𝐀 | ⋆.ೃ࿔ Había algo en Forks que lo volvía el lugar ideal para que millones de secretos se ocultaran.
Quizá era la baja población; tal vez era su silencio y los espesos bosques que rodeaban a la pequeña ciudad. A pesar de que existían múltiples teo...
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Le fue imposible no apretar la mandíbula con rabia y mucho menos contener toda la furia que le surgía imperiosa por las venas, convirtiéndole las manos en un par de puños antes de lanzarse sin siquiera pensarlo hacia él.
Sin embargo, nulo fue su intento cuando la sostuvo con fuerza, deteniéndola antes de que siquiera fuese capaz de tocarle uno solo de sus perfectos cabellos. Ese hombre la aturdía, la hacía retroceder cada vez que lo veía en sus pesadillas, pero al menos en esa ocasión, no actuó igual. Se halló chillando, tratando de soltarse de sus garras que la sostuvieron con tanta facilidad, su sonrisa ególatra incendiando más su enojo que trató de descargar sobre él sin conseguirlo.
—Eres una cosita de lo más divertida.
—Eres detestable —rugió, escupiéndole.
Sus manos la arrojaron con violencia, mas no pudo contra ella recuperando el equilibrio con un poquito de dificultad. Respiró agitada, notándolo quitarse la saliva espesa que le cayó en el ojo, con esa estúpida sonrisa narcisista que la cansaba.
—No entiendo qué quieres de mí —ladró con la voz entrecortada, por primera vez, tan consciente que creyó que lo tenía frente a ella, al fin pudiendo comunicarse con él sin darle la oportunidad de vencerla. El inglés se acomodó el saco con soltura, arreglándose la perfecta apariencia mientras que la jovencita solo quería echarse a llorar— ¿qué es lo que te he hecho?
—Bah, te das demasiado crédito, preciosa.
Se sintió incorrecto que ese petulante ser le dijera así. Existía algo tan ponzoñoso que le generó un escalofrío.
—Ni siquiera te conozco. Ni sabía de tu existencia hasta hace unas semanas —dijo y Andromeda juraba que le vio una chispa de rencor encenderse en sus orbes azules, que destellaban en un tono azulino que le recordaba al hielo, a los icebergs del ártico— ¿por qué querrías vengarte de mí?
Le arrancó una risa juguetona al hombre, que se giró en su dirección. No sabía en dónde se encontraban; el plano resultaba un lugar por entero desconocido al que hubiese visto en cualquiera de sus sueños con su amplitud vaga y austera, sin nada más que un inmenso espacio con agua que le llegaba a la altura de las pantorrillas.
—No quiero venganza —afirmó él, acercándose con lentitud, acechándola.
No se encogió como habría hecho antes. Se mostró impávida y alzó la barbilla, mostrándose firme ante el sujeto que la miró con curiosidad.
—Alguien que te muestra recurrentemente la manera en que te tortura hasta la muerte... no quiere una cita para tomar el té.
De nuevo esa maldita sonrisa. Todo en Alistair, el heredero de Merlín, resultaba de lo más desgarrador. Era una creatura hermosa, no iba a negarlo. Poseía una belleza que le parecía singular y sofisticada, pero también, cada detalle de su rostro y en su postura era amenazante, desde la forma en que sus dedos se movían entre sus cabellos desordenándolo o como tocaba los labios al pensar, colmándole la paciencia.