𝐀 | ⋆.ೃ࿔ Había algo en Forks que lo volvía el lugar ideal para que millones de secretos se ocultaran.
Quizá era la baja población; tal vez era su silencio y los espesos bosques que rodeaban a la pequeña ciudad. A pesar de que existían múltiples teo...
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El hecho de no poder dormir y tener que velar el sueño de Andromeda, por primera vez había sido una tortura. En el pasado, el poder vivirla así era un regocijo, sus momentos favoritos del día, tenerla cerca, el poder acariciarla y besarla, el admirarla por largo rato y pensar en lo afortunado que era tras la larga espera... sin embargo, en ese momento de dolor, fue un castigo.
No solo por el hecho de que había confesado cuáles eran sus reales intenciones y cuál fue su decisión —de la cual ahora la chica ya no estaba del todo segura, era un remolino de confusión que no comprendía nada más que su luto—, sino también por los constantes momentos en donde la escuchaba llorar aún entre sus sueños o como se quejaba llamando a su madre.
Acarició su cabeza con suavidad, siseando con calidez para que ella consiguiera tranquilizarse. Cepilló su pelo en una delicada nana, que en conjunto con el sonido de su voz la mayor parte del tiempo lograba calmarla. Creaban un efecto que a los pocos segundos estaba ocurriendo, Andromeda se relajaba con prontitud, acurrucándose entre sus brazos, buscando seguridad y consuelo, mas no duraría mucho ese analgésico que él generaba.
Notó como las manos de Andromeda se aferraron a su camisa en medio de sus sueños o quizá pesadillas. La miró con cuidado, tratando de descubrir qué era lo que estaba pasando por su cabeza hasta que ella despertó, inquieta y sin reconocerlo.
Se le quedó mirando embobada y adormilada, enterneciéndolo con el gesto bobo e infantil de su carita, a pesar de que seguía inquieto y preocupado con todo lo ocurrido el día anterior y por todo lo que se avecinaba. Admiró cómo sus orbes le trataban de detallar, enfocándolo antes de relamerse los labios, asustada.
—¿Quién mató a James? —Apenas pudo formular, haciendo que arrugara el entrecejo algo confundido por su pregunta.
—No creo que eso importe ahora...
—¿Fue Edward o fue alguien más? —Cuestionó con seriedad. Jasper trató de recordar algo, pero solo podía venir a su mente el hecho de que peleó con fiereza para poder salvarse aquella noche y volver a su lado. Era todo lo que su mente podía traerle en sus memorias.
—No lo recuerdo —respondió.
Athenas lo miró por unos instantes, uniendo cabos aún adormilada, haciendo conclusiones que comenzaban a espantarla.
Esa imagen en su cabeza, una escena que ella no debería conocer porque ella no fue esa noche, pero podía verla con claridad, nítida y saturada, los colores y los gritos que sonaron en ese instante, el fuego vivaz y un cuerpo siendo arrojado a él.
—Llama a tu familia, debemos hablar —farfulló, alzándose con velocidad de su posición en la cama para correr a ponerse unas zapatillas deportivas y una sudadera.
Era tan rara la forma en que su cuerpo reaccionó apenas se apartó del abrazo de Jasper, haciéndola sentir un hueco que le caló en el interior.
—Fueron de caza. Los únicos que están ahora son Edward y Bella —dijo, alertándola más.