacios vacíos encima de la mesita de noche y en el ropero, habían desaparecido gracias a la re acomodación de mis propias cosas. Ahora mismo parecía una habitación de uno, y me sentía orgulloso de haber podido dar este gran paso.

-Es hora de seguir adelante- La habitación se había puesto un poco fría debido al viento del exterior; y aunque ya había cerrado la ventana hace un tiempo, el aire seguía contenido en el lugar. Salí de la habitación y me dirigí al salón; No encontraba que fuese necesario mayor orden. Jen se había encargado de llevarse todas sus pertenencias cuando vino a mi departamento mientras yo no estaba. Se lo había tomado muy en serio porque, ni siquiera su taza preferida estaba en la encimera de la cocina. Se lo agradecía; el trabajo había sido un poco menos doloroso... aún así no podía evitar pensar en el rencor que traía sobre ella; el dolor, la impotencia. Era lógico, pero yo ahí no podía hacer nada. Después de todo, a nosotros ya no nos une nada; salvo aquel sentimiento de desconfianza y traición que, de seguro, abunda en ella.

En el salón hice poco y más. No quise llamar a Mangel; después de todo lo vería mañana y sabía que él vendría si o si. Si yo estaba ansioso no podía ni imaginar como se encontraba él.

-Siempre tan efusivo- Los últimos días habían sido tranquilos en el exterior, pero muy intensos en mi interior... en lo profundo de mi ser. Aquel amor que no lograba profesar con confianza, ahora lo tenía más que claro. Yo quiero a Mangel; yo lo amo y lo deseo; bajo ciertas circunstancias, claro está. Pero al fin y al cabo lo quiero igual... quizá hay parámetros; cosas y acciones que no me imagino, pero creo que es la inexperiencia de no saber como serán. Una chica es distinta a un chico y no sólo por lo que tienen entre las piernas; Nosotros somos muchísimo más toscos; agresivos... más corporales. Solemos dejar los sentimientos de lado porque es algo que realmente no nos interesa tanto como un buen par de tetas. Pero ¿Qué sucede cuándo hablamos de dos chicos? Más complicado aún; dos chicos que nunca se han enamorado de alguien del mismo sexo; que tienen más de 20 años y son tan inexpertos como un adolescente de 17. Ahí no existe un tema corporal. Los roles cambian... nos interesan los sentimientos. Por eso nos unimos tanto Mangel y yo. No existía esa atracción a la carne; más bien era al corazón. Yo lo quise desde siempre; por su forma de ser... y me enamoré por la misma razón. ¿Cómo cambia nuestra propia naturaleza cuando se trata de amor? Ni siquiera debería pensar en estas gilipolleces... pero es necesario. Existe una diferencia tan pero tan grande, que me demuestra lo extremadamente importante que es Mangel en mi vida. A Jen la quise con la mirada; luego con el corazón. A Mangel siempre lo he querido con el corazón... y ahora, luego de años de amistad, aquella puerta que quizá nunca se hubiera abierto; lo hizo. Lo quiero con la mirada. -Me calienta- Sonreí de lado por la rudeza de mis palabras. No era necesario ser cortés cuando estaba completamente solo, pero aún así me daba vergüenza pensar en mis propias palabras. -Vale, tengo que grabar- Dejé de lado el análisis interno, para dirigirme a mi pequeña habitación de trabajo, donde me encerré por unas cuantas horas para grabar y editar poco y nada. En cuanto terminé la labor, me dirigí a la habitación más que agotado, acostándome y quedándome dormido en seguida.

Luchemos Por Esto - Fanfic (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora