𝐀 | ⋆.ೃ࿔ Había algo en Forks que lo volvía el lugar ideal para que millones de secretos se ocultaran.
Quizá era la baja población; tal vez era su silencio y los espesos bosques que rodeaban a la pequeña ciudad. A pesar de que existían múltiples teo...
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—¿Dónde estabas? Llevo rato buscándote —farfulló Angela alegre tras atraparla sola en el pasillo. Su cuerpo se movía al compás de la música que sonaba desde el salón, donde todavía más chicos bailaban ajenos a los problemas que se avecinaban, felices por su graduación.
Se mostró aturdida por unos instantes en los que intentó despabilar. Gavril pasó justo al lado de ellas y tras darle una pequeña sonrisa de consuelo, se marchó, dándole apoyo. Athenas suspiró y dándose ánimos, también le regaló a su mejor amiga una expresión de que todo estaba bien... pero en realidad se moría de ganas de regresar a casa.
—Solo quise tomar algo de aire —excusó con gentileza.
—¿Sin tu abrigo? ¡¿Estás loca?! —Exclamó molesta, acercándose a frotar sus brazos de arriba abajo con tal de generarle calor, aunque no se sentía en lo absoluto fría—; ten cuidado. Sabes que puedes enfermarte, Andy —regañó, llenando de ternura a la aludida.
Extrañaría demasiado a Angela Weber cuando se marchara a la universidad, ese cuidado mutuo y las bromas que solo ellas entendían. Si se decantaba por ser inmortal, la extrañaría por siempre.
Ah mierda.
—¿Qué piensas? —Curioseó la morena al ver la mirada de la neoyorquina perdiéndose en ella, como si hubiera entrado en trance.
Andromeda la abrazó con fuerza entonces, tomándola desprevenida, sin embargo, entre risas la mortal le correspondió. Agradecía tener a una amiga como lo era esa chica en su vida. Sin duda, la preparatoria no hubiera sido la misma si no la hubiese tenido a ella a su lado.
—Vamos a bailar, quiero divertirme —farfulló cantarina, tomando la mano de la menor para que juntas corrieran de vuelta a la pista de baile soltando risas alegres.
Llevar el aire contenido en los pulmones era una cosa de lo más desagradable, pero eso era mejor que continuar soportando el olor de la sangre caliente de los adolescentes invadiendo su hogar, lo que lo tentaba a destrozarlos por aplacar la sed que le quemaba en la garganta con su presencia. Evitó a sus compañeros de clase conforme avanzó por los corredores de la construcción, quienes trastabillaban producto de los efectos del alcohol que consiguieron colar.
Llevaba el rostro en ese gesto que la gente se conocía bien, ese que reflejaba la tortura que era el contener su instinto depredador, sin embargo, más de uno podía descifrar con un poco de detenimiento el sentimiento que le acompañaba dibujado en sus facciones pálidas y masculinas, un acongojar detallado que tampoco se esforzaba en lo más mínimo de ocultar.
Tragándose la angustia que le generaba el pensar en Andromeda puesta en peligro, continuó con su andar, hasta llegar al balcón que daba a la sala donde se llevaba a cabo la fiesta. Detestaba no hacerla cambiar de opinión, el no conseguir cosa alguna para evitar que se metiera en aquel embrollo.