E i g h t y s e v e n

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El viaje fue extenso, pero increíble. Habían rotado los turnos de conducción, así que por momentos ella condujo a Regina y en otros lo hizo él. Aquello les sirvió para poder ver la información de diferentes universidades en el país. Habían estado consultando información referente para poder inscribirse el año siguiente, sin embargo, al tener pasiones distintas, encontrar alguna que tuviese ambas carreras que les interesara o que estuvieran cerca, los mantenía ocupados al ser difícil de hallarlas.

Tampoco es como que les preocupara mucho eso. No les molestaba la idea de que estuviesen en diferentes estados, pero si podían acortar un poco la distancia, tampoco les parecía tan malo.

Jasper no ocultó su curiosidad cuando ingresaron al sobrio departamento. Era elegante y moderno, tan sofisticado que se sentía la energía de la madre de Andromeda allí.

—¿En dónde dormiremos? —Preguntó, de pronto preocupado con la idea de invadir la alcoba de Ella Athenas.

—Oh. Por acá está mi habitación —indicó tras encender las luces y abrir las cortinas.

Se movió con soltura por el lugar y el verla lo maravilló por completo. Había notado el cambio que hubo en ella y que sin darse cuenta mostraba en su forma de caminar, en su voz e incluso en su forma de vestir. Era sublime el admirarla, el notarle esos detalles que seguro ni ella se conocía.

Por supuesto que la alcoba destinada para su amada era diferente al resto del lugar. Se encontraba iluminado por luces cálidas y tonos blancos, así como por ornamentos suaves y distinguidos. Un bonito balcón se encontraba a la derecha y a la izquierda se encontraban las puertas hacia el tocador y el guardarropa.

Supuso, que a final de cuentas su madre sí esperaba llevarla a vivir en algún momento a Seattle. El cuarto tenía la energía de Andromeda, sin embargo, lucía hecho especialmente para una versión de ella más madura, con más sabiduría y confianza.

Verla allí, era un encuadre perfecto.

Por la noche salieron a conocer la ciudad. Ella oyó atenta a Jasper hablarle sobre la milicia y él a ella sobre la arquitectura de muchos de los edificios que los rodeaban. Disfrutaron de la velada, que les pareció de lo más amena y tranquila. Habían colocado almohadas en la estancia de la casa en el suelo y envueltos en una manta, se acomodaron para ver películas, al menos hasta que la joven se quedó dormida entre los brazos del inmortal, acurrucada y repleta de plenitud.

Al día siguiente, desde que despertó la notó alterada, yendo de aquí para allá aparentando tranquilidad. Le causaba gracia el verla así de emocionada, aunque también debía admitir que le era capaz de vislumbrar ese poquito de miedo que le provocaba la situación.

Se acomodó la corbata con cuidado. No iba a mentir, él también se encontraba inquieto, intimidado. La idea de sumergirse en el mundo de Andromeda, en uno nuevo y tan inmenso, le era amenazante, tanto como una guerra... y por eso y por ella, se enfrentaría sin titubear a ello. Era solo una fiesta, ¿qué de malo podía ocurrir?

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora