𝐀 | ⋆.ೃ࿔ Había algo en Forks que lo volvía el lugar ideal para que millones de secretos se ocultaran.
Quizá era la baja población; tal vez era su silencio y los espesos bosques que rodeaban a la pequeña ciudad. A pesar de que existían múltiples teo...
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Ansiando a poder mantener aquel instante solo para ellos, procedieron a actuar con velocidad.
No tenían ningún problema con que su familia se enterara, pero ansiaban a que ese momento permaneciera para ellos, que fuese privado, personal, un fragmento de sus vidas que pudiesen llevar resguardado en secreto, cargado de esa inmensa emoción que los conectaba.
Tuvieron que improvisar al crear la armonía perfecta para ambos. El gran campo que tenían por patio delantero se vio cubierto pronto por flores blanquecinas que ella floreció con un solo toque a la tierra, cautivándolo con sus dones y esa muestra de sus emociones. En el centro, los dos habían jugueteado al colocar un bonito arco con más decoraciones florales, con luces doradas y enredaderas, extasiados con lo que la noche prometía.
Nerviosa, había maquillado su rostro con simplicidad y se había hecho suaves ondas en el pelo, queriendo llorar al darse cuenta de lo inmensamente feliz y enamorada que se encontraba, tan sumergida en esa marea de afecto puro que las canciones de amor de pronto se quedaban cortas; tal parecía, el amor era tan fuerte que cualquier comparación quedaba opacada ante su poder, ante su fulgor.
Se calzó un bonito vestido blanco que le venía perfecto para la ocasión. Se sentía inquieta, nerviosa y tan emocionada que podría echarse a gritar como una chiquilla ante lo que la embargaba, pletórica e invadida de nada más que romance y éxtasis.
Su madre no estaría presente como siempre había soñado, pero sabía que desde donde quiera que estuviese, ella de seguro estaría feliz de saber que se encaminaba a una vida llena de dicha junto al hombre que amaba.
Sonrió con melancolía por un instante al mirarse en el espejo, extrañándola, pero pronto terminó soltando un agudo chillido al recapacitar, al darse cuenta de lo que Jasper significaba en su existencia, demasiado feliz como para que fuera verdad.
Tomó el pequeño ramo de flores de alforfón y paniculata que había confeccionado y repitiéndose que nada saldría mal, salió emocionada hasta donde se encontraría con quién sería su compañero por el resto de su larga vida.
Como si fuese una boda tradicional, se acomodó al final del pasillo improvisado que elaboraron y sonriendo radiante, avanzó con ligereza y gracia a donde el amor de su vida esperaba por ella, conteniéndose las ganas de correr a sus brazos.
Su corazón le latió con tanta fiereza dentro de su pecho que sintió que le iba a explotar. Los cosquilleos en la barriga la amenazaban con evidenciarla más de lo que ya y la inmensa sonrisa que toda la madrugada se le trazó en el rostro fue la dicha de Jasper, quien se sintió desfallecer incluso antes de tender su mano en dirección de su amada.
Después de tantos altibajos, de tantos momentos de duda y de temor, por fin estaba pasando; todo lo ocurrido los condujo hasta ese instante. Ya nada habría de detenerlos, estarían juntos por siempre y para siempre, cumplirían todos sus sueños y los que fuesen a descubrir porque al lado del otro, sabían que todo era posible. La prueba estaba en su capacidad para amar desenfrenadamente a una persona y entregarlo todo por ella.