T h i r t e e n

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En la clase de Literatura, toparse con ella en el corredor le fue grato, puesto que aunque estaba bastante inseguro en torno a los pensamientos que la muchacha tenía, el verla sonreírle antes de ingresar le era reconfortante.

—Señorita —saludó, con una sonrisa que esperaba contagiarle cosa que consiguió. Para terminar de embelesarla, hizo una reverencia, a sabiendas de lo mucho que eso le gustaba a Andromeda.

Era difícil mantener la compostura después de lo ocurrido durante el almuerzo y el día anterior, cuando casi había cedido al impulso de besarla. Se preguntó si podría ser capaz de mantenerse a raya, de no caer en lo prohibido porque temía que de perder su raciocinio al probar sus labios pudiese ocasionarle alguna lesión.

—Caballero —respondió, replicando la misma acción con más exageración, sin tener idea de la maraña de ideas entorno a ella que rondaba por su mente.

Aunque, Jasper tampoco sabía mucho sobre lo que ella había meditado.

—¿Hiciste la tarea? —Conversó Andromeda en tanto ingresaban.

Ayudó con su silla como habitualmente hacía al arrastrarla y dejarla sentarse. Agradeció con una suave sonrisa, siendo excelente para ocultar lo nerviosa que se sentía en realidad y toda la ansiedad que le generaba lo que ocurría entre ellos. Tal vez, habría salido victoriosa de no ser porque él poseía la capacidad de sentir sus emociones, lo cual lo mortificaron.

Entonces, mientras la clase comenzaba, Andromeda estiró su mano hacia él arrastrándola por la mesa. Curioso, enarcó una ceja observando su extremidad, hasta que la levantó.

—¿Recuerdas la lista de reproducción de la que te hablé? —Susurró, tratando de mantener a raya sus emociones. Estaba confundida, angustiada por la tristeza consecuente del misterio sobre el rubio y ella.

Tal vez, era momento de aceptar que nunca ocurriría nada entre ellos.

Sonrió con pesadez, antes de añadir:

—Espero que te guste.

Hale sonrió enternecido, admirando el mp3. Athenas no le miraba, avergonzada por el gesto, porque ni siquiera ella terminaba de comprender qué quería decir eso o si se hallaba lista para darse por vencida con él.

—Gracias —masculló, tomando su mano que aún no se apartaba. La joven sintió un escalofrío recorriendo su espina dorsal, porque no se esperaba ese gesto y recordó lo confortante y magnífico que se sentía tener sus dedos enredados a los suyos—, Andromeda —terminó.

Ocultó su sorpresa al escucharlo llamarle por su nombre. Hasta el momento, nunca lo pronunció; ni una sola vez antes en todo ese tiempo... lo que también le hizo pensar que no gustaba de ella como hacía ver. Bien respondía sin decirle de ninguna manera o usaba "señorita", lo cual le encantaba pero... carajo.

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora