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Había algo que le sabía reconfortante al admirar el paisaje verde al otro lado de la ventana, sintiéndose en alguna especie de vídeo musical donde ella era la protagonista, con el ligero vibrar del auto bajo su asiento, las ruedas rozando contra el asfalto. Se dedicó a mirar con calma a través del cristal, dejándose envolver por la música que resonaba desde los auriculares, olvidándose por entero de lo que le rodeaba, de su presente, de esos cambios repentinos e inmensos a los que se enfrentaría y por supuesto, de su muy parlanchina y metiche madre.

Puede que se mostrase serena, sin embargo, en ese instante estaba enfadada o cuanto menos un tanto irritada. No quería ser grosera ni referirse así a la mujer que la acompañaba y que le había dado la vida porque a final de cuentas, la adoraba con todo su corazón; a sus ojos en ese instante lo parecía así, su mente maquinaba una serie de reproches y diálogos con los cuales se pudo haber defendido mejor en su pasada discusión. Debía entenderla siquiera un poquito ¿no? No se podía tomar las cosas de tan buena manera cuando debía verse sometida al infortunio de mudarse al otro lado del país en cuestión de un parpadeo.

Nueva York, su bella y ahora lejana Nueva York. Adoraba cada mínimo detalle de la ciudad, su estructura arquitectónica, el ruido en cada esquina, la vida deslumbrante, las diversas culturas juntándose en el mismo pedacito de mundo, su deliciosa comida y el divino departamento lujoso que con esfuerzos su madre había conseguido comprar hace varios años.

Pero ahora se encontraba en otro extremo, no solo geográficamente hablando, sino también en su estilo de vida.

Forks no tenía nada de malo, lo aceptaba. A final de cuentas, adoraba la vegetación, los bosques, las flores, las plantas; le parecían de lo más encantadores. En el balcón del piso en Nueva York tenía todo repleto de macetas y una bella flora que se esmeraba en cuidar. Era un hobbie que le gustaba demasiado además de dibujar y pintar; sus tardes las solía gastar en esos pasatiempos que la distraían y encantaban, así que, realmente no le molestaba que un bosque rodeara el lugar, que no hubiese nada más que un vasto y delicioso aroma a vegetación con un clima refrescante.

Lo que le enloquecía, era el hecho de que Forks eran un condado pequeño y casi olvidado, escondido del mundo. Apenas y se podía encontrar en algunos mapas. Ya lo había visitado unas cuantas veces en el pasado, cuando sus padres la llevaban de vacaciones allí a la casa de sus abuelos paternos quienes habían fallecido cuando era niña heredándole aquel recinto a su papá. El clima era un tanto similar al de Nueva York, exceptuando que llovía la mayor parte del año, casi todos los días.

Era agradable, por supuesto, para vacacionar, desconectar del ensordecedor sonido de un lugar tan activo como lo es Nueva York. Ayudaba a encontrarse con uno mismo y le brindaba un respiro de aire fresco a una persona que pasó tanto tiempo en el medio de la energía, las luces y la adrenalina.

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora