S e v e n t y f o u r

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Siete días jamás le habían parecido tan largos. Seattle la recibió con un clima fresco y mucho ruido, lo cual le pareció bien y al mismo tiempo, la traía vuelta un manojo de nervios al extrañar la calma de Forks.

Al menos, no se le había vuelto todo tan complicado gracias a sus seres queridos. Por las mañanas solía llamarla Rosalie para saber cómo se encontraba y solía unírsele Warren para bromear un poco; Alice y Emmett solían saludarla y al cabo de un rato, Esme y Carlisle eran quienes hacían sonar su móvil para mantenerse al tanto de su viaje.

Angela solía también llamarla, pero con ella era más sencilla la comunicación al enviarse mensajes de texto, situación que compartía con Jess, Ty, Mike y Eric, mientras que a Gavril debía escribirle correos electrónicos debido a que se hallaba en el extranjero.

Por otro lado, Jasper como prometió le había enviado cartas que la ponían a gritar como loca. Cada vez que las veía junto a su puerta saltaba llena de alegría y le era imposible no sonreír como tonta al recordarlas al encontrarse en el bufete escuchando con atención al señor Pevensie o a la señora Simons o a Kresida en esos entrenamientos que le estaban colocando.

Durante las noches solían hablar hasta tarde por teléfono, extrañándose con creces. La distancia la volvía loca, sin embargo, se sentía contenta de las cosas que estaba haciendo y poco a poco, gracias a todos los que la estaban apoyando, comenzaba a sentirse más cómoda y segura en cada paso que daba.

El último día en Seattle, asistió temprano por la mañana a dos audiencias. Ver al equipo de abogados en acción fue asombroso; eran audaces, tan firmes y confiados, atentos a su contrincante. Incluso ella se sintió contra las cuerdas con cada una de sus preguntas, no quiso ni imaginar cómo le afectaba a los que se hallaban en el estrado.

Por la tarde, recorrió varios de los pisos del bufete y siguió conociendo a muchas personas que solo le desearon lo mejor y le compartieron sus condolencias, a las que respondió con sonrisas de sinceridad. Le abrumaba tantas personas, pero sobre todo el regocijo de saber que, en realidad, no estaba en lo absoluto sola.

Kresida era una amable hada que se encargaría de darle lecciones de pociones, mientras que la señora Martha Simons tomaría el cargo de sus encantamientos y el señor Pevensie del aspecto de combate. No podrían hacer la gran cosa debido a que se hallaban ocupados allí en la ciudad, por lo cual deberían enviarle rutinas y "recetas" por medio de correos, aunque de igual forma le compartieron antiguos libros hechos por ellos mismos para que estudiara.

Cuando regreso a Forks, que ese ambiente verde la recibiera se sintió correcto. Encontrarse una vez más con el maravilloso mundo basto de vegetación fue increíble y cada rinconcito de ella pareció haberse revitalizado. Le pareció sorprendente y encantador que ahora aquel condado tuviese ese poder, el de hacerla sentir en casa.

𝐀𝐧𝐝𝐫𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚 || Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora